Todo lo que pasó se podía resumir en una palabra: caos.
La situación estaba bastante tensa.
—Me encargaré de ustedes en un santiamén —sentenció Josefina con una sonrisa—. Los que no pueden formar parte de la operación deben ser eliminado.
—J-jose, nosotras somos amigas —a Guadalupe le temblaba la voz, su mano estaba sangrando, al caer se había lastimado.
—Lo éramos, prefiero ahora ser parte de esto, es mejor que estar con... —Se detuvo a pensar—. Vos—, señaló a Candy. Estaba contra la pared siendo amenazada por Josefina—. Vos tenes el ultimo diario, el Diario de Secretos. ¡Dámelo! —exigió—. Sé que lo tenes por acá no te separas de él.
—No. —Inconscientemente desvió una mano a su bolso para protegerlo, la información dentro de este podría destruir una especie entera—. Nunca te lo daré. No me importa lo que me hagas.
—Dámelo —ordenó nuevamente, tomó con fuerza a Guadalupe y le puso un cuchillo sobre el cuello, Belén intentó ayudarla pero no pudo, estaba con esas cadenas atada al piso—. La mataré, dudo que no te importe.
—Ni lo pienses —Candy se paró lentamente, planeaba sacarle el cuchillo—. No podes arrebatar una vida porque sí.
Estaba desarmada, Uriel y su abuela estaban encerrados en el armario. Belén estaba encadenada al piso, Ainara estaba en una trampa, si llegaba a moverse se mataría y Candela estaba inconsciente en una silla y atada.
—Yo no, pero tu mejor amiga apuesto que si —dijo tirando un cuchillo a Lilim, que lo atrapó en el aire, a su vez lanzó a Guadalupe al piso. Previamente ella se había rehusado a luchar y cayó en el control mental de los titiriteros. No podía creer como la demonio, su guardiana, estaba como una maldita marioneta.
<<Vos no sos una marioneta, sos un titiritero, vos moves los hilos>> pensó preocupada.
—No la mires con esa cara, Candy —habló relajada su ex-aliada—. Es esa sed propia de los demonios, la que tienen dentro y les pide a gritos que tomen la vida de alguien más. Son sanguinarios, no pueden sentir remordimientos. La maldad es propia de ellos, es inevitable que sean traicioneros, no puedan sentir cariño.
—Nos has descrito bien —la demonio miraba el cuchillo con deseo—, ¡pero no cambiaré a una amiga por instintos básicos! —exclamó Lilim sacando la piedra que había visto en sus sueños.
A grandes zancadas se acercó a la pelirrosa y susurró a su oído.
—Despierta, niña.
La piedra se tornó de un color amarillo por unos segundos y luego se hizo color negro, estaba inutilizable. Josefina fue iluminada por un brillo similar al de la piedra y cayó de rodillas inconsciente.
Candy se dirigió a donde se encontraba Guadalupe, temblaba del miedo. La ayudó a levantarse y comenzó a discutir con Lilim, estaba muy molesta. Guadalupe desató a Belén, la chica demonio fue a socorrer a Josefina, mientras que la nerd iba a desarmar la trampa en la que estaba Ainara, no sin antes desatar a Candela y revisar su pulso.
— ¿Así que estabas fingiendo? —atacó mientras ella comenzaba a volar con indiferencia, como si que nada de lo anterior hubiera pasado. La colorada se dirigió hacia el armario.
—Si no estaba bajo su "control" —hizo comillas invisibles para luego cruzarse de brazos—. No podríamos haberla vencido— se acomodó para descansar en el aire como si que estuviera en una hamaca Paraguaya*.
—Me asustaste —la regañó molesta abriendo el armario. Habían sido apresados por Lilim cuando fingía. Apenas fue abierta ambos cayeron de panza al piso, los ayudó a levantarse.
—Ay, perdón por haberte hecho sentir un sentimiento negativo —dijo abriendo la puerta para salir.
Había un grupo de policías en trance, quienes empezaron a disparar y ella saltó contra Candy para poder cubrirla, el resto se tiró de una al piso, haciendo que la trampa se active y se dispare una ballesta que apenas rozó el cabello de Ainara, eso hizo que su pulso se alocara. Todo se había vuelto oscuro muy rápido.
Candy estiró su mano y un brillo se formó alrededor de Uriel, quien volvió a transformarse en una espada. La cinta de su empuñadura se entrelazó con su muñeca. Detrás de Lilim apareció un hacha algo pequeña.
—Ni se te de por matarlos, además creí que no tenías tu preciada hacha —habló molesta. Ni con balas rozando su cara ella evitaría pelear.
— ¿Ahora me das órdenes? —preguntó desafiante—. Te informo que esta hacha no es la mía, la real es bastante poderosa y no logro incovarla.
Guadalupe se arrastró a su dirección mientras las otras seguían peleando. Intentó atraer su atención, pero a mitad de camino las balas se detuvieron. Ambas se levantaron y salieron corriendo por la puerta. Una con ganas de destruir y otra para vigilar a la primera. Guadalupe salió detrás de ella intentando llamar su atención y detener la pelea.