La desesperación me supera, todo a mí alrededor esta oscuro y no puedo ver, quiero salir de aquí.
- ¡Ayuda!- grito con todas mis fuerzas pero mi voz apenas se escucha y la garganta me duele,
-¡Ayuda!- vuelvo a gritar -por favor que alguien me ayude.
Trato de moverme pero no siento mi cuerpo, desesperación y miedo es lo único que corre por mis venas en este momento, trato de moverme mientras grito pero no logro nada.
Poco a poco siento como un pequeño dolor proveniente de mis muñecas y tobillos se hace más intenso y se va expandiendo al resto de mi cuerpo, trato de mover mis manos y pies con todas mis fuerzas hasta que siento algo frío rodearlas y causarme más dolor del que tenía.
Cuando creo que todo va a terminar una luz se enciende de pronto, dejándome ciega por un momento, hasta que me acostumbro y logro enfocar y ver lo que me rodea pero solo veo blanco, todo es blanco, desde el techo hasta en piso, incluso la cama donde estoy y las esposas que me rodean las muñecas y sospecho que también los tobillos, porque me mantienen sujeta a la cama.
Hay tanto blanco que por un momento creo que estoy en el cielo hasta que el sonido de una puerta abriéndose me pone alerta devolviéndome a la realidad y es cuando me doy cuenta que no estoy en el cielo, sino en una pesadilla de la cual no podre despertar, y con ese pensamiento dejo que todo se vuelva negro.
El sonido de una alarma me despierta de golpe, lo cual agradezco.
Una fina capa de sudor me cubre la piel y mi respiración está muy acelerada. Otra vez vuelvo a tener las malditas pesadilla pero ahora son mucho peores.
Apago la alarma que marca las 6:00 am y me levanto, me dirijo al baño para empezar mi rutina.
Hoy es viernes lo que significa que al terminar las clases tendré que volver a mi apartamento en el centro de la ciudad, lo que me alegra porque ya no soporto otro día más en este manicomio llamado instituto. Unos días lejos me serán de ayuda para aclarar mi mente, lo que necesito si no quiero terminar en un verdadero hospital psiquiátrico.
Desde que llegue aquí el lunes no han dejado de pasar cosas raras lo que me provoca dolores de cabeza cada vez más fuertes, incluso he llegado a preguntarme si estaré enferma. El jueves por dicha no fue un día tan difícil, Thalia por fin me pudo dar el recorrido del instituto junto con Erick y sus bromas estúpidas, lo cual no sirvió de mucho porque sigo perdiéndome siempre.
Al principio estaba furiosa con Thalia por meterme en problemas y además no quería acercarme a Erick porque creía que era un típico mujeriego sin cerebro pero, después de soportar que me siguieran por casi dos horas mi enfado fue pasando y me di cuenta que no eran malas personas, no digo que seamos amigos porque eso es imposible, yo no puedo tener amigos, pero sí pienso que ella y su hermano no son tan malos como creí.
Salgo del baño envuelta en una toalla y me dirijo a mi maleta para sacar la ropa, ya que ni siquiera me preocupe por deshacerla debido a que hoy regreso y tendría que volver a alistarla.
Saco una blusa negra de manga larga y unos vaqueros del mismo color, me hago una trenza y me coloco los guantes porque el clima está muy frío, cuando estoy lista salgo sin molestarme en verme en el espejo y cierro la puerta, como todavía queda más de una hora para el inicio de clases me dirijo a la cafetería a desayunar.
Después de caminar por alrededor de cinco minutos llego al edificio principal que misteriosamente no se encuentra tan lleno como pensé, me dirijo a la fila para poder ordenar mi desayuno, no es que tenga mucha hambre pero ayer no comí y no quiero terminar en la enfermería.
-Hola- dijo una voz detrás de mí causando que mi corazón dejara de latir por un instante.
-Lo siento, te asuste- cuando me gire encontré a James, quien me sonreía mientras se comía una galleta enorme de chocolate.
-No pasa nada, es que no te vi venir- le dije tratando de parecer calmada, pero lo cierto es que odio que las personas aparezcan sin avisar y James parece tener la costumbre de hacerlo siempre.
Por fin es mi turno en la fila así que me doy la vuelta para pedir mi desayuno pero, como casi no tengo hambre nada más pido un té y una manzana, saco la cartera para pagar, tomo mi comida y me dispongo a salir de ahí pero mis planes se ven frustrados por una mano que se coloca en mi hombro impidiéndome avanzar.
-Espera, no te vayas, quieres desayunar conmigo, después te puedo llevar a tu aula y así no te pierdes.
Estaba a punto de rechazar la oferta por el simple hecho de que no me gusta estar rodeada de personas y también porque todavía no lo conozco mucho y no confío del todo en él ni en nadie, pero tampoco es como si me estuviera pidiendo que me escapara con él o algo parecido, simplemente era desayunar juntos, además la cafetería estaba casi vacía y la verdad no tengo ganas de andar buscando el aula por todo lado y no sabía cómo llegar, por eso decidí que lo mejor era aceptar.
Simplemente asentí con la cabeza y lo seguí a una mesa vacía por las ventanas. Debo admitir que su sonrisa fue suficiente para quitar las dudas que todavía tenía sobre si estuvo bien quedarme.
Después de sentarnos noto que todos están muy ocupados en sus propias vidas como para ponernos atención y suelto un suspiro de alivio, pero debo admitir que me sorprende que todos estén tan callados, no es para nada como me espere que fuera una cafetería de niños consentidos, pensé que era como en los libros que tanto me gusta leer, con las mesas para porristas y deportistas en el centro, la de los estudiosos al fondo y una división social muy marcada, pero no es para nada así, hay un gran ventanal en la pared del fondo y la que esta contraria a la puerta, una fila en la entrada a la cocina donde todos piden lo que quieren comer y mesas distribuidas por todo el resto del lugar con variedad de personas comiendo en cada mesa y hablando en voz baja.