Agosto 15, 2012
—Los clichés se rompen, al menos en mi historia. — La terapeuta mira seriamente a la chica sentada frente a ella mientras se acomoda en su sofá.
“Genial”
Pensó la chica.
“Ahora querrá que explique lo que quiero decir con lo que le solté”
Y en efecto. La terapeuta la miró seria mientras formulaba la siguiente pregunta.
—¿Qué quieres decir con eso?
La chica Ravenson miró seria a su terapeuta, a la mujer que desde inicios de ese nuevo ciclo escolar la había comenzado a tratar. Había decidido tomar la terapia que le sugirieron a su padre. Más que nada porque quería tener una buena relación con ellos; con Hernan su padre; con Anastasia, la esposa de su padre; y con Baylee, su media hermana. Sabía que las circunstancias habían sido las incorrectas. Y que por ello debía de mejorar internamente, porque sabía que era lo correcto.
La chica Ravenson suspiró mientras se acomodaba en el sofá, acomodó sus manos y sus pies, suspiró pesadamente y luego comenzó a hablar.
—Durante años se ha creído que son los hijos de la denominada "casa chica", que es la casa o la otra familia de un hombre, aquellos que reciben menos amor del hombre que tiene dos familias; la del matrimonio y la de su amante. Se ha creído que somos nosotros, los de la "casa grande" los que lo tenemos todo; desde los días completos con papá y mamá. Los mejores cumpleaños y hasta su presencia en los eventos más ridículos que los institutos pueden organizar para celebrarlos a ellos, nuestros padres. Pero créame que no es cierto. No siempre es así. En mi caso, por ejemplo, mi padre o mejor dicho, el hombre que aportó cierta cantidad de genes para mí creación, nunca estuvo conmigo, al menos no como a mí me hubiera gustado; asistió a un solo evento en toda mi formación académica. No tuvo la oportunidad de verme haciendo algún baile ridículo en el día del padre, no estuvo en ninguna de mis presentaciones en la semana de la ciencia y la tecnología, mucho menos en mis ceremonias de graduación, y lo más terrible, es que tampoco estuvo en ninguno de mis cumpleaños. Al menos no en uno que recuerde.
“Ni siquiera el día en que murió mamá” Pensó, Haylee no creía que fuera tiempo de decirle eso a la mujer sentada frente a ella.
La chica Ravenson tenía pocos recuerdos con su padre. Y es que su madre tampoco tenía muchas formas de comprobarle que él sí estuvo en varios de esos momentos importantes y que ella no recordaba.
Hernan Ravenson había sido nombrado el mejor cardiólogo en el estado de Pensilvania, y considerado un padre de familia perfecto, al menos en los primeros años para ella lo fue, y amaba posar en aquellas fotos familiares para esas revistas, amaba que la arreglaran y la pusieran tan linda como para llamarla "princesa". Pero nadie conocía la verdad detrás de esas fotos.
Al no obtener respuesta por parte de la terapeuta escolar, la chica Ravenson sintió la necesidad de continuar.
—¿Quieres saber dónde estaba ese hombre que dice ser mi padre? —La terapeuta la miró, movió la cabeza de arriba a abajo en modo de confirmación y entonces la paciente suspiró y le dijo lo que quería escuchar. —Él estaba con su otra familia, en la "casa chica", donde vivía con su amante y su otra hija.
La terapeuta la miró sorprendida, sabía que el padre de su paciente era un hombre respetable, eso es lo que había demostrado en varias ocasiones.
—¿Estás hablando de Baylee y de su madre? —La hija menor de Hernan Ravenson miró a su terapeuta y asintió mirando sus pies.
—Sé que lo dices por el parecido, así que sí, has dado en el clavo, ella es mi media hermana. Y aquí un dato curioso—Se acomodó en el sofá que estaba ocupando y sonrió de oreja a oreja, su terapeuta sabía que estaba intentando disimular la parte de odio, o coraje que sentía por su padre y su media hermana. La terapeuta le dejó continuar. —, ella y yo nacimos el mismo día, ella por un parto prematuro, pero, aun así, en el mismo día, el mismo mes, el mismo año. Se supone que yo soy la mayor, si hablamos por el tiempo de gestación, pero ella llegó antes, tres meses antes, el mismo día que yo, solo que con unos pocos minutos antes de diferencia. Así que, en teoría, en el acta consta que ella es la hermana mayor. Y, adivina qué. —La terapeuta la mira mientras se acomoda lista para hacer alguna anotación.
—¿Qué quieres que adivine? —La chica frente a ella le regaló una sonrisa cínica, la terapeuta sabía que no le importaba demasiado lo que estaba pensando sobre ella. No le importaba el diagnóstico que le fuese a dar a la escuela, a su padre. Nada de eso le importaba. Lo que más le importaba en ese momento era desahogarse y deshacerse de todo eso que la hacía sentir mal y que no le gustaba sentir; más porque eso le impedía disfrutar de su nueva vida. Quería ser feliz, quería disfrutar de las segundas oportunidades que le estaba dando la vida y su nueva familia.
—¿Puede adivinar con quién estaba él el día de nuestro nacimiento? Solo tienes que elegir entre mi madre y la madre de Baylee. —El silencio es aterrador, pero su espera lo es más, así que la chica decide responder a su propia adivinanza. —Él estaba con la madre de Baylee. Siempre han sido ellas. La amante y la hija bastarda. Su otra familia, las que han estado como sus prioridades, y me cansé de eso, más después de haber visto que su relación con ellas es mejor de la que tenía con nosotros en Pittsburgh.