El Encanto De...

EL ENCANTO DE... JUNGKOOK

La primera vez que la vi, supe que sería mi perdición. Estaba en el octágono, lista para el combate, con esa mirada desafiante que hacía que mi sangre hirviera. No era solo su técnica lo que me dejó sin aliento, era esa sonrisa pícara cuando me esquivó por milésima vez. "¿En serio crees que puedes conmigo?" parecía decirme sin palabras.

Perdí ese combate. No porque no pudiera ganar, sino porque me distraje. Y desde entonces, cada vez que nos enfrentábamos, era lo mismo: una danza de golpes, sudor y miradas que duraban un segundo más de lo debido.

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El aire en el bar era denso, cargado con el murmullo de conversaciones ahogadas por el bajo ritmo de la música. Había terminado el evento, mi cuerpo aún vibraba por la adrenalina del combate, pero mi mente solo podía pensar en ella.

Y allí estaba.

Sentada sola en la barra, con un vaso medio vacío entre sus dedos, su cabello desordenado por los minutos previos en el ring. Llevaba una sudadera holgada, pero aún así podía distinguir la forma de sus hombros, esos mismos que me habían derribado más de una vez.

Me acerqué antes de que el miedo me detuviera.

— ¿Celebrando tu victoria o lamentando no haberme noqueado antes? — dije, apoyándome en la barra a su lado.

Ella giró lentamente, sus ojos oscuros brillando con esa chispa que siempre me desarmaba.

— Jungkook — Pronunció mi nombre como si lo conociera de toda la vida

— ¿Vienes a pedir revancha o solo a molestarme?

— Las dos cosas — sonreí, señalando su vaso

— Pero primero, ¿me invitas un trago? —

Ella rio, un sonido claro que cortó el ruido del lugar.

— Ni en tus sueños — Pero hizo un gesto al bartender

— Dos whiskys. Dobles —

Bebimos el primero en silencio, pero el alcohol pronto aflojó nuestras lenguas. Hablamos de peleas pasadas, de rivales estúpidos, de esos golpes que dolieron más de lo que debían. Cada palabra era un desafío, cada risa un pequeño triunfo.

— Oye — dije de pronto, señalando su mano sobre la barran.

— ¿Qué tal unas vencias? A ver si de una vez puedo ganarte en algo.

Ella levantó una ceja, pero extendió el brazo sin dudar.

— Prepárate para perder, luchador

Nuestros codos se clavaron en la madera, las palmas chocaron. Su piel estaba caliente, sus dedos más fuertes de lo que parecían.

¿En serio crees que puedes? — susurró, inclinándose hacia mí.

Conté hasta tres y empujé con todo. Ella resistió, su sonrisa creciendo mientras nuestros músculos temblaban. La gente alrededor empezó a animar, algunos apostando a mi favor, otros al suyo.

Pero entonces, justo cuando estaba a punto de vencerla, lo hice.

Aflojé. Solo un poco. Solo lo suficiente para que su mano aplastara la mía contra la barra con un golpe seco.

— ¡JA! — gritó, levantando los brazos

— ¡Otro punto para mí! —

La rodeé con mi mirada, bebiendo cada detalle: su pelo cayendo sobre sus ojos, el brillo de sudor en su cuello, la forma en que su pecho subía y bajaba.

— Hiciste trampa — dijo de repente, bajando los brazos.

— ¿Yo? — fingí inocencia — No sé de qué hablas —

— Sí, lo sabes — Se inclinó otra vez, esta vez tan cerca que su aliento, caliente y dulce por el alcohol, rozó mi labio

Te dejaste ganar

El aire entre nosotros se espesó. Podría haberlo negado. Podría haberla retado a otra ronda. Pero en lugar de eso, solo sostuve su mirada.

— ¿Y si lo hice? —

Ella no respondió. Pero tampoco se alejó.

El bartender rompió el momento al colocar otros dos tragos frente a nosotros.

— Esta ronda va por mí — dijo ella, pasándome uno

— Pero la próxima vez, Jungkook… — su sonrisa fue un desafío

— No voy a dejarte escapar tan fácil —

Y supe, en ese instante, que estaba perdido.

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El gimnasio olía a sudor, desinfectante y el crujido metálico de las jaulas del octágono de entrenamiento. Era uno de esos días de sparring conjunto entre gimnasios aliados, y ella estaba ahí, como siempre, haciendo que el simple acto de estirarse pareciera una provocación.

— No me vas a ganar hoy — le dije mientras me enrollaba las vendas en los nudillos, exagerando el movimiento para que sus ojos siguieran mis manos.

— Eso dijiste las últimas tres veces — respondió, ajustándose la coleta con un tirón brusco

— Y ya sabes cómo terminó —

El entrenador nos llamó al centro del tatami.

— Round de cinco minutos. Controlado, ¿entendido? Nada de locuras —

Asentí, pero el brillo en sus ojos me dijo que ninguno de los dos pensaba seguir las reglas.



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En el texto hay: fanfic, romance, bts

Editado: 30.06.2025

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