-Ni Óscar ni tú durmieron en casa, ¿Dónde lo hicieron? - volvió a preguntar mamá, cuando bajo las escaleras.
-De Óscar no sé, la mía no te gustará - respondió, dirigiéndose a la puerta.
-¿Y ahora a donde?
Suspirando profundamente, respondió:
-Al hotel. Voy a trabajar... - y salió de la casa sin saludar.
-Escuche que no dormiste en casa - le dijo a Óscar alcanzándolo en el pasillo.
Óscar rio antes de contestar:
-Las noticias vuelan.
-Parece que fui la única que recibió el regaño - concluyo.
-Por eso, y no volví.
-¿Y dónde dormiste? Porque no creo que mamá Eva te dejaría dormir en su casa.
-Ingrid trabajaba, así que me quedé con Flavio. Nos vemos después - se despidió al llegar a su oficina.
-Alguien tuvo la mañana productiva - se burló Azar, cuando llegó a su lugar del trabajo.
-No empieces - lo detuvo desde el principio conociéndolo.
-Yo solo digo lo que escuche - dijo en modo de defensa.
-Sí, como no - contradijo.
-Ahora en serio - dijo Azar, dejando las burlas. - Ayer vino esa tipa que te está rodando a preguntarme ¿dónde vives?
-¿Qué? - pregunto incrédulo.
Azar le confirmo asintiendo con la cabeza.
Sintiéndose harto e impotente bajo la cabeza al brazo apoyado en la barra soplando.
-No sé qué más hacer. Hasta Klarrisa la puso en su sitio y nada, la eché del cuarto de los empleados...
-¿Del cuarto de los empleados? - sorprendido, repite con los ojos engrandecidos.
-Sí, se metió a los camerinos.
-Que el descaro el suyo.
-Ya no sé qué hacer con ella. ¿De qué manera la hago entender? - se desahoga.
-¿Y por qué no la reportas a los recursos humanos?
-¿Y qué lograré con eso? En fin ella es la huésped, además los recursos humanos son vigilados por Sandra Rodozo, lo único que conseguirá es que se convierta en una piedra en el zapato. Nunca vería mi fin de esa manera.
-¿Entonces qué? - pregunto Azar, no viendo otras alternativas.
-No nos queda la otra que esperar que se vaya y pedirle a Dios que sea antes de que termine el verano y la princesita debe regresar a sus responsabilidades.
Silencio toma el lugar y los dos se dedican a sus deberes laborales.
-Me has dejado sola - le reprochó a Reynaldo cuando llegó a casa.
-¿Y qué querías? ¿Que me quedara sentado viendo como mis hijos sufren?
-No inventes, no estaban sufriendo.
-Si la tortura era para mí, quien no era forzado a una cita sin saber. ¿Qué crees que sintieron ellos?
-Me humillaste, dejándome sola.
-Sola la planeaste sola, te toco lidiar con las consecuencias. Yo voy a apoyar a mis hijos. No quiero que se alejen de mí más de lo que ya están, estarte ahí para ellos.
-No puedes apoyar esas decisiones - lo advirtió.
-Sí, lo voy a hacer. Prefiero estar ahí y consolarlos diciendo te lo dije que perderlos.
-No me provocas, tu lugar está a mi lado y no contra mí. Sabes que te puedo destruir y entonces tus hijos sí que no quieran saber de ti.
-No me amenazas - advirtió acercándose. - Ya nada me convertirá en el cobarde que fui hace años.
Dejando claro eso, subió las escaleras, dejándola sola y afectada en la sala.