El diario del agua

Cap. 29: Preocupaciones

Uriel entreabrió sus ojos, sentía calor y había demasiada luz. ¿El desgraciado sol había decidido alumbrar con más fuerza ese día? De golpe recordó todo lo sucedido y se levantó bastante preocupado. 

Lo llevaban utilizando unos guantes especiales, sea quien sea no era ninguno de sus amigos, pero si sabían lo que hacían. 

Se alarmó aún más, luchó por levantarse de donde se había acostado. Lo intentaron retener, todo se volvía aún más estresante, no quería hacerles daño pero al parecer debía cortarlos para ir, podrían ser alguno de los malos. 

— ¡Uriel! —gritaron dos voces conocidas en completa sincronía. Los  gemelos se arrodillaron mientras los enfermeros lo ponían en el piso. 

— ¿Menorcitos? —preguntó bastante cansado—. ¿Qué sucedió? 

—Es algo largo, hermanote —dijo Marcos sonriendo, algo en él se encendió. Ambos lo abrazaron con fuerza, seguía petrificado. Cuando reaccionó les correspondió, aunque odiaba los abrazos igual que la menorcita, además el menorcito odiaba demostrar su cariño... eso era demasiado extraño, el día fue muy extraño, pero se sentía bastante bien. 

Se separaron y en ese momento cayó en cuenta que era plena noche, hace poco había atardecido sino mal recordaba, ¿por qué había tanta luz? 

Subió su mirada y encontró una gran bola de fuego que intentaba ser pagada por los bomberos, Uriel se sentía fatigado e impresionado, él quería ser un bombero, nunca creyó encontrarlo tan de cerca. 

—Ainara y Josefina deben estar por acá —comentó Marcos.

—Debemos llevarlo al hospital, ¿si?— preguntó una enfermera con un toque demasiado maternal. Uriel asintió y caminó con ella hasta la ambulancia, no quería que lo levantaran—. Pronto vendrán a buscarlos a ustedes.

Los gemelos comenzaron a caminar entre el alboroto, las personas iban y venían, buscaban maneras de apagar el fuego.

—Este parece ser un día interminable —comentó Candy, vio una sombra correr a lo lejos—, y te apuesto lo que quieras a que empeorará.  

—Tenemos que encontrar a Josefina, aparece como muerta y si no damos una explicación por ello... tendremos muchos problemas —respondió y le ofreció su mano llena de sangre seca a su hermana—. ¿Vamos más rápido? —su hermana tomó su mano, se colocó el lente en el ojo y un brillo verde marino los envolvió, empezaron a moverse a una gran velocidad.

 Encontraron a Josefina inconsciente en el piso, Marcos la levantó y corrieron para llevarla a un su casa, lo hicieron a una velocidad increíble. No dejarían una explicación y no creía que los padres de Josefina la quisieran, con solo tener a su hija deberían de estar contentos.

Volvieron en un microsegundo a la mansión y persiguieron una sombra lenta que se escapaba con relativa rapidez, dentro de lo que es humanamente posible, cuando se acercaron se dieron cuenta de que eran dos personas encapuchadas corriendo. 

Se pararon frente a ellos y Marcos se sacó el lente para después soltarse de su hermana. 

—Este día fue largo, así que dígannos, ¿Quiénes son ustedes y para qué vinieron hasta acá? —preguntó Marcos con tono cansino. Las heridas estaban sin sanar, por lo que

Las dos figuras parecían nerviosas, tenían un emblema similar al de la aliada de los sueños. Podían no estar allí por ellos, pero si por algún propósito mágico o peligroso.

Uno de ellos se sacó la capucha, dejando ver el rostro de una mujer con ojos rojos y pelo plateado. No parecía teñido, su raíz era del mismo color, al igual que sus pestañas y cejas. Tenía una enorme sonrisa en su rostro, se le hacía de alguna forma familiar, pero no estaba segura en dónde la vio.

—Mucho gusto, chicos. Nosotros somos sus nuevos maestros —respondió alegre la chica.

—Eso debe ser mentira... —le susurró a su hermano, él asintió, no parecían ser personas de confianza. ¿Dos desconocidos querían ser sus maestros así como así?

—Les enseñaremos algo ahora mismo. Solamente acompáñenos a su casa, tenemos permiso de Lilim y Gabriel.

<<¿Lilim? ¿Ustedes dejan a esos extraños que se nos acerquen? >>Esperó un rato la respuesta, pero no llegaba. Nunca había pasado, con o sin ella debían ir a la casa.

Su hermano la miró con preocupación, se acercaron a los que decían ser sus nuevos maestros, y los llevaron de un tirón hacia su casa con el diario de Marcos. Llegaron y los dejaron caer mientras se escuchaban una sucesión de risas, los gemelos se soltaron y llegaron a dos escenas.

Gabriel estaba atado a su cama como un perro mientras se reía a carcajadas, no le gustaba nada como pintaba eso, hasta le daba miedo. Había envoltorios tirados al rededores, su cama estaba desarmada. No había olor a alcohol o a cigarrillo, se acercó a él, sacó su fiel linterna, la cual llevaba a casi todos lados, y alumbró sus ojos, sus pupilas no se contraían ni se dilataban, estaba drogado. Sería imposible preguntarle algo, igualmente lo intentaría. 



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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