-¡Oh vamos Deimon!- Llevaba semanas persiguiendo a mi marido para conseguir algo más que besos, pero él temía hacer daño al bebé.- Jamás podría haber imaginado que tendría que ser yo la que te suplicara a ti- Dije algo irritada.
-Cariño, no es que no quiera. Créeme, es que...- Dijo señalando mi prominente vientre.
-Sabes que la señora Kate me ha dicho que no pasa nada. Es más, me ha dicho que disfrute ahora, que después del parto pasará un tiempo largo hasta que podamos volver a ...- Estaba tan desesperada que hasta había hablado del tema con la señora Kate, ahora sólo de pensarlo se me caía la cara de vergüenza.
-Esperaré lo que haga falta.- dijo él volviendo a poner sus ojos en el libro que estaba leyendo.
-¡No quieres estar conmigo!- estaba claro que mi nueva condición no era atrayente, pero tampoco consideraba que fuera repulsiva.
-No digas tonterías.- respondió dejando el libro de lado y tomándome de la mano.- Es horroroso verte y dormir a tu lado, ¡pero no porque me desagrades mujer! Tengo tantas ganas de estar contigo que creo que tendré que comenzar a dormir en otra habitación. – Añadió sorprendiéndome.
-¿Pero no era esa la clave de un matrimonio feliz?- Pregunté recordando las palabras que me había dicho para explicarme porque debíamos compartir habitaciones.
-¡Imagínate como estoy!- Dijo pasándose la mano por los cabellos.
-Pues podemos remediarlo.- le dije coqueta.
-Gloria...- dijo en tono de advertencia.
-¡Ah ERES INSUFRIBLE!- Exclamé dando la vuelta.- ¡Pues yo no PUEDO ESPERAR! Si tú no puedes darme lo que quiero tendré que buscar a otro que sí que lo desee.- Por supuesto que aquello no era cierto, pero desde que lo vi en mi habitación mi cuerpo sólo me pedía una cosa.
-Ni hablar.- dijo lanzando el libro y atrapándome entre sus brazos.
-Deimon... por favor...- dije besándole el cuello.
-Prométeme que si al bebé le duele me lo dirás.- Dijo rindiéndose.
-No le dolerá.- Dije muy segura de mis palabras.
-Prométemelo.- Insistió preocupado.
-Lo prometo.- Por fin iba a conseguirlo- ¡Ahhh!- O no. Un agudo dolor me hizo retorcerme y gritar estrepitosamente.
-¿Llega el bebé?- preguntó Deimon revisándome de arriba abajo en busca de alguna herida.
-¡Síii!- dije tirándole del pelo al volver a sentir aquel agudo dolor.- ¡Qué oportuno!
No mentiré diciendo que el parto fue algo insignificante, porque fue horrible, sentí que me desgarraba y quise matar a Deimon por haberme dejado embarazada, pero también es cierto que valió la pena. Una vez tuve a mi precioso niño en brazos, supe que volvería a dar a luz cien veces sólo por verlo.
Deimon se acercó a mí algo receloso. No se había separado de mi lado ni un segundo, pero la verdad es que le había golpeado y arañado durante toda la labor de parto.
-Jamás pensé que... no volveré a hacerte pasar por esto...- murmuró sin prestar atención a nuestro hijo.
-Yo sí.- dije sinceramente.- Gracias por no haberte separado de mi... has visto... es increíble que este niño sea fruto de nuestra unión.- dije mostrándole al bebé.
Él no dijo nada más, se acurrucó junto a mí y se dedicó a observar a nuestro hijo con una sonrisa tonta en el rostro.
Un par de días después del parto Deimon entró en nuestras habitaciones en el preciso instante en el que depositaba a Logan en su cuna. Me giré y contemple el semblante serio de mi marido ¿qué habría pasado esta vez para que estuviera así de enfadado? Yo no era consciente de haber hecho nada malo... bueno no tan malo.
-Nuestro matrimonio empieza ahora...- dijo tras haber tirado algo a las llamas de la chimenea.
-¿Qué quieres decir?- pregunte confundida- Creo que esto indica lo contrario- añadí señalando a nuestro hijo. Deimon comenzó a reír y eso me hizo preocuparme todavía más.- Yo no lo encuentro gracioso...
-Te amo, y no quiero un matrimonio limitado. Quiero amarte siempre pase lo que pase, sin restricciones ni condiciones. Quiero hacerte feliz y complacerte... - Yo me acerqué a él y lo miré con ternura, casi sin poder retener las lágrimas en los ojos.- Creo, bueno, estoy seguro de que hasta ahora no lo hemos hecho bien... un matrimonio no puede ceñirse a unas normas ... quiero un matrimonio pleno...- dicho esto no pude evitar besarlo.
-Eres asombroso- le dije entre besos mientras él me estrechaba entre sus brazos.- ¿Eso quiere decir que ya puedo tener un amante?- dije con picardía.
-Yo quiero hacerte feliz .- Dijo Deimon la mar de calmado.- Pero la unidad matrimonial limita nuestro matrimonio a ti y a mi nena...- Yo reí ante la forma de decir aquellas palabras.
-¿Qué es lo que has tirado al fuego?- pregunté curiosa.
-Nuestro contrato matrimonial.
Soy incapaz de expresar con palabras la profunda alegría, el amor y la plenitud que sentí en aquel momento. Ahora sí que íbamos a hacer las cosas bien, ahora sí que éramos verdaderamente marido y mujer, y yo no pensaba dejar que él se arrepintiera de esa decisión ni un sólo día de nuestras vidas y estaba segura de que Deimon tampoco dejaría que yo me arrepintiera de habernos casado.