Domingo, 18 de diciembre.
Bucaramanga, Colombia.
Mi hermano llamó a mi mamá como cualquier otra vez, era costumbre a partir de que se había ido de la casa, no tan frecuente desde que se mudó a Europa, igual cumplía con llamar de vez en cuando.
No puedo recordar de que hablaron, fue una llamada de rutina, lo que sí escuché fue un comentario casual de mi hermano proponiendo sin verdadera intención que viajáramos a Italia para pasar Año Nuevo en familia, lo cual mi mamá se tomó muy en serio y en cuestión de un día ya teníamos pasajes comprados para el 26 de diciembre.
Se esperaría que la noticia me emocionara, por el contrario, me llenó de ansiedad porque bien era sabido que viviría con ellos tres meses en Roma, pero a partir de febrero o marzo, no en diciembre.
A duras penas había pensado que hacer una vez llegase a Italia, había averiguado un par de voluntariados con Worldpackers pero nada más. Aparte, no tenía ni la más mínima idea de dónde aplicar a la universidad así que en una semana tuve que comprometerme a evaluar opciones y tomar decisiones.
También tuve que despedirme de mis tres amados amigos, primero de Sofía y Santiago (sí, volvió a aparecer) el martes 20 por la tarde y el en la noche del 25 me despedí de Juan Daniel.
Con los primeros no hicimos mucho más que hablar por horas y horas hasta que tuvieron que irse; si se lo preguntan: sí, volví a llorar. Por su parte, con Daniel terminé el equipaje y organicé mis cosas en el casillero que se encontraba dentro el sótano del edificio, encontrando diarios y juguetes del pasado.
Esa semana recibí dos obsequios que atesoraré todo el tiempo que sea posible. El domingo 18 le conté a Juan Daniel sobre los planes de mi mamá, como él se iba de viaje hasta navidad tuvimos que vernos a las carreras para evitar no volver a hacerlo si el 25 su vuelo se atrasaba o lo que sea, el caso es que me hizo una carta preciosa y un dibujo de Hedwig con el título “Always”, me derritieron de amor.
El jueves 22 me vi con Noah, amigo del colegio a quien no veía hace mucho porque llevaba ya dos años estudiando en Bogotá; salimos a tomar algo y a hacer window shopping, cuando la hora de despedirse llegó, me obsequió dos dibujos de su creación que sabía me gustaban mucho.
Ahora que lo pienso tuve unas “vacaciones” súper interesantes y cargadas de emoción. No pudo ser mejor momento para decirle adiós a la ciudad que toda la vida me acompañó.
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Editado: 20.05.2023