Día 8 (lunes)
Era unos días que Rosa estaba con ese comportamiento y con Magaly a su espalda, cuál sombra. Me mordía los labios. Estaba dispuesta a terminar con esa incómoda rutina, hablaría con Rosa al finalizar la clase, pediría una explicación a su exclusión de círculo social.
En caso que quiera huir tenía un plan B, que funcionaría de forma inmediata, siempre me ha resultó la segunda alternativa que la primera.
Marco, a quién Rosa no lo excluyó de su círculo de amistades, me decía que no veía a Magaly como un prospecto a novia de Rosa, es más parecía más una relación de hermanas.
Ese tontito siempre sabía cómo animarme.
Esperé a Rosa en un salón vacío cerca al nuestro, ella siempre era la última en salir del aula, porque se quedaba preguntando al profesor sobre la clase. Me había asegurado tener a Magaly lejos de Rosa mientras la enfrentaba, Marco estaba muy contento en ayudarme con la misión.
Ella se veía alegre, ese era el efecto de los días viernes en ella. Al verme miró de costado, no podía sostenerme la mirada, estaba por comenzar a hablar.
Yo no esperé a escuchar una excusa. Tomé su muñeca y la llevé al salón vacío. Cerré la puerta y la miré directo a los ojos.
Rosa estaba desconcertada y esperando que hable, así lo hice.
—¿Por qué me evitas? —dije con una voz neutral- ¿hice algo malo?
—No —contestó.
Y cuando estaba por seguir mi interrogatorio, ella se acercó y rozó nuestros labios.
—¿Por qué? —Estaba desconcertada.
—Me gustas y a Magaly también —contestó—. Ella es mi amiga. Si yo sigo cerca de ti, terminaré por enamorarme y Magaly sufrirá.
Rosa era demasiado condescendiente.
—También me gustas.
Ella me miró y sonrió. Me aproximé a ella, el agarré de la cintura y aproximé su cuerpo al mío, sentí su calor. Le devolví el roce de labios que se convirtió en un beso. Uno dulce e inocente.