Marco miraba a Rosa como un objeto de investigación; ella sonreía tímida e incómoda. Suspiré. Él se detuvo de pronto, tomó su mano derecha y la besó, como hacían en la antigüedad los hombres al saludar una damisela.
Ella estaba desconcertada y recuperó su mano cuando Marcos la soltó. El cabeza de chorlito me miró y guiñó un ojo.
—Felicidades, Mirella. Tu novia es muy linda.
Rosa se sonrojo y desvió la mirada de nosotros. Yo, por la impresión, sólo solté un 'ah' y le explique que sólo era mi amiga.
Él está convencido que era mi novia.
Ese día estuve persiguiendo a Marco para no esparciera rumores raros de nosotras.