El Diario de Susan Lowell (trilogía "Los Diarios")

Los Zerathuns

No daba crédito a lo que mis ojos veían, me encontraba en ese sitio con el que tantas veces había soñado, paredes blancas, pero ya no estaba imposibilitada a ver más allá, ahora podía ver con absoluta claridad una… ¿sala? No sabía exactamente que era ese lugar, parecía un centro de operaciones, había un gran panel que titilaba con luces y botones, una gran pantalla sobre él en el que podía ver, ¿acaso era la tierra? Y muchos símbolos como los del jardín que no pude entender, alrededor había ventanas que daban claramente a la oscuridad de la noche, pero jamás me pareció ver el cielo tan de cerca, pues solo podía ver cientos de estrellas y oscuridad en cada una de las ventanas.

Me encontraba sola en el lugar, pero no tardó en aparecer la primera persona. Abrí mis ojos como platos y mi boca cayó sobre mi pecho, no pude evitar reprimir un grito, frente a mí, estaba el hombre más perfecto que pudiera haber visto nunca.

Era un chico, parecía de mi edad, su piel era totalmente blanca, casi como si fuera hielo, su cabello era rubio y tenía unos extraños ojos azules, mientras se acercaba no pude evitar notar que el iris de sus ojos no era como el mío o el de cualquier humano, lo rodeaba un halo plateado que brillaba con toda esa luz que lo irradiaba y dentro de su pupila podía ver muy claramente una extraña figura, muy parecida a los símbolos que ya había visto en el jardín. El hombre me sonreía, y cuando abrió la boca otro resoplido de asombro salió de mi boca. Sus dientes eran tan blancos como su piel. El tipo era realmente algo digno de admirar, pero también era extraño, pues su piel y sus ojos no eran comunes, tenía unas enormes ganas de tocarlo, saber que se sentía su extraña piel como de hielo.

—Me alegra que hayas descubierto la forma de llegar hasta aquí —empezó a hablar, su voz me sonaba tremendamente familiar, ya la había oído muchas veces en mis sueños.

—¿Dónde estoy? —pregunté.

—Estás en el cuadrante 78A-9, o cerca de Júpiter, como le dirían ustedes. —Mi cara se descompuso entre la confusión y el miedo, ¿Qué estaba dónde?

—¿Qué?

—Sé que estás confundida, Anne, pero te lo explicaremos todo con más claridad.

—¿Cómo sabe mi nombre?

—Sé tu nombre y muchas otras cosas más, pero acompáñame, tengo un mejor lugar para hablar. —Dudé en si seguirlo era lo correcto, me pregunté si esto era real o tan solo otro sueño más, pero decidí hacerlo pues no tenía muchas opciones. Caminamos en silencio mientras pasábamos por un largo pasillo, en él podía ver… ¿acaso mis ojos me engañaban? Estaba viendo al planeta Júpiter, justo frente a la ventana, no podía creerlo, esto tenía que ser un sueño, era definitivo.

—Pasa, Anne —me dijo el… ¿hombre?, no sabía cómo llamarlo—. Sé que estas confundida —repitió—, Soy Arkud, líder de los Zerathuns.

El nombre resonó en mi cabeza, ya lo había escuchado antes.

—Si, ya lo escuchaste antes, y sí, puedo leer tus pensamientos —aclaró antes de que tuviera la oportunidad de preguntarlo en voz alta.

—¿Esto es un sueño?

—No, no como las otras veces.

— ¿Todo este tiempo estuve soñando con ustedes?

—Digamos que sí y no, mira es algo muy complicado, como ya habrás entendido no somos de tu planeta. —La cabeza empezaba a dolerme, tenía las respuestas justo frente a mí, por fin sabría lo que le sucedió a Susan, pero mi mente no lo comprendía, se negaba a creer que esto era real.

—¿Qué…? —No terminaba de formular la pregunta, quería saber que le pasó a Susan, pero también quería entender quiénes eran ellos.

—Lo que le pasó a Susan es algo que te diré más adelante, todo esto está relacionado con ella, es cierto, pero debes entender la historia antes de saber qué ocurrió con ella.

—Bien, entonces cuéntame.

—Me alegra que estés dispuesta a escuchar. Bien, para empezar, debes saber que mi pueblo viene desde otra galaxia, muy lejos de esta, incluso ustedes los humanos aún no la han descubierto. Vivimos en un planeta ligeramente parecido al suyo, sobre todo en las zonas árticas, estamos muy evolucionados para vivir en el frío.

Hasta ese momento, no había notado cuanto frío hacía en aquella nave, porque imaginaba que era eso en lo que estaba, en una nave espacial, tirité de frío y pasé mis manos por mis brazos, él se dio cuenta de mi reacción.

—Discúlpame, olvidaba que ustedes los humanos no están tan adaptados a este clima. —Me sonrió y miró hacia la puerta del cuarto, a los segundos otro hombre muy parecido a él en la piel y los ojos trajo un enorme abrigo color marrón, el hombre que lo traía tenía los ojos de un color verde intenso y la figura que había en sus ojos era diferente a la de Arkud.

»Como continuaba diciéndote, vivimos en el planeta Nubavea; tu gente aún no lo descubre. En nuestro planeta existe una fuerza muy poderosa, puede servir para cosas buenas, nuestro pueblo hizo uso de esa fuerza para construir tecnología avanzada que nos permitiera navegar por el espacio, también la usamos para construir aparatos que usaran energía no dañina para nuestro planeta y el universo. Sin embargo, cuando empezamos a usar este poder, comenzamos a llamar la atención de otros pueblos. Se hacen llamar Acnoys; no sabíamos de su existencia hasta que nos atacaron, descubrieron el poder de la gema, y quisieron apoderarse de ella, creemos que la desean para destruir mundos, así como destruyeron el nuestro para obtenerla.



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En el texto hay: misterio, ciencia ficion, amor

Editado: 08.01.2022

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