El diario de secretos

Cap. 10: Me haré cargo

Bajaron las escaleras Guadalupe iba detrás de Candy, quien la resguardaba con su cuerpo. En el centro de la habitación que se hallaba un espejo del que se escuchaban los golpes y emanaba una luz color azul. Lo veía de alguna forma como una amenaza.

Cada escalón que bajaban hacía que las cosas se pusieran algo locas, las cosas empezaron a flotar alrededor de ellas, la gravedad parecía fallar o no tener efecto en esa habitación. Guadalupe flotaba con las cosas, en cambio ella no, aunque quería hacerlo, parecía divertido. 

Con paso firme se acercó al espejo, quería tocarlo... Sentía como la necesidad de hacerlo, su mano izquierda quemaba, como diciéndole que lo haga. Estaba a escasos centímetros... las respuestas que tanto ansiaba podrían aparecer ahora mismo. ¿Qué rayos era su diario? ¿Qué pasaba con todos? ¿Por qué su familia sabía de la existencia de la magia? Las preguntas solo se acumulaban.

—¿Crees que sea prudente tocarlo? —le preguntó su amiga flotadora al ver que acercaba su mano.

—No lo sé... pero necesito hacerlo —respondió hipnotizada.

De golpe abrieron la puerta a sus espaldas causando que se sobresaltaran, su "familia" y sus amigas bajaron corriendo las escaleras casi tropezándose. Entendían lo grave de la situación y se ponía peor con la carencia de luz clara.

—Candy no lo toques —le pidió su abuelo mientras comenzaba a elevarse por la falta de gravedad. Intentó nadar en el aire para acercarse.

—No pueden impedir esto —sus ojos perdieron sus pupilas y un aura azul los envolvió.

— ¡No jodas, Candy! Deja eso, nunca nos enfrentamos a cosas así, no es normal... vámonos, encontraremos la forma de sacar este espejo de aquí —le gritó Ainara aferrándose a la baranda de la escalera mientras que con la otra mano sostenía a Golden.

Guadalupe intentó acercarse más para retenerla, pero sabía que no llegaría. Sus dedos apenas rozaron el marco y apareció un destello blanco que cegó por unos segundos a todos. Instintivamente se tiró hacia atrás cayendo de espaldas, Guadalupe dejó de flotar y cayó de cara al piso, al igual que la mayoría de los presentes, solo Ainara se salvó.

Del espejo emergió una figura intimidante, que comenzó a estirarse mientras bostezaba.

Candy veía sus pies, sentía que debía incorporarse y presentarse, pero no podía. Guadalupe estaba sobre ella, aplastando su espalda, cerró sus ojos con fuerza. Podía escuchar su corazón golpeando en su pecho. Abrió sus ojos decidida a enfrentar lo que estuviera allí, en ese instante notó que esa cosa  flotaba a escasos centímetros del suelo.

Asustada se tiró hacia atrás, tropezando con Guadalupe.

—L-la presencia d-de Li-lilim —alcanzó a decir su abuelo, su respiración comenzaba a ser más acelerada— ha-hace que todos si...sientan miedo... Candy, Guadalupe... A-aléjense

Guadalupe pasó saliva lentamente, un escalofrío recorrió toda su espina dorsal. Hice algo de esfuerzo para sacar el cuerpo de Candy. 

La presencia depositó su atención en las jóvenes que se encontraban en el piso. La luz se estaba haciendo más suave y comenzaba a oscurecer, el miedo de la joven de pelo corto comenzaba a crecer, claro, si eso era posible.

Ainara se paró, juntando todas sus fuerzas y ayudándose con la pared para mantener el equilibrio y avanzar, necesitaba ayudar a sus amigas, quienes estaban paralizadas.

<<Llegué hasta acá, voy a seguir >>intentó controlar el miedo, debía concentrarse, estaba exponiéndose y exponiendo a los demás para cumplir... lo que sea que había querido cumplir,

La figura era una mujer, esa era Lilim, miró seria a Candy cuando la iluminó con la linterna, tenía todo el pelo recargado en un ojo, el único ojo que se debería ver lo tapaban unos lentes oscuros. 

—Ho-hola —tartamudeó ella. 

Tenía una sensación extraña, no el miedo que la mayoría sentía, era nerviosismo, melancolía, quería hablar pero no sabía que decir.

La colorada comenzó a flotar y fue sacada del camino de la mujer, fue depositada junto a unas cajas. 

La mayor posó su mirada por unos segundos en sus invitados. Ainara cayó de forma seca al piso con una mirada de su parte.

—Humanos inservibles —susurró—. Son incapaces de no sentir miedo, sus emociones los controlan —suspiró—. Acabaré con su sufrimiento en un segundo...

Estaba por arremeter a sus amigas, necesitaba hacer algo, Guadalupe se encontraba frente a ella, era la más próxima al ataque. La pelirroja, con el corazón enloquecido, intentó hablar de forma clara, sin denotar miedo.

—No te vayas —pidió atrayendo su atención, logrando que se detuviera, no se le ocurría nada más. Se mantenía aún en el piso, el miedo comenzaba a irse. Necesitaba hablarle y que no se acerque a los demás, aunque podría estar retrasando lo inevitable no quería ser impotente.

— ¿Qué? —volteó y vio a la chica que estaba en el piso. Una completa desconocida que se le hacía muy familiar. 



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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