El Elegido: ¿destinado a qué?

Capítulo 1: Incertidumbre

Izan saltó hacia atrás y esquivó el auto por poco llevándose apenas un leve golpe. Sus reflejos le salvaron la vida. El vehículo siguió de largo y se estrelló contra la lámpara que estaba frente a su casa. Izan cayó al suelo, cubierto de lodo, temblando y confundido. No dijo nada y se levantó despacio. Hasta ese día, no se había dado cuenta de lo frágil que era la vida.

Los relámpagos iluminaban la oscura calle cada cierto tiempo, y cada vez que lo hacían, Izan podía ver más detalles del auto: era rojo, convertible, con un diseño cuadrado y tosco. En el asiento del conductor había una criatura extraña, con orejas puntiagudas y piel verde con tonos azules. Llevaba un sombrero café en la cabeza. Izan se acercó con cautela al frente del auto para ver mejor a la criatura.

—Parece un extraterrestre —pensó, con una mezcla de curiosidad y miedo—. No se parece a nada que haya visto en la escuela o en las calles... Está murmurando algo. Izan trató de escuchar lo que decía el alienígena, pero el sonido de la lluvia se lo impedía. Solo logró entender unas palabras:

"Infelix qui electus"

—¿Qué significa eso? —se preguntó Izan, intrigado. Frunció el ceño y se inclinó para verle el rostro, pero cuando estaba a punto de hacerlo, Izan sintió una gran pesadez. Su cuerpo se hundió en el suelo como si tuviera una tonelada encima. Su vista se oscureció y perdió el conocimiento. De repente, Izan despertó sobresaltado y se quedó quieto unos segundos, mirando al vacío. Tenía el corazón acelerado y el sudor frío en la frente. Cuando se volteó para agarrar su teléfono que estaba en la cama, vio la hora.

—¡¿LAS 6:40?! —exclamó, con los ojos pelados—. ¡No puede ser! ¡Hoy es el día del evento de aspirantes! ¡Si no llego tendré que esperar otros 6 meses! ¡No puedo fallar ahora! Se vistió lo más rápido que pudo y salió corriendo sin fijarse si había cerrado la puerta de la casa. —¿Cerré la puerta? —Se preguntó al darse cuenta de su descuido y volvió a comprobarlo. Luego continuó corriendo.

No había ningún camión que lo llevara al centro de la ciudad, donde estaba la sede de la academia. La única opción que le quedaba era tomar un atajo por el bosque de Duman, un lugar abandonado y peligroso. Pero no tenía tiempo de pensarlo mucho. Así que se dirigió al bosque y al llegar se detuvo en la entrada.

—¿Me habré equivocado de sitio? El letrero dice bosque de Duman, pero todo luce muy bien conservado. Ni siquiera están los puestos que se ponían afuera a vender comida barata —se sorprendió Izan y sin perder mas tiempo se adentró en el bosque corriendo, pero mientras más avanzaba, más extrañas se ponían las cosas.

Los árboles eran distintos a los que el recordaba. Eran más altos y delgados, con hojas de colores variados algunos hasta ficticios. Antes el camino estaba en una colina, pero ahora era plano y sin señales que le dijeran por donde debía ir. El silencio era absoluto, solo interrumpido por el sonido de sus pasos, Izan empezó a sentirse nervioso y desorientado, no sabía dónde estaba ni cómo salir. ya no estaba en su ciudad, probablemente ni siquiera en la tierra. Pensó en regresar, pero no ya no estaba seguro de poder encontrar el camino de vuelta. Ahora mismo se había metido en un gran problema. A lo lejos Izan miró una sombra, era el alienigena con sombrero, instintivamente corrió hacia la única cosa conocida que pudo ver, pero no paso mucho tiempo para que lo perdiera de vista.

—¿Qué hago ahora? ¿Cómo voy a salir de aquí? ¿Podré volver algún día? Algunas horas mas y tendré que probar las hojas de los árboles para no morirme de hambre ¿Serán comestibles siquiera? Estoy de nuevo en la era de las cavernas. De no ser por las estrellas no vería nada—se angustió Izan. Miró a su alrededor, buscando alguna señal o ayuda. —Espera, no pasaba mucha luz por la densidad de los arboles, pero ahora los árboles no tapan del todo la luz de la luna — caminó hacia un rayo de luz y volteó hacia el cielo con la esperanza de verla mientras pensaba —. Si sigo en la tierra tal vez pueda guiarme con las estrellas. Espera… ¿Y esas estrellas?... No reconozco ninguna constelación y... ¿también hay tres lunas? Creo que una no es una luna…

Una de ellas era más pequeña que las otras pero se estaba haciendo cada vez mas grande mientras dejaba una estela de luz tras de sí. Rápidamente se dio cuenta que aquella estrella era en realidad un meteorito que se acercaba a donde él estaba, lo siguió con la mirada hasta que cayo tanto que dejo de verlo. De repente todo se iluminó como si el sol hubiera bajado a la tierra por unos momentos y luego todo se volvió a la oscuridad. El meteorito había tocado tierra y un estruendo llenó aquel sitio. rápidamente la onda expansiva lo alcanzó provocando que se pegara al suelo como estatua.

—No cayó muy lejos de aquí. ¿Debería ir? Siento como si tuviera que hacerlo —Se dijo a sí mismo, sintiendo una extraña atracción. —No creo tener más opciones, es morir aquí o ir para allá y también morir pero habiendo hecho algo, supongo.

Izan comenzó a caminar rápidamente y poco a poco aceleraba el paso hasta que de repente ya estaba corriendo. Los árboles ya se veían afectados por el impacto, estaban chamuscados y sin hojas. Después de subir una pequeña colina Izan encontró el cráter y en el medio de este estaba un monolito.

—¿Eso fue lo que choco? Parece un pedazo de piedra, aunque se ve demasiado perfecto ¿que mierda será? —Izan se acercó hacia aquel monolito con cautela, al llegar dio una vuelta alrededor y a la vez que giraba una frase inscrita en el se iba mostrando penetrando su mirada. —"Infelix qui electus" ¿Qué no fue lo que me dijo ese alienígena después de atropellarme? —se preguntó Izan confundido.

Un instante después de leer esta frase algo invadió su mente, sentía que debía tocar al monolito así que alzo su brazo, abrió su mano y poco a poco la fue acercando a aquel objeto extraño, pero cuando sus dedos estaban a punto de hacer contacto, tuvo un escalofrío enorme que lo hizo voltear a su izquierda. Justo en la parte alta del cráter se encontraba el alienígena que había visto afuera de su casa. Izan se llenó de miedo y odio. —Idiota ¿Tú me trajiste aquí? —Gritó Izan confundido y con coraje. —¿Por qué lo hiciste? ¿Qué es este lugar? ¡DÉJAME SALIR!




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