El Disfraz De La Realidad

XVI

-Buenos días mi señora.- La voz de Mary, mi doncella, me sacó de mis sueños. Era extraño volver a verla por mis habitaciones, desde que usaba pantalones apenas si necesitaba su ayuda, y ahora que era una mujer casada el Laird se ocupaba de ayudarme, y la verdad por extraño que pareciera, parecía gustoso de hacerlo.

-¿Dónde está mi esposo?- dije alzando la cabeza y contemplando el otro lado de la cama vacío.

-El Laird me envía a despertaros. Dijo que estarías muy cansada y que necesitarías horas de sueño.- Yo no pude evitar enrojecer al escuchar aquellas palabras y pensar en los acontecimientos que me habían mantenido despierta gran parte de la noche. – Además, me mandó deciros que abrierais vuestro guardarropa.

Aquello me intrigó, salí de la cama, me coloqué la gruesa bata y corrí al guardarropa.

-¿Qué se supone....? – La pregunta murió en mis labios en el momento en el que contemplé cuatro hermosos vestidos. Mi mano recorrió aquellas preciosas telas.- ¡Qué colores! – No sabía que decir.- Tengo que agradecerle.- Dije dirigiéndome a la puerta.

-Señor MacMin.- dije entrando sin previo aviso a su despacho y comprendiendo que aquello había sido un error. No únicamente porque se encontraba reunido con algunos caballeros, sino porque lo único que me protegía de la desnudez era mi bata de dormir.

-Señores... -dijo el Laird serio.- Continuaremos con nuestra conversación en otro momento. -Aquellos hombres se levantaron sin decir palabra y tras una inclinación a mi persona desaparecieron.- ¿¡Cómo se te ocurre salir así de la habitación!?- Gritó enfadado.

Yo no respondí, él tenía toda la razón del mundo para estar enfadado, pero nada de lo que dijera menguaría mi felicidad. Los vestidos eran un símbolo, él me escuchaba cuando le hablaba, sabía lo mucho que odiaba llevar pantalones, lo mucho que echaba de menos mi hogar y mi adoración por los colores vivos.

-¿Estás seguro de que quieres que me vuelva a la habitación?- dije acercándome a él lentamente- ¡Gracias!- dije una vez sentada sobre él.- No te enfades, estaba tan emocionada con los vestidos nuevos que no me percate de mi atuendo.

-Te lo debía por el que rompí nuestra noche de bodas.- Dijo dibujando una sonrisa en su rostro.- Además, creo que ha valido la pena... pero no lo vuelvas a hacer, cualquiera podría verte.- Dijo antes de besarme.

.......

-Señor MacMin ¿Cuándo podré escribir a mi familia?- pregunté un día durante la cena.- Ya hace dos meses que nos casamos, y contando el tiempo que llevo aquí... mi familia lleva más de cuatro meses sin saber de mí.- comenté melancólica.

-Creí que había quedado claro en el contrato. Hasta que usted señora MacMin no me dé un hijo, no podrá.- Yo miré ceñuda mi plato, eso podía no llegar a suceder nunca.- Te propongo un nuevo trato- dijo captando mi atención- Si en un año no hemos concebido un hijo podrás escribirles.- Yo alcé la cabeza sin poder evitar sonreír, aquello aceleraba un poco las cosas, no obstante al verle la cara comprendí que no había terminado de hablar.- pero debemos intentarlo con más intensidad.- Añadió sonriendo con malicia.

-¡Más!- Exclamé sin poder evitarlo.

-¿Por qué gri-gritas?- preguntó John. Él cual había permanecido absorto en su plato hasta el momento.

-Siento mi tono John, pero tu hermano parece no controlar su lengua.- Dije con seriedad.

-Jonathan- dijo el Señor MacMin llamando la atención de John.- 
¿A qué te gustaría tener un sobrino?- John no parecía muy convencido, por eso añadió.- Así tendrías a alguien con quien jugar siempre.

-¡Sí! Yo-yo quiero un so-sobrino. Así tú y Gloría podrías se-seguir ju-jugando en la cama y-y yo no te-tendría que ir a por ella.

Aquel comentario me dejó tan perpleja como al señor MacMin, solo que él comenzó a reírse a carcajadas.

-No sé dónde ves la gracia- dije seria.- Nunca te ríes y si lo haces es justo cuando no toca.

-No te enfades mujer, Jonathan no es un niño.

-Es- es verdad yo-yo soy más mayor que Deimon.

-Lo se cariño, pero Deimon es el Laird y debe cuidar lo que dice. Deimon díselo...- Miré al señor MacMin, pero en su rostro ya no había rastro alguno de diversión- ¿Qué ocurre? – Pero mi pregunta no obtuvo respuesta alguna ¿qué habría ocurrido para que este hombre cambiara así de rápido su semblante?

-Señora- interrumpió una mujer en el salón- La señora Kate quiere saber si cuando termine usted de cenar desea ayudarla a preparar el menú.

-Sí.- dije viendo una escapatoria ante aquella situación que no comprendía.- Buenas noches John.

Preparar el menú fue más interesante de lo que habría podido imaginar. En la cocina había unas diez mujeres, todas sentadas alrededor de la mesa y cada una realizando una tarea. Unas jugaban a las cartas, otras remendaban telas, otras preparaban algún alimento... pero todas participaban al mismo tiempo de la conversación.

Una vez terminado el menú y la animada conversación subí a las habitaciones con una tonta sonrisa de felicidad en el rostro, nunca me había divertido antes en una reunión de señoras.

Entré en silencio en el cuarto y comencé a desvestirme sigilosamente, la verdad es que en momentos como aquel agradecía llevar pantalones y poder ser más independiente. Me introduje en el interior de las gruesas mantas y contemplé el fuego.

-AAH- Di un respingo al sentir a mi marido abrazándome por detrás.

-Nunca habría podido imaginar que costaba tanto preparar un menú- dijo divertido.

- ¿No estás enfadado?- Pregunté extrañada por el tono de voz que había empleado.

-¿Por qué debería estarlo?- Preguntó haciendo que girará mi cuerpo y lo tuviera enfrente de mí.

- No lo sé. Cuando me fui del comedor parecías algo... bueno tenías una cara de lo más seria.- él me besó como toda respuesta.- Esto no me vale- dije entre besos.

-Entonces- dijo sonriendo.- Eso quiere decir que estoy perdiendo facultades.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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