Marco estaba mirando intenso a Rosa, al parecer el cabeza de chorlito estaba muy concentrado en enseñarle su táctica de conquista.
Rosa estaba sentada, como si no viera a Marco. Él se le acercó como siempre lo hace a las otras chicas, tomando su mano y besándola. Recordé el primer momento que la conoció, hizo lo mismo, sólo que Rosa sí llegó a sonrojarse, mientras con las otras chicas sólo recibe insultos por dejar su baba en sus manos.
¿Tal vez a Rosa le gusta ese tipo de galantería?
Yo nunca hice nada por el estilo. Al igual que las otras chicas, me parecía pasado de moda, pero Rosa volvió a sonrojarse por ese detalle.
—Eso no está mal, sólo que no puedes hacerlo con todas, Marco —Dijo Rosa—. Sólo con la indicada y tiene que ser del agrado de ella. No todas las chicas aprecian la galantería de antes.
Miré a Rosa y a Marco.
Este siguió con el siguiente pasó: Las palabras.
Marco no era muy listo a la hora de realizar un piropo, es más era algo idiotas sus piropos.
Él la miró y se concentró unos minutos, como pensando que decirle.
—Tu sonrisa es la bella luna que ilumina mis noches de soledad —dijo Marco.
Estaba impresionada.
Marco por lo general decía piropos sin sentido o subidos de tono, así que podría decirse que estaba haciendo un buen trabajo.
Por momentos me sentía un estorbo.
Por momentos quería que ella dejara de sonreírle.
Por momentos deseaba empujar a Marco y que dejara de tratarla como una conquista.
Por momentos quería salir de allí y no verlos.
El reloj de la pared del salón marcó las seis, era muy tarde para mí.
Marco y Rosa se quedaron en el salón, mientras yo cerré la puerta del salón de un portazo.