El Engaño [saga Italianos #1]

Capitulo 15

Xilonem

— ¿qué tienes? — César está con los codos apoyados en sus rodillas, su cabeza agachada, me siento junto a él, la noche està muy hermosa y estrellada.

— nada — me mira por un instante y luego fija su mirada en el horizonte — ¿has vuelto a recordar?

— no, sólo ese momento, aunque son palabras muy extrañas, ¿Qué tal el hotel?

— está marchando muy bien —  se pone de pie y extiende su mano hacia mi — Rafaello se despertará pidiendo su biberón.

— lo sé — pasó un mechón de cabello detrás de mi oreja y lo sigo.

— he pedido a Fiorella que nos busque una casa.

— ¿por qué no lo hacemos nosotros? — César se detuvo y se acercó a mi.

— tú no tienes tiempo por estar con Rafaello y yo he estado en reuniones con los asesores financieros de los hoteles de la familia, me están poniendo al día por todos los años que no estuve presente en las reuniones.

— está bien — desvió la mirada pero siento los dedos de César levantar mi barbilla, sentía un cosquilleo recorrer mi rostro al sentir su tacto.

— sólo que contacte algunas empresas de bienes y raíces que elija unas casas y nosotros decidiremos cual nos gusta ¿te parece? — sonreí y asentí, por un instante nos quedamos mirando a los ojos, entre abrí los labios por que moría por volver a sentir sus labios.

Sus ojos bajaron a mis labios, lo vi dudar por un momento... dejó caer su mano a un costado y luego marcharse... me sentí decepcionada. No entendía por que César siempre colocaba barreras entre nosotros.

Atendí a Rafaello, lo volví a acostar, cuando llegué a la habitación, César no estaba. Con tristeza me metí a la regadera, me coloque una pijama y me acosté en mi lado de la cama.

Pronto me quedé dormida y mis sueños fueron invadidos por César, el calor de sus brazos. Sus labios recorriendo mi mandíbula y luego asaltando mis labios... solté un jadeó, abrí los ojos y sentí el calor de su boca. No era un sueño, César estaba besándome, el peso de su cuerpo no me era incómodo.

Sus manos subían y bajaban por mis costados, mientras su lengua danzaba con la mía.

Metió su rodilla entre mis piernas haciendo que las abriera.

Eleve mis brazos y toque su ancha espalda, mis manos comenzaron a acariciarlo, él soltaba jadeos de placer al sentir mis caricias.

Este beso era lleno de deseo, hambriento.

Sentí sus manos en mi seno, enviando miles de sensaciones a todas las partes de mi cuerpo, levantó mi blusa y sentí como tomaba entre sus dedos los botones de mi seno, haciendo que me retorciera entre sus brazos, luego sentí su boca caliente apoderándose de uno de mis senos, yo jadeaba de tanto placer que me causaba sentir su lengua juguetear con el peson, mi intimidad estaba húmeda y sentía que dolía de tanto deseo.

Deseaba encender la luz para ver todo lo que estaba haciendo a mi cuerpo, sus dedos se enredaron en la cinturilla de mi pijama, sentía la dureza de su masculinidad pegando en mi vientre... Bajé la mano y la tomé... tan suave y sedosa...

— ¡César! — él detuvo su boca en mi seno cuando escuchamos a Doña Mercedes, mi cuerpo palpitaba de deseo... y no estaba siendo saciado, quería sollozar al sentir que su cuerpo se apartaba del mio.

Encendí la luz de la lámpara y admiré su masculinidad, cuán larga y hermosa... César apretaba la mandíbula y se ponía los pantalones. Me miró y sus ojos recorrieron mis senos que estaban descubiertos, bajé la blusa cuando él se dirigió a la puerta.

— lamentó despertarte César... pero es tu padre — salte de la cama al escuchar a doña Mercedes.

— ¿qué le pasa?

— está en el hospital.

— voy para allá — doña Mercedes asintió — llamé a la enfermera Lana... Raúl desea que toda la familia esté presente.

Miré a César, su rostro era de total aflicción, tomé su mano para presionarla.

— vamos a vestirnos — César avanzó como autónoma hacia el vestidor.

Cerré la puerta y me pegué a ella, mi mirada estaba fija en la cama, las sábanas revueltas, César apareció con una camiseta y unos vaqueros.

— cambiate, iré a indicarle a la enfermera la hora de las tomas del biberón del niño — no respondí, la enfermera lo sabía muy bien, pero César estaba nervioso. Abrió la puerta que comunicaba a la habitación de Rafaello y entró.

Me apresuré al vestidor y saqué unos jeans y una camiseta. Me calce y sujeté mi cabello.

Tomé el móvil y cuando salí, César estaba sentado en la cama, levantó su mirada.

— lo siento — me acerqué a él y puse mi mano en su hombro.

— no es tu culpa, vamonos.

El trayecto al hospital fue en silencio, doña Mercedes iba pidiendo a Dios, César de vez en cuando me miraba por el retrovisor.



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En el texto hay: mentiras, romance, amor

Editado: 30.04.2018

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