El enigma de la Quimera [libro 1]

Cielos y variantes

Jara había cumplido su palabra. Por fin Adem pudo cumplir su sueño de entrar al gimnasio donde vio a Jara por primera vez cuando viajó astralmente sin controlador de sueños.

Era un edificio de más de cincuenta pisos, con diferentes secciones, desde salas aisladas para entrenamientos de alto impacto, hasta salas de tortura mental e interrogatorios.

Era un gran prestigio el que la Élite le permitiera a Adem ingresar al edificio, con ello entendió que sí era cierto que la Élite Internacional sabía de su existencia y les comenzaba a agradar, pues le estaban dando privilegios que ningún estudiante recibió en algún momento, ni siquiera Jara.

La joven llevó a Adem hasta el ala de combate y defensa, sabía que ese era el lugar que el adolescente añoraba conocer.

Adem no pudo retener su emoción, al ingresar a la gran sala, observar en el plano terrenal los muchos rines de boxeo suspendidos en el aire, con los escudos de energía cubriéndolos, hacía que de la impresión su boca se abriera.

Era real, aquel primer viaje que tuvo astralmente era real, sí estuvo allí.

Jara iba vestida con ropa deportiva negra, llevaba su cabello recogido en un moño alto y Adem no podía dejar de reparar en sus curvas: era demasiado hermosa y sus largas piernas parecían llamarlo y seducirlo.

Se le estaba haciendo agua la boca.

Se encontraban dentro del cuadrilátero, estaba tan alto que podían ver toda la gran sala y a los diferentes soñadores entrenar defensa personal; algunos boxeaban a muerte y grupos de soñadores los animaban gritándoles y silbándoles.

Jara le había explicado a Adem cómo atacarla, pero él estaba seguro de que no sería capaz de golpearla, no tenía el coraje y mucho menos el corazón para hacerlo. Comenzaba a ver que era una mala idea pedirle a Jara que le enseñara defensa personal, ese era un trabajo de su mentor. De hecho, el capitán Yakov se lo advirtió el día anterior.

—¿Estás seguro de que quieres que sea Jara la que te enseñe defensa personal? —lo cuestionó—. Si cambias de opinión, me informas, no habrá problema, podremos seguir entrenando en el gimnasio de la Élite. —Esto último lo dijo con tono comprensivo, casi lastimero y creó mucha confusión en el jovencito.

Jara le advirtió que se defendiera y lo tomara en serio.

La joven se colocó en pose de defensa y después le gritó a Adem. Se abalanzó tan rápido a él que no pudo verla venir, con fuerza y decisión le envió una patada al rostro tan fuerte que Adem cayó al piso.

Apenas si pudo reaccionar cuando se vio en el piso, el oído derecho le zumbaba. Estaba aturdido.

—¡Te dije que lo esquivaras! —gritó Jara mientras lo observaba—. ¡Vamos, levántate, eres un debilucho!

Adem no podía creerlo, Jara en segundos lo lanzó al suelo. Ella se lo estaba tomando muy en serio, no le tenía piedad.

Se levantó del suelo y se colocó en pose de defensa. Tenía la patada pintada en la cara y la mejilla derecha le palpitaba del dolor.

Volvió a caer al suelo. Otra vez no supo en qué momento Jara lo golpeaba hasta tenderlo en la lona.

Y una vez más ella le gritó que era un debilucho y se lo tomara en serio. Era tan severa con él que lo aturdía con sus gritos.

Así como se levantaba, volvía a caer. Jara se tomaba el tiempo para enseñarle los movimientos para que esquivara sus patadas y lograra atacarla, Adem sentía que en la teoría lograba entenderle, sin embargo, al momento de llevarlo a la práctica era imposible intentar al menos esquivarle los golpes.

En un momento Adem cayó de rodillas al suelo con las manos cubriendo su boca, había recibido un golpe otra vez en la mejilla derecha y sintió la sangre llenar su paladar y garganta, produciéndole ahogamiento.

Así dieron por finalizada su primera clase de defensa personal. Y para Adem fue la última.

Esa misma tarde tenía clase con el capitán Yakov en la biblioteca, el hombre no se contuvo en reír cuando le vio todo el rostro golpeado.

—Sabía que terminaría mal —dijo el capitán—. Jara no se contiene en los entrenamientos, sus golpes son mortales. Es peligrosa, por eso no entrena con nadie que no sea yo.

—Debió advertirme —protestó Adem.

Yakov se acomodó en la silla y reparó en la mejilla amoratada de su pupilo.

—Cuando me informaste lo cuestioné, pero estabas tan ilusionado con la idea que prefería verte estrellándote con la realidad —soltó una carcajada burlona—. De ahora en adelante entrenarás conmigo y el escuadrón de tortura, los muchachos te ayudarán a que aprendas la técnica básica. Es lo mejor para ti como novato. Después, cuando entrenes con las Amantis podrás llegar al nivel de Jara y podrás desquitarte con ella y pedir la revancha.

Adem llevó una mano a su mejilla adolorida.

—¿Las Amantis le enseñaron a pelear a la señorita Jara? —indagó.

—Oh sí, la rapidez de sus movimientos nada más logran perfeccionarse con las Amantis —informó Yakov—. Jara es capaz de ganarme en batalla. Ningún humano en este planeta es capaz de ganarle a una Amantis.

—¿La señorita Jara es Amantis?

—No es una simple Amantis, ella es aspirante a Suma Eminencia —respondió el hombre bajando un poco la voz—. Y cuando esté preparada, será ascendida a Protegida del Justiciero.




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