― ¡maldita alarma! ―Esta es la típica historia que comienza con una molesta alarma sonando y con alguien que no quiere levantarse de la cama.
5: 00 AM.
― Lunes y muero del frío, la combinación perfecta para un mal día ― Gruñí molesta.
Me levante lentamente, me vestí con mi uniforme del trabajo, una camisa gris con logo rojo y pantalones de mezclilla, me puse mi sudadera más gruesa y mi bufanda roja, me veía fatal, esa sudadera me hacía ver enorme de la parte de arriba, y mis jeans ajustados me hacían ver con piernas de pollo, no suelo peinar mi cabello así que solo me pasé un cepillo, y ni hablar de mi camisa gris, ese color definitivamente no me favorecía; En una ocasión alguien me dijo "viste te espléndida todos los días, nunca sabes cuándo vas a conocer al amor de tu vida" a juzgar como me veo, no creo que ese día sea hoy.
Me senté en la cama media hora viendo al vacío esperando a que algo me salvará de mi tediosa rutina ―Nada ―suspiré ― Nada me salvará de esto ―Me dije, como lo hacía cada mañana desde que tenía que trabajar.
Odiaba ese trabajo con todo mi ser, mi trabajo consistía en atender la orden de los clientes en una cafetería del centro, la cafetería más visitada de toda la ciudad "la taza roja" el lugar más lleno de gente que puedas encontrar en las mañanas, y más cuando de climas fríos se trata, así que me esperaba un día muy atareado.
Llegue temprano, justo cuando estaban abriendo así que no me expuse demasiado al frío, llegué en mi bicicleta verde y fui hasta la parte de atrás para encadenarla.
12:00 PM.
Pasaron las horas y parecía que la gente nunca iba a dejar de llegar, hasta que dieron las doce, entonces el tumulto dejó de llegar, aproveché para descansar unos minutos y salir de la cafetería para tomar aire fresco, me faltaban dos horas más para salir, y me paré a la entrada a mirar las nubes grises que habían llegado desde la mañana y parecían no querer irse, estaba concentrada en ellas y en mis pensamientos, tanto que todo el mundo dejo de hacer ruido, los carros, la gente en la calle, las aves, parecía que alguien había puesto al mundo entero en mute.
Entonces una voz me sacó de mis pensamientos.
―Esas nubes sólo presagian el invierno, no te preocupes , no lloverá ― Giré lentamente para ver a la persona que me había sacado de mis pensamiento; Me miraron un par de ojos azules que parecían tener luz propia, brillando en un día tan gris.
Unos ojos tan intensos que lograron ponerme nerviosa al instante, las palabras no salieron de mi boca.
―Emm ¿podrías decirme qué hora es? ― Me dijo el joven con ojos azules que tenía enfrente ― Creo que el frío congeló tu lengua ― Dijo con una sonrisa al ver que yo no contestaba.
Entonces un calor recorrió mi cara por la vergüenza, me había quedado muda al ver esos hermosos ojos, nunca nadie me había dejado así antes. Lo miré hacia arriba ya que era de gran estatura.
―Uno, noventa ― dije y al instante me percaté de que no le dije la hora, si no la que yo pensaba era su estatura.
―No creó, la hora no tiene tantos minutos ―Dijo con la misma linda sonrisa.
Ya imagino lo que ha de estar pensando de mí, que soy una tonta o tengo un problema en la cabeza ¡qué vergüenza!
― ¿te sientes bien? ―Preguntó viéndome fijamente.
Lo más seguro es que piense que si estoy mal.
―Si, me siento bien, gracias, supongo ―conteste con voz muy baja.
El sólo me miraba fijamente, moría por saber que pensaba, su mirada solo me ponía más nerviosa.
Volvió a sonreír, era la sonrisa más hermosa que vi en toda mi vida y estoy segura que no encontraré otra igual, esa sonrisa tan encantadora que logró cambiar mi vida por completo, y después de ella nunca volveré a ser igual; Si hubiera sabido las consecuencias que tendría por seguir esa sonrisa... lo haría todo igual.
― Te invito un café―me dijo sonriendo y abriendo la puerta de la taza roja ― vamos, no puedes decir que no, es más, creo que no puedes decir nada pero no importa yo hablo mucho puedo sostener la conversación solo ―Y entró antes de que yo pudiera decir algo.
A decir verdad yo siempre odie el café y la comida del lugar, estaba dispuesta a decir no, pero como decir que no a una sonrisa tan hipnótica, pero estaba en mi horario de trabajo y no podía sentarme a comer, ya había acabado mi descanso.
―Disculpa me pero no puedo ―le dije con voz más audible ―Es que estoy en mi horario de trabajo, y no lo tengo permitido ―me miró decepcionado y me sentí fatal.
―Comprendo, no hay problema ― Me dijo sonriendo de nuevo ―Discúlpame a mí por causar molestias, ni si quiera me he presentado y ya te quería obligar a tener una cita conmigo ―Dijo soltando una risa, tan hermosa como su sonrisa.
Nunca me he enamorado, no sé cómo se siente estarlo, lo he llegado a imaginar, no me ha tocado experimentar eso pero ahora estaba sintiendo algo extraño por este desconocido, nunca he tenido novio, todos los que llegan conmigo buscando algo más que amistad se topan con pared, en mis planes no está tener novio hasta que acabe la universidad, tengo la vida muy ocupada para hacer espacio a un hombre.
―Ey ― Me llamó sacándome nuevamente de mis pensamientos ―Estas muy callada, muero por saber en qué piensas ―Dijo sonriendo.
―No, nada, no pienso en nada, no te preocupes no has causando molestia ―Dije con la voz temblorosa.
― ¡Rebeca vuelve a tu puesto! ―Gritó desde el otro lado del local el gerente, ya se había acabado mi hora de descanso y tenía que trabajar; Asentí rápidamente.
―Rebeca, que lindo nombre, por favor Rebeca permite me verte otro día ―Dijo sin más.
No lo podía creer, él era la belleza misma hecha hombre y yo, yo tenia grises ojeras y cabello más seco que la paja― Estoy demasiado lejos de su liga― Pensé.
―No creo poder, todos los días estoy ocupada ―conteste de nuevo con tono bajo.