Besos.
Mis ojos se abrieron sorprendidos y de reojo miraron a Alex quien no podía creer lo que sucedía.
Shin tomo mi rostro con ambas manos y se separó de mí con suavidad.
—¿Ahora entiendes? Deja de molestarnos, ya perdiste tu oportunidad.
—Eres una zorra Emma —gritó él
—¿Eh? —estaba demasiado conmocionada como para reaccionar, ¡un coreano me beso!
—¿Disculpa? —Shin sin demorarse le dio un buen golpe en el rostro. —Hay algo que se llama respeto, veo que claramente no sabes lo que es.
Alex cayó al suelo y puso su mano sobre su mejilla.
—No la empeores más, deja de molestarme —Me acerque a él.
Él extendió su mano para que lo ayude a levantarse y, como soy tan buena, y me sentía mal por lo sucedido extendí la mía para ayudarlo.
Al darle la mano me tiró sobre él y me besó con brusquedad.
Me sorprendió, pero no puedo decir que no me gustó o que no lo extrañaba.
—Ella aún es mía —Alex amenazó con su mirada a Shin.
Mientras tanto yo me tapaba los labios y comenzaba a llorar.
Me levanté en crisis y le di una buena cachetada
—¡Eres un idiota! Te odio Alex, te odio.
Como niña valiente que soy salí corriendo, subí los 19 pisos por las escaleras, ya que nadie las usa y nadie me vería. Al llegar al despacho de Shin me senté en un rincón y lloré todo lo que no lloré estos meses lejos de Alex.
Tanto tiempo queriendo olvidar, intentando sacarlo de mi cabeza, para que venga y, con solo un movimiento, haga que mi corazón se acelere nuevamente por él.
—¡Lo odio! —grité entre llantos.
Shin se acercó.
—Emma —habló temeroso.
Se agachó para estar a mi altura.
—No quiero hablar sobre lo que pasó.
—Esta bien.
—¿Cómo es que pasó esto? lo odio, nunca volveré con él por que no lo entiende.—hablé entre sollozos.
—Emma, mírame.
Levanté la vista y shin estaba lastimado.
—¿Qué te pasó?
Tomó mi rostro y, con su pulgar, limpió mis lágrimas con delicadeza.
—Haré lo que pueda para que no vuelva a molestarte, Emma, te lo prometo.
—No quiero que te lastimes por ese idiota.
—Yo lo sacaré de tu vida, pero tu tienes que esforzarte por salir de la suya.
—¿A qué te refieres?
—Tienes que olvidarte de él, sin excusas.
—Yo lo estaba logrando, lo juro, lo estoy intentando hace seis meses, no es tan sencillo.
—Hace seis meses no me tenias.
Shin tomó mis mejillas y me besó.
—Te ayudaré a sacarlo de tu cabeza, pero tienes que ayudarme.
Asentí y él volvió a juntar nuestros labios.
Nunca imaginé que el día en el que me besara con un coreano sucedería y mucho menos, tener uno como jefe.
Te olvidaré Alex... otra lágrima se escapó mientras Shin todavía me besaba.
Él se separó de mí y me ayudó a incorporarme.
Su ropa estaba con barro, su perfecto rostro estaba herido y sus manos manchadas con sangre.
—No te preocupes, estoy bien. —acarició mi brazo.
—Quiero ir a casa, pero si mi madre me ve así me matará —lo miré buscando su protección.
—Entonces ven a la mía, nuevamente.
Aparté la mirada y asentí.
—No te sientas obligada Emma —Me tomó de la barbilla y besó mi frente.
—No, no me siento obligada, es solo que no quiero que el resto de la compañía me vea con esta cara.
Llorosa, con los ojos hinchados y colorada. Si, cuando lloraba, mi rostro tomaba un bello color rojo tomate.
Shin puso su saco sobre mi cabeza y me alzo como un princesa.
—Así no podrán ver tu rostro.
Bajo aquella chaqueta, nuevamente y gracias a aquel gesto, comencé a llorar.
Algo que me sucedía era que una vez que comenzaba a llorar me costaba demasiado parar. Es por ese motivo que siempre evito las cosas tristes.