El diario de secretos

Cap. 29: Salida con Uriel

Esa mañana Candela notó que Uriel estaba muy huidizo con ella, cosa que le daba un poco de tristeza, parecía tenerle miedo o algo similar. Cada vez que la veía él se iba, cuando le hablaba la ignoraba y cuando intentaba preguntarle respondía con una voz asustadiza "No entiendo lo que dices".

—Hey, Uriel —lo llamó, el chico permaneció inmóvil, se mantenía viendo una película de terror hace rato—. Uri, ¿pasa algo? —le preguntó de forma directa mientras se sentaba a su lado. 

Él levantó su mirada, aún no podía hablar con Candy sobre lo que escuchó de Candela. No sabía si enfrentarla o no, le daba mucho miedo de que le haga daño.

— ¿Matarás a Candy? —le preguntó de forma directa.

Se quedó pasmada, de seguro la escuchó hablando consigo misma. Ahora que lo escuchaba de parte de otra persona se percataba de lo mal que sonaba. Se sintió horrible, esperaba que Uriel no se lo hubiera dicho a Candy.

—No —habló firme—. Nunca lo haría, ustedes son mi familia. Lo que dije era un pensamiento aleatorio, tengo un gran problema que debo resolver. Me aseguraré de que esto no le haga daño a nadie.

El chico tenía un nudo en la garganta, de la misma nada comenzó a llorar, abrazó a Candela con fuerza. Se quedó unos minutos llorando mientras la castaña le acariciaba la cabeza para intentar consolarlo. 

—Y-yo —dijo agitado— no quería creer que nos harías daño. No quería tener que decirle a Candy lo que escuché. 

Su corazón se aceleró, ahora no tenía más opciones, debería pedirle el diario diciéndole la verdad.

—Está bien si se lo dijiste —suspiró—. Le tendré que explicar la situación, espero que ella lo entienda. 

—N-no, no te preocupes —habló más tranquilo—. No le he dicho nada.

Lo que dijo hizo que se relajara, aún podía mantener las apariencias, aún podía alejarlos de todo eso, aún podía despertarlos de esa pesadilla.

—Candela... prometeme que cuando necesites mi ayuda me llamarás —le dijo con ojos llorosos.

—Si vos prometes dejar de escuchar detrás de las puertas —le sonrió y asintió—. ¿De dónde aprendiste eso? —preguntó.

—De todos en la casa —señaló con sencillez. La castaña rió y lo despeinó un poco.

—Sigue mirando tu película, creo que no podrás volver a asustarte de tantas cosas de terror que ves.

~Y~

Un nigromante y una de las gemelas cristal miraba con una sonrisa a Candy, ella tembló por unos instantes, no le gustaba lo que se avecinaba. Sus ojos reflejaban preocupación, mientras que sus amigas sonreían alegre. 

Esto no le gustaba en lo absoluto, no era capaz de hacerle daño a nadie.

—Quiero que se rindan —exigió la mujer con su espada baja, tenía un acento que parecía Ruso, su mirada de furia, parecía que quería ver el mundo arder—. Recuerden que yo soy la hermana más fuerte, la liberaremos y me la llevaré. No sirve de nada resistirse, no tienen ningún tipo de fuerza. Una humana, un muerto, un híbrido forzado, un demonio envenenado y dos humanas..

¿Cómo terminaron así? No estaba segura.

 Esa mañana se encontraba con Golden en su regazo, era pequeño aún, pero lentamente crecía. Lo acariciaba mientras escribía una lista de cosas que tenía pendientes, como ir a visitar al joven que las ayudó.

—Ca...Candy —dijo Uriel bajito mientras tiraba de la manga de la campera de la nombrada.

— ¿Si? —volteó a verlo.

— ¿Podemos salir? —preguntó él con una sonrisa.

— ¿A dónde te gustaría sali? 

El joven se quedó pensando mientras ella lo miraba, era jodidamente blanco y muy flaco, tenía una obsesión con el color negro y azul, toda la ropa que le habían comprado era de ese color. 

—A pasear —murmuró con vergüenza. Calculaba que la edad mental de Uriel era de 8 años o un poco más.

Se quedó pensando, recordó que su abuela le había dicho que podrían buscar algún rastreador para averiguar de dónde venía el joven. Quizás podrían ir al centro y encontrar alguna persona que pudiera hacer eso, así sabrían de dónde venía Uriel y por qué estaba en esa espada.

—Iremos al centro, cambiate —le ordenó—. ¿Quieres invitar a alguien? —cuestionó. 

—A Lilim —le sorprendió que quisiera que vaya, puesto que le temía bastante—, a Ainara y a Belén.

—Está bien ya las llamo, anda a tu habitación —le pidió. <<Creo que deberíamos darle un celular luego>> pensó.

—Creo que no deberías preocuparte tanto, Can —dijo Ainara sacándola de sus recuerdos con una sonrisa optimista—. Los mataremos, no les tocarán ni un pelo.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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