"— ¡Te odio! ¡Vos no sos mi hermana! —gritó una niña de cabellera castaña mientras lloraba.
— ¿Quién dijo que yo quería que seas mi hermana?— dijo una pelinegro mientras le tiraba una bocanada de humo a la ojiverde."
— ¡¡¡¿Qué es esto?!!! ¿Una broma? SAQUENOS —Guadalupe fue la primera en hablar, intentando lucir imponente y olvidar el terror que sentía.
Necesitaba llenar esa desconfianza con sus gritos, lo sabía y hacía que se sienta más molesta. No quería ser débil.
—Calmense, encenderé las luces, su majestad —dijo en tono burlón y unas antorchas se encendieron, el lugar parecía más grande de lo que se veía a simple vista, la oscuridad seguía mucho más adelante, pero se sentía mejor con ese gesto.
— ¿Estás mejor?—murmuró Candy preocupada.
Vio como asentía, quizás Guadalupe se sentía mejor, pero ahora notaba que seguían encerradas.
Pasó saliva de forma pesada, intentó contar hasta diez y relajarse
—. Tienen cinco minutos para ver que es lo que quiero y las reglas de mi juego—. El libro se esfumó.
Escucho como Belén suspiraba con fuerza y se dejaba caer en los brazos de su acompañante. Josefina se asustó por esa acción y la miró, ella le sonrió y el alma le volvió al cuerpo.
— ¿Qué fue eso?—preguntó Belén incorporándose—. ¿Un libro volando? ¿Entramos a un set de grabación o algo parecido?
— ¿Esa pregunta fue en serio? No importa, está de más decir que la situación no pinta nada bien para nosotras—explicó Candy simulando tranquilidad, no le gustaba nada estar encerrada, pero si se ponía nerviosa no ayudaría en nada.
Se quedaron en silencio, el estado de shock no desaparecía. La colorada se sentó en el piso con la intención de leer su libro, quizás ahí había alguna respuesta.
— ¿Qué haces? ¿Estás loca? ¿Cómo podes leer estando en esta situación? —preguntó Josefina molesta, no entendía como mantenía la compostura—. No debe ser real. Debe ser alguna especie de broma de mal gusto.
La joven estaba dispuesta a pelear con la chica de cabello rosado, cuando se escuchó como unas luces se prendían.
Silencio nuevamente, solo se percibían respiraciones agitadas por el miedo a voltear. Solo Guadalupe se animó a voltear, con su expresión de terror se podía deducir que algo no andaba bien.
—Chicas —dijo Guadalupe espantada.
Voltearon, la escena era horrible. Había varias cabezas colgando del techo por un hilo, sus miradas perdidas en la nada, con algo de sangre goteando por las paredes de piedra. Parecía que la oscuridad no ocultaba nada bueno.
Belén soltó un sollozo, Candy suspiró, contó hasta diez y borró esa imagen de su cabeza. Ainara comenzó a luchar contra la puerta, intentando abrirla, Josefina se quedó congelada con sus ojos clavados en la mirada perdida de las cabezas.
Guadalupe se sentó junto a la colorada, quería olvidar esa escena.
—No les recomiendo demostrar miedo, se sentirá mucho más fuerte que ustedes...—le advirtió Candy.
— ¿Qué cosa se hará más fuerte? —preguntó Josefina escéptica, mientras revisaba su celular—. Agh, sin señal.
—El demonio —respondió y se levantó—. Ya sé tus reglas y sé quien eres. ¡Por libre y propia voluntad yo entro al juego! —le gritó a la nada.
Sus palabras rebotaron en la habitación.
— ¿Qué juego? —preguntó Ainara confundida y con el pulso acelerado.
—Sencillo, le tenemos que contar algo de nuestro pasado que realmente nos haya dolido, si le mentimos está en todo derecho de matarnos —le respondió parándose.
Guadalupe la miró con la boca abierta, realmente se estaban metiendo en un embrollo que dudaba que pudieran salir. Ese no era su día.
— ¿Aceptan las condiciones? —pregunto el libro apareciendo.
—Sí —dijo Candy con voz firme, sin titubear.
— ¡¿Estás loca?! —exclamó Josefina dándole un correctivo en la cabeza—. Nos matará.
—Es nuestra única oportunidad de escapar—respondió masajeando la zona golpeada—, si no aceptamos nos matara sin oportunidad de sobrevivir. ¿Tanto valen tus secretos para querer ocultarlos a costa de tu vida? —la provocó.
— ¡Ainara, decí algo es una locura! —estaba sumamente nerviosa y colorada.
—Lo lamento Jose, pero Candy tiene razón. Si es la única manera de escapar lo haremos. —Las rivales se miraron unos minutos, esa chica seguía con esa sonrisa arrogante que tanto odiaba—. Empecemos, no quiero arrepentirme.
El libro/demonio se esfumó frente a sus ojos, Candy apretó sus puños, eso no le estaba gustando nada.
— ¿Ahora qué?—preguntó Belén mientras se sentaba en el piso al igual que Ainara, los minutos pasaban.