El Engaño [saga Italianos #1]

Capitulo 10

6 meses después.

— Me he sentido mejor — papá llevó su mano a su pecho — no he sentido ninguna molestia, creo que es la alegría de tener a Rafaello en nuestra vida.

Sonreí.

— lo sé, es un niño muy hermoso.

— he pensado que deberías considerar en mudarte a la casa, tenemos tantas habitaciones vacías aquí, sabes que no apruebo la vida que lleva León y quieras o no en algún momento puede afectar a tu mujer.

— no veo en que pueda afectar a Lana.

Mi padre enarca una ceja.

— ¿no has notado como Lana observa a León? — fruncí el ceño ante las palabras de papá porque me molestaba que ahora buscará como poner en mal a Xilonem.

— No sé de qué hablas papá — me levanté pero él no cedió con el tema.

— Es natural que se sienta maravillada con el poder de León, tú eres rico pero no manejas la fortuna Amoretti... — lo interrumpí molesto.

— por favor para, no hables mal de ella. El hecho de que no la aceptes no te da el derecho de hablar mal de Lana.

Papá se levantó lentamente y fijo su mirada en mí.

— lo hago por tu bien, si deseas que esa relación tenga algún tipo de futuro, sácala del departamento de León, no desconfío de él, lo eduque muy bien y jamás se enredaría con tu mujer pero en ella no confío.

— ¿pretendes que la traiga a tu gran mansión para que la trates mal? Jamás permitiré que la trates mal.

Mi padre se encogió de hombros.

— voy a descansar César, escucha a este viejo y se un poco más observador.

Con furia abandoné la estancia y me dirijo a mi auto, Raúl nunca iba a aceptar a alguien de clase social inferior a la de él, que me parta un rayo si metería a Xilonem en la casa de mi padre.

Xilonem

— oh, pensé era César — León suspiró y dejó su maletín en una silla.

— ¿dónde está Rafaello? — se quitó la corbata, el saco y desabotono dos botones de su camisa.

— Está dormido — asintió y se dirigió hacia su habitación, me dirijo a la cocina a continuar preparando la cena. Me sentía mejor aunque mis recuerdos no llegaban; mi relación con César se podría decir que era cordial.

Él vivía atento a mí y a Rafaello, se preocupaba que nada nos faltara pero siempre tenía la mirada perdida, como si estuviera en otro mundo.

— Lana... — León entró a la cocina vistiendo sólo unos pantalones, con el cabello mojado. Me quedé embelesada observándolo — ¿sabes si César llega pronto?

— n..no — me giró para revisar la ensalada aunque estoy nerviosa.

— Debo salir pero no me gusta que te quedes sola con Rafaello — se acerca a la estufa y el olor de su colonia inunda mis fosas nasales, levanta la tapa y cierra los ojos cuando siente el olor de la comida — huele muy rico, al fin no se quemó la comida — sonríe y da un suave golpecito en mi nariz.

— ¿interrumpo? — me giró y César está en el umbral de la puerta, su mandíbula está apretada. No lo escuché llegar. León se separa de mi lado y se acerca a la nevera, saca una botella de agua, la abre y la lleva a sus labios.

— no hay nada que interrumpir César, sólo que estoy alabando la comida de tu mujer — se encoge de hombros — al fin no se le ha quemado.

César no responde su mirada recorre a León que está solo con sus pantalones y luego me mira a mí, en su rostro se dibuja una sonrisa... pero una irónica.

— Claro — sale de la cocina y me deja la sensación de que hice algo malo.

— bien, ahora que llegó César puedo irme tranquilo a mi cita, mi sobrino ya está con su padre.

— ¿cita? — León asiente y sonríe.

— sí, he conocido una chica preciosa, nos vemos el domingo por la noche.

Sale de la cocina y suspiró, hoy era viernes por la noche, así que León iba a pasar otro fin de semana fuera de casa y con una chica nueva.

Apago la estufa y me voy a buscar a César para cenar, en nuestra habitación no está así que lo más seguro es que esté con Rafaello.



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En el texto hay: mentiras, romance, amor

Editado: 30.04.2018

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