El Diluvio

Los infiltrados

— ¿Qué significa exactamente eso de los infiltrados? — preguntó el padre, asombrado.

El líder del lugar se acercó dónde estaban los cuerpos inertes que habían dejado botados, con un cuchillo cortó la piel de la frente de uno de ellos y de un tirón la desprendió, dejando ver cables y conexiones.

— ¿¿¿Robot??? — Marian no podía creerlo.

— En realidad somos unidades cibernéticas con inteligencia artificial, algunos sólo están como relleno en las familias, otros tenemos la misión de cuidar que la nave llegue a la Super-Tierra GJ 1132b con los humanos que tenemos a bordo, sin importar que debamos hacer. Todos nos desactivaremos cuando lleguemos al nuevo hábitat. Hay grabaciones que se proyectarán en cada medio posible de difusión, sobre lo que pasó, y donde encontrar la información de cada uno, para que sepan quiénes son familias de antes, y a quienes se les implantó recuerdos.

— Ahora que sabemos todos nos matarán ¿Verdad? Incluso a los niños.

— Así debe ser, aunque tal vez ellos no sean lo que aparentan, ni yo sé distinguirlos, incluso sentimos hambre y sed. Ya sólo quedan dos años para que termine el viaje, nadie debe saber que pasa.

El padre tomó discretamente una llave de tuercas que había sobre un mueble, golpeó a todos con fuerzas, sin remordimientos ya que sabía que no eran humanos.

— Corran, rápido — los apremió el hombre, que se quedó atrás cubriendo la huida de su familia.

Por suerte encontraron de nuevo una habitación abierta que cerraron apenas entraron, para caer agotados física y mentalmente.

— ¿Qué horror? Papá ¿Yo soy un ser como esos? — preguntó asustada Sofía.

— No, mi amor, nosotros no, recuerda que dijo que algunas familias, no todas. Lo único seguro es que vamos en una nave espacial, no estamos en la Tierra.

Luego del shock inicial, decidieron buscar a los demás, y contarles lo que descubrieron.

— Pero si estamos en una nave ¿Por qué hay una inundación? — preguntó Marian.

— Por ahora lo más importante es informar a todos, eso lo veremos después.

Siguieron subiendo, pero en el camino fueron atrapados por tres robots, cuando los adultos empezaron a luchar con ellos, dos cayeron inmóviles. El tercero pareció sufrir una falla grave.

— ¿Qué diablos les pasa? — Tomás recordó los que vio caer en la central de mando.

— En el computador central... algo pasa... muchos hemos estado funcionando mal... — fue lo último que dijo el ser artificial antes de caer también inerte.

En el camino la familia se miraba con miedo, pensando que en cualquier momento alguno de ellos caería como los androides que vieron. Encontraron una salida, vieron a las personas que estaban refugiándose de la inundación, pero antes que pudieran hablar con alguno de ellos los atraparon de nuevo, y los llevaron con Vargas, el lugar de control ahora estaba inundándose.

— Son muy escurridizos, pero ya todo terminó — dijo contento el líder.

— ¿Qué pasa que no pueden detener el agua? — preguntó Tomás para hacer tiempo y ver si podría encontrar una nueva forma de escapar.

— Un pequeño problema, tal vez la nave se llene, pero muchos de nosotros seguiremos activos para continuar con el plan, no es un problema vital.

— Espera, no has pensado que los humanos morirán.

— Está en nuestro programa que algunos dejarían de vivir en el viaje, lo importante es que lleguemos a Super Tierra.

— Entiende máquina estúpida, morirán. Debe haber una forma de solucionar esto, y salvarnos, sino su misión será un fracaso.

— No, porque llevaremos a los humanos al lugar donde nos dijeron, eso debemos hacer, eso haremos.

Por suerte para ellos más robot cayeron, así que aprovechando la confusión, corrieron y lograron hallar la habitación donde estaban los planes, al revisar encontraron varios esquemas e informes a los que ningún robot había prestado atención, descubrieron que un circuito de la computadora del comando central estaba fallando, si se reemplazaba los seres artificiales volverían a la normalidad, y se detendría la inundación.

— Sé cómo hacerlo, recuerda Tomás que trabajo en nuevas tecnologías por lo de los androides.

— Niños, quédense, mamá y yo volveremos lo antes posible.

Sofía se abrazó a su hermano, asustada.

— Por favor, pase lo que pase queremos estar con ustedes — suplicó Alberto.

—Tomás... yo también quisiera que nos acompañen ¿Y si esto también se inunda? Al menos al subir a la central de comando, estarán a salvo.

— Pero ¿Y si nos descubren?

— Estarán más seguros con nosotros — aseguró la mujer.

Luego de pensarlo un rato.

— Está bien, arreglemos todo y vamos — sus hijos y su esposa le sonrieron, esto lo sobrevivirían como familia, estaban seguros.

Prepararon bolsos y mochilas con las partes para cambiar, comida y agua, encontraron robots botados en el camino, pero al llegar al lugar preciso apareció Vargas con una pistola.

— Nunca pensé que unos simples humanos fueran tan difíciles de eliminar — dijo el robot.

— Entiende, todos morirán, será un gigantesco cementerio lo que llegue a Super Tierra, no cumplirán su misión.

— Llegarán los humanos, esa es mi misión.

— Serán cadáveres los que lleguen — el humano miraba como lograr desarmar al otro.

— Pero llegarán, ahora...

Cuando levantó la pistola, Tomás se lanzó contra él, mientras la madre abrazó a sus hijos y puso la espalda para protegerlos, sonaron varios disparos, hasta que el robot cayó por el mismo desperfecto que los demás, pero el último de los tiros hechos dio en el mecanismo de la puerta del cuarto donde estaba el problema, empezó a cerrarse, en vista de ello Marian tomó la mochila con los repuestos, y se desliza justo antes que se sellará el lugar.

— ¡¡¡Mamá!!! — gritaron los niños golpeando desesperados el vidrio.

— Lo siento mis tesoros, soy la única que puede cambiar estas piezas — el agua entraba rápidamente al sitio donde estaba, ya le llegaba a los tobillos.



#3498 en Ciencia ficción

En el texto hay: misterio, miedo, espacio

Editado: 23.04.2020

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