El Disfraz De La Realidad

IX

-¿Dónde estabas?- Exclamó.

-¡En el pueblo!- Respondí algo asustada.

-De ahora en adelante tendrá prohibido salir del castillo sin consultármelo primero.- Sentenció a la espera de mi protesta, pero yo no dije nada, al fin y al cabo ese era su clan y yo una intrusa, él tenía todo el derecho a imponen sus normas. – Y ahora pase a mi despacho.

Yo le seguí en silencio contemplando la hermosa decoración que recubría los pasillos.

-Quien decorara el castillo tenía un gusto impecable- dije sin poder evitar olvidar 19 años de buenos modales.- Seguro sería su madre, porque no me lo imagino a usted realizando tal tarea.

-Fue mi abuela.- respondió con una suavidad que nunca me habría imaginado en él.- Pase.- dijo indicándome que entrara en el interior de una estancia.

Una vez en el interior, cada uno se sentó a un lado del escritorio, y ante el incómodo silencio que se extendió decidí intervenir.

-Quizás podríamos empezar de nuevo- propuse consciente de que el mal carácter de aquel hombre no podía ser su verdadera forma de ser. Él me miró dudoso y sorprendido.

-Yo…- parecía dispuesto a hablar, pero tan pronto como comenzó pareció que algo se lo impedía.

-Si… usted….- dije burlándome un poco de él.

-Yo tengo que preguntarle algo importante.- Yo le atendí intrigada, ¿qué más sorpresas podía darme el día de hoy?- ¿Qué le dijo la Scone?- Yo estaba a punto de decírselo cuando las palabras de aquella anciana resonaron en mi cabeza.

-¿Por qué debería confiar en usted?- pregunte firmemente.

-¡Dímelo!- dije golpeando la mesa y perdiendo las formas.

-Justo así es como se piden las cosas. Sí señor.- respondí fingiendo que su mal temperamento no me afectaba en lo más mínimo, cuando realmente estaba aterrada.

-¿Sabe qué señorita Sant? Creo que no es consciente de que se encuentra a mi merced… estoy seguro de que no me equivoca al afirmar que nadie sabe que usted está aquí, y por lo tanto, nadie la buscará o me acusará de nada…- El tono amenazante que adquirió la conversación me erizó los pelos.

-Su- su hermano sabe que estoy aquí.- Dije con voz temblorosa.

-Permíteme sacarle de dudas.- Respondió mostrándome una carta.- Esto me llegó un par de días después de que tú aparecieras por aquí, como puedes ver mi hermano asegura que cumplirá con su misión en el norte y que solo lamenta no poder venir aquí y pasar un tiempo con Jonathan… Créeme, si le importaras un poco, o por lo menos supiera que estás aquí no aceptaría su misión en el norte. – Yo estaba segura de que French no sabía de mi presencia en el castillo, al fin y al cabo yo no le había dicho que vendría y dudaba mucho que mi tío lo hubiera hecho.

-Amenáceme lo que desee… me necesita más usted a mí que yo a usted.- Mentí descaradamente.- Así que… si de verdad desea saber lo que dice la Scone o cómo se llame deberá hacer lo que me dijo la anciana… demuéstreme que usted participa de mi destino o jamás le diré lo que leo.

-¿Qué anciana?- preguntó abriendo mucho los ojos. Parecía que aquello era lo único que había escuchado de mi discurso. - ¿Qué anciana? – volvió a preguntar.

-No lo sé una que apareció de repente.- Respondí sin comprender la relevancia de aquello.

-Por favor…- dijo suplicante.- Si vuelves a verla dile que necesito que se muestra ante mí.- Aquello sí que era extraño.- Si consigo hablar con ella te daré lo que quieras.

Y ahí terminó nuestra conversación. La mención a aquella anciana había hecho que olvidara cual era la finalidad de aquella “amistosa” charla, pero no iba a ser yo la que se lo recordara.

…………………………………….

Estar recluida en el interior del castillo jamás podría haber sido considerado un castigo, todo en él era maravilloso. Los primeros días los pasé en soledad, pero pronto descubrí donde estaban las cocinas y me pasaba el día entero ayudando a las mujeres que allí trabajaban. Es cierto que mi ayuda era mínima, la verdad es que era negada para la cocina. Lo único que sabía hacer eran galletas, y siempre se me quemaban.

-Bu-buenas ta-tardes- Balbuceó alguien a mi espalada, mientras yo luchaba contra la masa de pan.

-Buenas tardes- dije volteando el rostro para encontrarme con un hombre de unos treinta y tantos grande y pelirrojo.

-Tú, tú tienes que ser nueva…- Su tartamudeo mostraba que algo no iba bien en él y al contemplarlo comprendí que ese no era un hombre corriente.- So-Soy Jonathan… ¿y- y TÚ?

-Buenas Jonathan, yo soy Gloria- Es un placer conocerte. –Dije sacando mis manos de la masa y limpiándolas.

-¿Tra-trabajas aquí? – Preguntó mientras cogía un par de galletas y las devoraba.

-Bueno, no exactamente…- respondí sin saber muy bien que decir.

-¡Genial!- Exclamó entusiasmado.

-¿Por qué es genial?- pregunte intrigada.

-Mi- mi hermano dice que-que no puedo molestar a la gen-gente mientras trabaja, pe-pero si no trabajas a-aquí puedes ju-jugar conmigo.

-Eso sería estupendo.- Respondí viendo cómo se dibujaba en su rostro una enorme sonrisa.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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