Las piernas le dolían luego de permanecer mucho tiempo de cuclillas recogiendo y buscando el dichoso collar, el cual estaba estratégicamente colocado encima del ropero. Al terminas lo había colocado de nuevo en el joyero, y luego se dirigió a su habitación donde por fin pudo descansar hasta el siguiente día.
Se obligó a levantarse temprano a preparar el desayuno de las brujas, servirlo y preparar la mesa para cuando ellas bajaran. Solo deseaba que Sylvie no haya vuelto a deshacer el orden de la habitación, o esta vez la colgaría.
Recogió un poco la casa antes de irse, le preocupaba lo que Raven hubiera pensado, si la estuvo esperando toda la noche o se había rendido. Y no era la primera vez que Caelina tenía un contratiempo impuesto por Aitana o alguna de sus hermanastras, esperaba que Raven hubiera llegado a esa conclusión.
Dejó el delantal sobre un clavo puesto en la pared, y salió por la puerta de la cocina antes de ser llamada de nuevo, y recorrió el camino hacia el bosque, cortando una manzana que estaba a punto de caer de la rama del árbol. Al menos eso podía llevarle a su amiga, como una señal de disculpa.
Se preguntó, ¿qué estaría haciendo Raven ahora?
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Raven sostuvo el papel en su mano con tanta fuerza que era imposible arrugarse más. Era la única señal que tenía del paradero de su padre, aferrándose a él como si pudiera mostrarle el camino. Imaginó lo que debía estar pasando en ese momento, y de pronto el bosque se volvió más denso.
La nieve cayó de las ramas uniéndose al manto blanco del suelo. El viento movía las ramas haciendo el ambiente aún más espeluznante, incluso creyó escuchar voces entre los arbustos. El vestido se le atoraba en rocas afiladas, e incluso llegó a cortarse en más de una vez.
Los cuervos, posados en ramas, la escudriñaban con sus ojos negros y profundos, esperando cualquier señal que la hiciera ver débil y atacar. Aquello solo hizo pensar a Raven, hacerse una idea de cómo tenía que ser esa persona que tenía cautivo a su padre. Deseó regresar, pero no podía echarse para atrás ahora que había avanzado tanto.
Sus pulmones se llenaron de aire frío, y siguió avanzando.
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Había conmoción en la ciudad, algo a lo que Caelina estaba acostumbrada, pero ahora era de alguna forma diferente, pues ya había escuchado el nombre de Raven en los rumores en más de dos ocasiones. No dejó que aquello le llenara la cabeza de ideas, solo siguió su camino a la casa de su amiga.
Por fuera se veía extrañamente tranquila, la carreta no estaba. Caelina no se tomó la molestia de abrir la reja, solo saltó sobre ella y entró al patio frontal cuidando de no pisar a los pollos y gallinas que se arremolinaban entre sus pies. Subió los escalones de la entrada y golpeó la puerta.
Evitó tocar por segunda vez, en lugar de eso, rodeó la casa hasta la parte trasera probando suerte con la puerta. Raven solía dejar esa entrada abierta en caso de que a Caelina se le ocurriera visitarla y ella no estaba en casa. Sin embargo, esta vez estaba cerrada.
¿Se habría ido de viaje con Cliff?
Caelina se extrañó de que no le hubiera avisado. O quizás no quería verla ahora que no pudo venir la noche anterior. ¿Estaría molesta?
Se dio la vuelta y se alejó de la entrada, tenía que encontrar una respuesta, y la mejor opción era ir al pueblo.
Salió como antes había entrado, y buscó con la mirada a alguien que pudiera darle alguna respuesta, optó por buscar con el bibliotecario, pero si Raven había salido, supuso que no tuvo tiempo siquiera de visitarlo.
—¿Caelina?
Ella se volvió para ver al señor Willis acercarse a ella.
—Señor, ¿sabe algo de los Roadgreen?
—¿No se enteró? —preguntó.
—¿De qué?
—Se cree que anoche el señor Cliff Roadgreen tuvo un accidente cuando salió de viaje.
Caelina se alarmó.
—¿Raven iba con él?
—No, vine a avisarle muy temprano de ello, antes del amanecer.
—¿Y sabe si de casualidad... Tuviera la idea de ir a buscarlo?
—Espero que no.
Caelina agradeció y dejó que se fuera. Miró la casa como si esta pudiera darle una respuesta, y luego giró sobre sus talones.
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No sabía cuánto había caminado, pero haberse levantado muy temprano y el trayecto sin parar la estaba agotando. Tenía hambre, sed, y sus pies se estaban congelando. Miró la hoja en su mano, preguntándose cuánto tiempo faltaba, y esperando a que esta pudiera contestarle.
Deseó haberle dejado una nota a Caelina, seguramente ya habría ido a buscarla, aunque no podría enterarse de su repentino viaje. Conociéndola, decirle a dónde fue sería invitarla a acompañarla, y no podía permitir poner a más personas en peligro.
De pronto vio lo que parecían ser pisadas humanas dibujadas en la nieve, eran recientes, posiblemente ya estuviera cerca del lugar y aquellas huellas fueran del dueño que le dejaba una pista. Tenía que estar alerta por si ese sujeto se escondiera entre los árboles.
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retelling de cuentos infantiles, realeza y plebeya, romance drama
Editado: 28.05.2021