-Estás de verdad aquí, no lo puedo creer. Cuando papá me lo dijo, estaba segura de que estaba bromeando - dijo desde la entrada. - Además, tienes una oficina - agrega, entrando mientras contempla la decoración.
-Por obligación, aquí me tienes - dice, levantando las manos.
-Me gusta - dice, refiriéndose a la oficina con el dedo.
Encogiéndose de hombros, Óscar le deja saber lo poco que le importa.
-¿Tú como estás, cómo van las cosas? - la pregunta.
Suspirando, contesta:
-Bien - con la mirada abajo.
-No lo diría.
-Todo está bien, pero sabes mamá, los prejuicios de los demás, supongo que afectan a Baldo, es algo frío - confiesa.
-Bueno, supongo que él no estaba tan preparado para todo esto como tú.
-¿De verdad opinas que es solo eso? - ilusionada, pregunta.
Mirando al reloj, le dice:
-Mira, vamos a comer para que te animes y lo discutimos.
-¿Me dejas trabajar desde aquí? - lo pregunta mientras van a la salida.
-Tu compañía siempre es bienvenida - contesta, acercándola a él con el brazo en sus hombros.
-Sabes esto es lo que necesitaba - dice volteando a mirar a Ingrid. - Todos que me rodean tienen tantos prejuicios que ya me comencé sentir insegura, entonces no quiere imaginar como se siente él.
-Aléjalo de ahí - el concejo la hace mirarla con susto.
El que parece divierte a Ingrid que ríe antes de explicarse:
-Oye, no pensé que lo despidas o alejas de tu mundo, más como un descanso de todo eso, el que le va a hacer olvidarlo todo que dicen y donde le vas a dejar claro que lo que dicen no afecta tus sentimientos hacia él.
-Debes ser hija de tu madre - le comenta, recordando la sabiduría de mamá Eva.
La atención le roban las rosas que están en la mesa, por lo que tocando un pétalo dice:
-Son bonitas las rosas.
-Si y la hora peor gastada de tu vida.
-¿Por qué lo dices?
-Porque tanto necesito para cambiarle el agua.
-¿Y siguen sin saber de quién son?
-O para quien. Hoy vino la única cartita que es tan misteriosa como el que las manda.
-Sigue siendo un bonito detalle, ¿Qué no?
Callada, Ingrid se encoge de hombros.
-Si quieres, llévate uno - le ofrece.
-¿Y estás segura de que no son de tu pretendiente? - divertida la pregunta.
-Que se las queda - fría responde Ingrid.
-¿Qué ni un poco te da curiosidad de saber quién es?
-Me interesa lo mínimo saber, ¿quién es?, y basta, no tengo otro interés.
-Yo no podría - comenta. Eso es único del carácter de Ingrid que no comprende, su frialdad y desinterés.
-¿Cómo van las cosas por allá? - pregunta, caminando por el cuarto con el celular en la oreja.
-Como siempre, ya sabes, aquí no cambia nada.
-¿Y ellos? - pregunta con nudo en la garganta.
-Testarudos como siempre.
-¿Crees que no me perdonarán?
-No sé, Baldo. Los conoces mejor que yo.
-¿Les contaste de mis planes?
-Como acordamos y se hicieron desinteresados. Lo único que te puedo decir es que les des tiempo.
-Lo sé, primo, pero no es fácil. En principio no me importo porque yo era igual, sin embargo, ahora cuando las cosas están cambiando...
-No los podemos obligar, como ellos no han podido a ti para que te quedaras.
-Tienes razón, solo espero que no cabían cuando me encuentro casado y con hijos.
-Si eso será lo que los haga entrar en razón que sea...
-Está bien, primo. Cambiando el tema que está me amarga.
-Como quieres, en fin fuiste tú el que la inicio.
-Son mis padres, ¿Qué puedo?
Cuando escucharon la puerta de la casa, abrirse, dejan de hablar.
Al ver que mamá Eva cojea y tiene el pie vendado, corren a su lado mientras Ingrid pregunta:
-¿Mamá, que pasó?
-Me torcí el tobillo, no es nada grave - asegura mientras se deja ayudar hasta el sofá.
-¿Cómo paso, mamá Eva?
-Se me fue el pie - contesta.
-¿Estás bien? - preocupada la pregunta Ingrid.
-Sí, hasta estaba en hospital.
-Te traigo la comida, supongo que es mejor que la tienes levantada y no camines - dice Ingrid, levantándose del sofá donde se sentaron las tres.
-Sí.
-Klarrisa me ayudó a cocinar, a sí que vamos a ver cómo le fue - informa Ingrid, sonriendo.
-Sean gentiles, es la primera vez que entro en cocina - pidiendo informa con sonrisa.
-Está bien - dice Ingrid, sirviendo la comida en los platos.
-Seremos - dice mamá Eva, tocándole la mano.