Había pasado dos días sin saber de Rosa, era como si la tierra se la hubiera tragado. El teléfono de su casa sólo sonaba y sonaba, nadie se acerca contestarme. Alguien que me diga que estaba bien, sólo eso necesitaba saber.
Magaly tampoco sabía qué estaba pasando con ella.
Me mordí los labios.
Tomé de las manos a Magaly y la llevé a la puerta de salida del colegio ni bien sonó el timbre de salida. Ella me miraba cansada. Magaly sabía dónde estaba la casa de Rosa, ella me llevó hasta allá.
***
Era insistente al tocar. Magaly me decía que podía molestar a alguien con tremendo ajetreo, pero mi necesidad y la angustia era más.
La nana de Rosa fue quién abrió, la mujer estaba con las facciones decaídas y cansadas por la edad. Sonrió amigable al ver a Magaly.
—Buenas tardes, señora —dijo Magaly—. Vinimos a visitar a Rosa, hace dos días que no va al colegio y pensamos que de repente le había pasado algo.
—Buenas tardes, niña. Pasen —Dijo la anciana.
La casa de Rosa era grande, no mucho como de Magaly, pero sí superior al promedio. La anciana nos dirigió hasta la sala, allí había tres sofás negros, ella se sentó en el individual y nosotras en el de tres cuerpos.
—¿Rosa está bien? —pregunté.
—La niña Rosa está enferma, cayó con una fiebre horrible, por eso no ha ido al colegio —dijo la anciana—. La dejé durmiendo antes de abrir la puerta.
Magaly habló un rato más con la anciana.
Yo sólo quería ver a Rosa.
—Volveremos mañana —dijo Magaly—. Por ahora Rosa necesita descansar, no queremos perturbar su recuperación.
La mujer sonrió amorosa y nos acompañó a la puerta.
Miré molesta a Magaly.
—No se supone que debería ser así. Vinimos a verla
—Está dormida —respondió Magaly indiferente—. No se puede hacer nada si no está dispuesta. Déjala recuperarse, para mañana ya estará mejor.
—Pero…
—Date por satisfecha que está bien. Sólo con fiebre, pero de allí bien. Mañana ya tendrás tiempo de hablar con ella.
Suspiré.
No podía hacer nada si la situación no estaba a mi favor.