El Egocentrista

En la escuela

En una mañana de lunes, donde los primeros rayos débiles de sol entraban por las ventanas con las cortinas a medio cerrar, Marck abrió sus ojos, se estiró perezosamente en su enorme cama acolchonada, miró hacia el reloj que marcaban las cinco de la mañana, estiró la mano hacia el interruptor encendiendo las luces del cuarto, se levantó de su cama, como enfrente había un gigantesco espejo, el chico dirigió su vista, estaba enfundado en una pijama de ceda muy varonil de color azul marino, observó algunos cabellos rubios oscuros medio desgreñados y sus ojos azules medio adormilados, sacudió su cabeza para despertarse del todo, se quitó primero la camisa de la pijama y se observó, tenía el abdomen marcado asiendo juego con sus pectorales, sus brazos también reflejaban músculos aunque no eran exagerados, después de ello se dirigió al hermoso cuarto de baño de un blanco impecable lleno de espejos en los puntos meramente indicados.

Después de duchado al salir encontró en un sillón su ropa y uniforme dispuestos, el joven comenzó a vestirse, se quedó en camisola y con el pantalón de colegio iba dispuesto a salir, pero se detuvo en la puerta, regresó al sillón y tomó la camiseta blanca y se la puso, bajó al segundo piso dirigiéndose al enorme balcón donde se encontraba el desayunador de cristal, ahí ya se encontraban sus padres aguardándolo.

—¡Buenos días! —saludó con una gran sonrisa y abrazó muy cariñoso a cada uno de sus padres.

—¡Buenos días! —contestaron ambos.

El desayuno se sirvió, por lo que se dispusieron a degustarlo.

—¿Cómo amaneciste cariño? —preguntó su mamá cariñosamente.

—Bien, mamá, y ustedes ¿qué tal?

—Bien, cariño.

—Sí, muy bien —contestó el padre.

Desayunaron en silencio, una vez acabado el desayuno, Marck subió a su cuarto, se metió al baño a cepillarse los dientes, luego salió a terminar de vestirse. Mientras se anudaba la corbata la puerta se abrió.

—¿Ya estás listo, cariño? —preguntó la Señora Claudia (que así se llamaba la madre de Marck)

—Ya casi, mamá.

—Bueno, para irte a dejar… ¿irás conmigo esta vez verdad?

—Sí. La semana pasada me fui con mi padre, esta es su semana —dijo el joven con una tierna sonrisa.

—Bien, te espero en la sala.

El chico asintió con una leve sonrisa, terminó de anudarse el nudo de forma impecable, tomó su mochila y descendió, encontró a su madre aguardándolo en la sala con llaves en mano. Salieron de la casa enfrente estaba un BMW de color gris descapotable. Ambos se subieron al coche.

Mientras iban en la carretera Marck bajó la ventana, el viento fresco le alborotaba el cabello, de pronto escuchó la risilla de su madre, lo que le hizo voltear, viendo que su madre peleaba con su cabello que se ponía en la cara por el viento, de inmediato él cerró la ventana. Así llegaron al colegio en silencio. El joven bajó del auto y volteó a ver a su madre.

—Hasta luego.

—Hasta luego, cariño —respondió Claudia.

El joven avanzó muy erguido, con ese porte que lo caracterizaba, entró al edificio, se dirigió a su casillero, metió unos cuadernos y libros a su vez sacó un par, al cerrar el casillero se encaminó en el pasillo dirigiéndose al salón de clases, en eso se le unieron dos chicos, Henri Mantica y Louis Prego, sus amigos.

—¿Qué hay? —dijo Henri.

—Nada —expresó Marck.

—¿Qué haremos hoy?

—No lo sé… ya veremos luego, ahora hay que entrar a clase… ya casi son las siete.

—Ay sí.

Entraron al salón acomodándose cada uno en su puesto, a la primera hora recibían geografía, la unidad era geografía general de América, con el tema crecimiento de la geografía de los USA.

—Como sabemos, en América el país más influyente es Estados Unidos, ya que su economía, crecimiento tecnológico, son de influencia en nuestro continente, por eso es importante su estudio, aunque no seamos del país. En este caso estaremos viendo un poco de historia y para ver cómo fue creciendo geográficamente Estados Unidos al momento en que cada estado se iba uniendo.

Todos los alumnos se concentraron en la clase, los minutos transcurrieron con lentitud, aunque no se sintió mucho ya que la clase les interesó, siendo bastante dinámica. El timbre sonó indicando el cambio de clase, los jóvenes salieron de los salones, inundando los pasillos. El grupo de amigos se dirigió a los casilleros. Cuando Marck abrió el casillero una nota rosada calló al piso, el joven se agachó recogiéndola.

—¿Otra admiradora? —preguntó Louis.

—Sí.

—¿Qué dice? —inquirió Henri con curiosidad.

—Ok… parecen viejas curiosas ustedes —indicó Marck.

—Anda deja de hablar y lee —insistió Louis.

—Bien dice:

Querido Marck: Deseaba decirte que estoy enamorada de ti, eres el chico más lindo que mis ojos han visto. Es una dicha para mí el solo mirarte, mi día se alegra con tan solo eso… mirarte, ver tus bellos ojos, tu cara, eres totalmente lindo. ¡Cómo deseara que tú me voltearas a ver! Sería la mayor dicha para mí. No revelaré quien soy.”      Atte.: Tu mayor admiradora.




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