Clarisse caminó de regreso al internado algo cabizbaja, estaba meditabunda con la mente llena de pensamientos sobre los secretos de sus padres.
Lynn Waterhouse había iniciado una enorme vorágine en su mente que arrasó con los cimientos de la verdad que hasta aquel instante habían sido firmes durante toda su vida. Sin la piedra angular que su amado padre le había entregado, ¿quién era entonces?, ¿había siempre vivido en una telaraña de mentiras tejida por su propio padre?
Que alguien llegará a decir que todo lo que conocía estaba alterado o tenía solo una parte cierta, había puesto su mundo de cabeza.
Ahora necesitaba que alguien apagará el incendio antes de que su espíritu se consumiera por completo.
Esa misma tarde tenía que resolverlo todo, sabía quién podía darle las respuestas que necesitaba y si no quería decirle la obligaría o encontraría alguna otra manera de hacerla hablar porque ella siempre se las arreglaba para hacer las cosas que quería hacer. Tarde o temprano ella obtendría una respuesta.
—Clarisse, no te esperaba tan temprano en mi oficina. ¿Qué tal todo? El señor Dubois me dijo que terminará con tu sanción muy pronto.
—Señorita Blandine... no vine a hablar sobre eso, sino de algo más importante.
—¿En este momento que otra cosa podría ser más importante que tu educación?
—Quiero hablar sobre mi padre. —dijo sacudiendo sus rubios rizos. Sus piernas temblaban y su boca se sentía seca (por lo que estaba segura de que había palidecido), estos signos de nerviosismo no pasaron inadvertidos por Blandine L'archer.
—¿Sí?
—Me encontré con Lynn Waterhouse en el bosque.
Tan pronto Clarisse dijo esas palabras, la mujer apartó la mirada de su libro con rapidez. Se levantó del escritorio para asegurar la puerta mientras cerraba las cortinas de la oficina después de echar una larga mirada a las afueras de la escuela.
Clarisse podía jurar que se quería asegurar de que nadie la escuchará, una acción exagerada para Clarisse, ¿acaso alguien era capaz de trepar hasta las ventanas para oír una conversación?
Aunque la señorita Blandine era una mujer taciturna, su rostro parecía más ensombrecido de lo normal. A esas alturas a Clarisse le parecía que había decidido ejercer el oficio equivocado, no era cruel o demasiado blanda como la mayoría de las monjas, sino que se encontraba justo por el medio. Tal vez debió de haber sido simplemente una maestra.
—Así que finalmente lo viste. Imagino que a estas alturas ya lo sabes todo, ¿no?
—Algo, en realidad tengo muchas preguntas.
—Bien, toma asiento, Clary, pero te advierto, está será una larga historia. Nadie debe de enterarse de que hablamos sobre esto, pase lo que pase, nunca le dirás a nadie a menos de que quieras atenerte a las consecuencias, ¿entendido?
—Tengo mucho tiempo de sobra. Y no diré nada, lo prometo.
—Y bien, ¿qué es lo que quieres saber exactamente?
—¿Cómo es que conoces a mi padre? Sé que ustedes dos son más cercanos de lo que parece. Lynn Waterhouse insinuó que tienen una relación amistosa de muchos años.
—Lo que te dijo es verdad. Somos como hermanos, lo conocí hace casi 20 años... yo tenía 12 años en aquel entonces, él apenas 10. Cómo ya lo sabes, nosotros somos de Francia, nuestra infancia transcurrió mientras el país apenas se estaba recuperando de la guerra. Fueron en circunstancias horribles para tu padre, acaba de perderlo casi todo, su madre y la mayoría de sus hermanos fallecieron en un incendio.
—Él me había dicho que simplemente... se independizó al crecer para mudarse a otro sitio y continuar con sus estudios. ¿Por qué me ocultaría algo así?
—A veces los padres no quieren entristecer a sus hijos y tienen que endulzar cómo ocurrieron realmente las cosas. Timotheé es uno de esos padres, normalmente no justificaría una práctica tan ilógica, pero considerando su historial de tragedias personales puedo entenderlo. Incluso yo solo conozco una pequeña parte de lo que le sucedió.
—¿Eso es verdad? Yo pensé qué lo habían adoptado rápidamente, él siempre me dijo que, aunque había tenido una niñez difícil... nunca le había faltado el amor de su familia.
—Con certeza, puedo afirmar que la única persona que sabe a ciencia cierta qué sucedió con tu padre desde su niñez hasta tu nacimiento es tu madre. Aunque al principio desconfíe de ella, me di cuenta que Timotheé no dudaba en abrirse a ella con más facilidad que cualquiera de nosotros.
—Esa mujer no es digna de ser llamada mi madre. Lo único de lo que me siento agradecida con ella es que se las arregló para casarse con mi padre, permitiéndome nacer.
—Sé que no la tienes en alta estima, pero no puedo decir lo mismo de la mayoría de la gente que la conoció. Aun así, no voy a invalidar tus sentimientos porque sigues siendo la más afectada en todo esto.
—¡Claro que tengo todo el derecho de estar enojada!
—Por supuesto, y es por eso que deberías de aprender a perdonarla.
—¿Porque debería de perdonar a alguien así?, es como si me pusiera de pie para aplaudirle por habernos dejado.
—No es por ella, sino por ti Clarisse. Perdonar es un acto curativo y de amor hacia ti misma.
—¡D-durante muchos años crecí sintiéndome culpable por algo que no hice y creyendo que no merecía ser amada por nadie! Cuando veía a todos esos niños felices con sus familias cada año en el día de la madre... y yo siempre estaba tan sola.
—Lo siento mucho no debí de sacar el tema, fui muy desconsiderada contigo. Eres tan solo una niña, y sé que el perdón es un proceso individual que cada quien lleva a su manera.
—Descuida al menos sé que te preocupas por tus estudiantes y por mí.
—Yo tampoco recuerdo a mi madre, ¿sabes? La mayoría de los niños que fueron acogidos por Crozier eran huérfanos, pero yo era diferente. A mí me habían abandonado voluntariamente, aunque mi familia no tenía ningún problema económico mi madre decidió deshacerse de mí, tan pronto mi hermano menor creció y me superó en muchas pruebas.