El Elegido de Cranoa

Capítulo II: Los Amigos, La Familia, Los Rivales.

Sintió que algo le golpeaba el brazo. Sin embargo, aún no era capaz de moverse. El golpe se repitió, esta vez más fuerte. Intentó darse la vuelta para descubrir de dónde provenía la molestia y notó que de a poco recobraba la movilidad. El tercer impacto llegó con la fuerza necesaria para obligarlo a soltar un grito, cosa que lo ayudó a recordar cómo mover los músculos de su cara.

Con gran esfuerzo logró abrir sus ojos.

— ¡Al fin te despiertas! —dijo una voz femenina—. Golpearte con el puño se estaba tornando aburrido. Estaba por ir a buscar un palo o algo más duro para ver si reaccionabas— Axel, desde el lugar donde se había quedado dormido, pudo ver a una niña de doce años con la típica piel bronceada de los habitantes de Cranoa y de un largo pelo negro que, como era habitual, llevaba atado en una trenza a su espalda.

Esa niña era su mejor amiga.

—Muchas gracias Reggie —replicó mientras se frotaba el brazo en el punto donde había sido golpeado—. La próxima vez intenta despertarme de una manera menos agresiva. Llamarme por mi nombre por ejemplo.

Reggie pareció meditar el pedido de su amigo.

—No —dijo encogiéndose de hombros—, me gusta más mí manera. Es divertido. De cualquier forma deberías agradecerme; todavía no es hora de dormir: no has hecho todas las tareas que te corresponden y ya queda poco para que anochezca.

Axel miró el sol y supo que su amiga no mentía. No recordaba como se había quedado dormido pero debía apurarse si quería terminar con sus tareas. Tan solo quedarían cuatro horas de luz. Como estaban en verano, los días eran largos y se les podía sacar provecho. Los habitantes de Cranoa, a excepción de los que estaban obligados por sus tareas, procuraban evitar salir de sus casas por las noches para cuidarse del frío y la oscuridad.

«Frío», pensó. Empezaba a recordar el extraño sueño que había tenido.

En realidad podría haber sido un sueño como cualquier otro, carente de significado. Sin embargo, tanto su sentimiento de necesidad hacia ese fuego, su desilusión al perderlo y el frío que llegó luego, habían sido demasiado reales para tratarse de un simple sueño. ¿Por qué soñaría algo así?

«No estás listo», le había dicho la voz. Tres simples palabras que le habían dolido tanto como si le hubieran dicho «Te estás muriendo». Jamás había escuchado que un sueño tuviera tanto poder en una persona como para hacerle sentir frio, calor, dolor…

— ¡Ay! ¿Puedes dejar de hacer eso? —Reggie parecía haberse aburrido de esperarlo, por lo cual decidió volver a golpearlo.

—Disculpa, creí que te habías dormido con los ojos abiertos —replicó ella haciéndose la inocente—. Cuando termines de meditar o lo que sea que estés haciendo: ¿me ayudarías a llevar la leña hasta las cabañas? —Si bien fue una pregunta, su tono de voz le daba a entender que, de no acceder, la chica volvería a su plan de «pegarle a Axel». Como ese plan no era muy conveniente para él, Axel asintió y se levantó.

Caminó unos metros hasta un barril lleno de agua y se lavó la cara para despabilarse. Mientras las gotas escurrían por su rostro, Axel pudo ver la piel clara y el cabello rubio de un niño de doce años que le devolvía la mirada en el reflejo del agua. Al verse pensó que ya era hora de cortarse el pelo: no le gustaba dejárselo crecer ya que nadie más en toda Cranoa tenía el cabello de ese color y los demás niños solían burlarse.

A su alrededor, los habitantes de Cranoa seguían con su vida, ajenos a los pensamientos de Axel. Mucha gente que ya había terminado sus tareas volvía a sus casas a pasar tiempo con su familia y disfrutar del calor del verano. Otros seguían labrando la tierra o llevando comida hasta los almacenes públicos, donde otros ciudadanos se encargarían de repartirla a todos los hogares. Los niños más chicos jugaban y corrían por las calles de tierra mientras una mujer rezongaba a un pequeño que había chocado con un grupo de ancianos que, vistiendo sus largas túnicas, reían intentando tranquilizar a la madre diciéndole que había sido culpa de ellos por acercarse demasiado a la peligrosa zona de juegos.

La gran Montaña del Sol, visible desde cualquier punto de Cranoa, creaba un hermoso paisaje junto a las pequeñas casas de barro y madera que se extendían por todo el valle. A todos lados donde se mirase, el ambiente era de felicidad. 

Volviendo a la realidad, Axel se reunió con Reggie. En Cranoa se distribuían las tareas de modo tal que todos ayudaran durante los meses cálidos a reunir lo necesario para sobrevivir al invierno. A pesar de su corta edad, Axel y Reggie debían colaborar.

Ese día les habían asignado el transporte de leña hasta el centro de la ciudad, donde luego sería repartida de puerta en puerta a las casas de las familias, de acuerdo a la necesidad de cada una. En verano no se necesitaba más que para cocinar y, quizás, en alguna noche fresca para calentarse.



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En el texto hay: sangre, amistad, guerra

Editado: 28.02.2019

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