El diario del agua

Cap. 9: Buscar la solución

Ainara había decidido estar algo más distante del grupo en esos últimos días, después de la noticia que le dieron se dio cuenta que nunca podría volver a ser esa humana normal que fue en su tiempo y eso le molestaba.

Odiaba esa transformación y tenía mucho miedo. ¿Cómo se lo diría a sus amigas? ¿Lilim ya lo sabría? Estaba insegura de todo, quería saber sus orígenes y no se animaba a preguntarle a sus padres. Tenía tanta intriga, no sentía la confianza suficiente como para preguntarle a sus padres de dónde vino.

Así que, a pesar de no ser un híbrido forzado, un experimento, buscaría información en la biblioteca del tiempo, por lo que pediría ayuda a Nicolás.

Caminó relajada por el sendero. Miró hacia un lado, se encontró con lo que parecían ser hadas, lo cierto es que no entrenó su vista como para poder ver realmente bien, ese esfuerzo lo había hecho Candy por el grupo. Solamente veía sombras difuminadas y de color blanco si eran amigables y violeta o negros si eran peligrosas. Escuchaba sus risitas chillonas mientras parecían danzar. 

A sus espaldas escuchó una rama partirse. Volteó pero no vio más que una rana cruzando el camino, siguió su camino mientras cantaba una canción infantil.

Cro cro

Cro cro

cantaba la rana

Cri cri

Cri cir

hacía el grillo.

Volvió a escuchar un ruido, está vez estaba segura que lo que sea que estuviera ahí esperaba que la encontrara. Miró la ramas de los árboles y se encontró a Analía colgando como un mono de una de ellas, se veía feliz.

— ¿Qué haces acá? —preguntó con curiosidad. 

—Éste camino es peligroso, si sigues derecho entraras a los confines de un demonio muy poderoso —señaló la dirección a la que iba, a lo lejos podía percibir una especie de domo conformado por árboles—. Lleva varios siglos solo y encerrado para que no lastime a nadie, no creo que disfrute de la compañía, cada invitado que tiene es su cena.

Casi cometía un error fatal, no había sido una gran idea haber salido sin ningún acompañante. Suerte que se había encontrado con la ayudante de los abuelos de Candy.

—Necesito encontrar a Nicolás —dijo como si que fuera un pedido.

—Es extraño que lo busques, pensaba que no le agradaba ningún humano o eso siempre me dijo —comento reflexionando.

— ¿Lo conoces ?—Analía no debía de ser un ser humano normal. Vivían en un lugar sumamente peligroso como para ser alguien normal, conocía seres hábiles, debía de saber más de lo que intentaba mostrar.

—Si, vamos, te llevo —saltó del árbol, cayó de pie y saltó la línea de piedras que limitaba el camino para irse en otra dirección a través del bosque, cuando pasó junto a Ainara ella pudo sentir su perfume, no era ese olor a vainilla con limón que siempre sentía. Era un olor demasiado fuerte y asqueroso, como el del veneno para cucarachas.

Caminaron un trecho en silencio, a Ainara no le gustaba como actuaba, tenía entendido que era peligroso salirse del camino, podrían perderse.

— ¿No deberíamos tener algún tipo de protección o un mapa para no perdernos? —cuestionó.

—No te preocupes niña, hago esto todo el tiempo —respondió.

— ¿Niña? —dijo siguiéndola—. El bosque te cambia demasiado, nunca actúas así estando en la casa.

—En el bosque siento que estoy en mi hogar, me siento segura —apartó una rama de su camino.

<<Es un poco irónico>> pensó Ainara. <<Este es uno de los lugares más peligrosos y es donde más segura se siente, no creo que esté razonando bien.>>

Escuchó un silbido a sus espaldas, un disparó pasó a escasos centímetros de sus orejas gatunas. Se quedó helada, ¿qué rayos pasó? Escuchó un quejido y vio a Analía en el piso, el disparo traspasó su pecho, en un árbol clavado a unos metros se veía ese órgano vital aún latiendo. 

Sus ojos se abrieron a más no poder y se estremeció, nunca había tenido una vista tan grotesca.

Nicolas galopó a su lado, Ainara seguía sin terminar de entender todo lo que sucedía, él la agarró de la mano para que empezara a correr. Cuando la soltó ella se adaptó a su velocidad, no terminaba de entender de que corrían, supuso que de quien le disparó a Analía.

Notó que el joven centauro llevaba un arco y una flecha en sus manos, entonces se percató de que debía escapar de él. Aumentó la velocidad lo más que pudo hasta que logró rebasarlo.

Creyó que lo había perdido, cuando apareció delante suyo. Tuvo que clavar sus pies en la tierra para no chocarlo.

— ¡¿En qué pensabas?! —gritó molesto y tomándola por los hombros.

— ¿A qué te refieres? —preguntó confusa—. ¡Vos mataste a Analía! —le gritó nerviosa.



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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