Yo tenía más que claro que ese hombre no vendría a pedir mi mano, y en el caso de que lo hiciera yo no pensaba aceptar su propuesta. ¡Casarme con el amante de mi prima! NI LOCA, prefería convertirme en una paria social que ser humillada en mi propio hogar.
Ya había pasado la media noche, pero yo no conseguía conciliar el sueño, mi tío se batiría a duelo a la mañana siguiente, y todo por un estúpido malentendido que su hija había originado. Estaba paseando por la casa intentando distraerme cuando me percaté de que la luz del despacho de mi tío estaba encendida. Toqué un par de veces y asomé me cara.
-Tío ¿puedo pasar?
-¿Qué haces despierta?- Preguntó llevándose a los labios el vaso de Wiski.
-Yo siento de veras toda esta situación, pero le prometo que nada hice, solo…
-Te creo, después de verte con el señor MacMin dudo mucho que te hubieras encontrado con otro hombre.- Aquellas palabras me sorprendieron, pero vi en ellas la vía de escape que necesitaba.
-Tío, el señor MacMin me propuso ir a visitar su hogar.- Sabía que aquellas no habían sido exactamente las palabras de French, pero eran mi última baza. –Tío no deseo que participes en un duelo por restaurar mi honor cuando este no ha sido dañado por nadie. Y mucho menos con un hombre que no tiene intención alguna de decir la verdad, porque si lo hace perjudicará a su verdadera amante. –Aquellas palabras hicieron que mi tío pusiera toda su atención en mí.
-¿El hombre estaba con otra mujer en la biblioteca?-Su pregunta sonaba más como una afirmación, a la que yo respondí asintiendo.
-Tío aunque él me hubiera propuesto matrimonio jamás habría aceptado.
-No tienes elección Gloria….
-Sí la tengo, por favor…
-Que propones…- dijo al fin.
Y así fue como descubrí que aquel hombre con el que no compartía ningún lazo de sangre me quería más que mi prima, mi tía y mi propia abuela. Con gran dolor en su mirada y poco convencido, mi tío me proporcionó dinero para que pudiera viajar a las tierras de los Macmin, y de esta manera alejarme de todo el mal que me había traído consigo Londres. Los dos acordamos mantener mi ubicación en secreto hasta que las cosas se calmarán, pero me aseguró que tranquilizaría a mis padres.
…..
Aquí estaba yo, viajando sola a un lugar extraño en un carro junto a tres personas más, una de las cuales apestaba tanto a alcohol que no pude probar bocado durante los tres días que duró el viaje por miedo a vomitar. Al llegar a la frontera pensé que sería sencillo alquilar un coche que me llevara hasta la tierra de los MacMin, pero nadie parecía dispuesto a desplazarse hasta ese lugar. Por ello, tuve que hospedarme en una posada de malamuerte durante una semana. Intentaba hacerme ver lo menos posible y apenas si salía para comer, el dinero que me había proporcionado mi tío me permitiría vivir allí durante un mes, pero no sabía con los altercados con los que me encontraría al reunirme con French, por ello no deseaba gástalo todo.
-¡Señorita!- la mujer del posadero llamó mi atención.- Le he encontrado acompañantes, un matrimonio de granjeros pueden dejarla a un par de horas caminando del castillo Macmin.- Dijo con una gran sonrisa de satisfacción.
- ¡Gracias! No sabe usted la alegría que me da.- Respondí realmente emocionada por poder dejar aquel lugar.
-Bueno yo no estaría tan contenta si me dirigiera a ese lugar, son tierras peligrosas, los MacMin son uno de los clanes más temerarios… ¿está usted segura de que quiere ir allí?
-Claro…- Que más podía hacer, una vez llegado hasta aquí no podía echarme atrás.
-Si esa es su elección… saldrán la madrugada del viernes.
Volví a mi habitación con un sabor agridulce, por fin podría llegar a mi destino, pero qué iba a decirle a French… por no mencionar que las palabras de aquella mujer no me habían tranquilizado ni un poquito.
…
La pareja de granjeros me permitió ir sentada en la parte trasera de su carromato, dos jornadas compartí mi viaje con ellos, pero al atardecer del tercer día llegó el momento de despedirnos. Me dieron las indicaciones pertinentes y yo cogí mi pequeña bolsa de viaje y comencé a caminar.
-¡Por Dios!- Exclamé cuando caí al suelo por segunda vez. Mi atuendo estaba hecho para servir de escaparate, no para ser práctico. El vestido era demasiado largo y constantemente me tropezaba con él, los zapatos tan finos llenaron todo mi pie de ampollas, el apretado corsé no me permitía respirar libremente y por último me dolían los hombros de cargar con aquella pequeña maleta. ¿Faltaría mucho para llegar? El matrimonio me había asegurado que si seguía el camino no había pérdida, que llegaría al castillo poco después de comer, pero la tarde llegaba a su fin y la pendiente de la montaña no parecía dispuesta a disminuir.
Cuando el sol ya comenzaba a esconderse divisé el castillo de lejos, intenté acelerar el paso para lograr llegar lo antes posible, estaba tan cansada que las lágrimas saltaban de mis ojos sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Y así, dejando hasta mi alma por el camino logré alcanzar las primeras casas cuando la luna ya lucia con todo su esplendor en el firmamento. Llamé a un par de puertas, pero parecía que toda la aldea estaba desierta. Conforme me acercaba al castillo la música iba aumentando.