El Espejo de Cristal.

8: Fantasmas te observarán.

La habitación parecía ser el único lugar donde no hubiera polvo o suciedad. Acomodado y limpio como si ya esperaban a que alguien se hospedara en él. Las ventanas eran grandes, fácilmente se podía salir por ellas sin la necesidad de agacharse, pero caería a una muerte segura pues estaba en una planta muy alta. La cama no tenía señales de haber sido usada, aún así estaba segura de que las sábanas habían sido cambiadas varias veces; esta vez tenía una colcha azul oscuro, almohadas de plumas blancas y una cabecera de madera tallada, adornada con figuras de rosas y espinas. 

Raven se sentía agotada, pero se negaba a dormir; permaneció en el centro de la habitación caminando en círculos sobre la alfombra negra. No sentía frío pues alguien había encendido el fuego de la chimenea. Ella se preguntó si había sido aquel monstruo el que arregló todo, pero era imposible. En especial porque era extraño estar en un castillo enorme y no ver ningún sirviente, por otro lado tendría sentido debido a la suciedad y el polvo acumulado. 

Casi dio un salto cuando escuchó unos golpecitos en la puerta, dirigió su paso hacia la entrada de la habitación para asegurarse de no estar alucinando y escuchó de nuevo los golpes tímidos. Titubeó antes de abrir, pero una voz de mujer se hizo escuchar a través de esta. 

—Señorita, ¿puedo pasar? 

Raven no abrió, y la chica insistió en la pregunta. Entonces decidió mirar un poco por una rendija de la puerta, aunque solo pudo divisar la oscuridad del castillo, unas velas medio encendidas y un pasillo vacío. 

—Señorita, ¿espera a alguien? —preguntó la misma voz, pero ahora detrás de ella. 

Raven gritó y por el susto la puerta se cerró. Estaba atrapada entre esta y la figura transparente que estaba frente a ella. Lucía como una mujer de su edad, llevaba un traje de sirvienta típico, vestido negro, delantal y cofia blancas. No podía observarla muy bien, pero de alguna manera le daba la idea de que en vida (porque claramente estaba muerta) había lucido un largo cabello negro, recogido en un moño, y unos ojos color miel. 

Por muy agradable que fuera, seguía siendo tenebrosa. 

—Tú... —comenzó a decir Raven.

La chica la miró extrañada, pero haber pasado mucho tiempo sin hablar con una persona ajena al castillo le había hecho olvidar las reacciones de la gente al ver a alguien que flotaba y atravesaba paredes. Sonrió nerviosa. 

—Oh, lamento si la asusté. No voy a hacerle daño, mi nombre es Lexi y voy a ser su sirvienta.

Raven no lo sabía, pero aquello la hizo sentir tranquila de alguna forma. Lexi se dedicó a flotar en la habitación para acomodar la cama, fue hasta el armario de madera y abrió sus puertas con total naturalidad. Sacó un montón de vestidos que apiló sobre la cama, luego volteó a verla y soltó una risita al notar que seguía pegada a la pared inmóvil y en pánico. 

—¿Es mucho pedir que se despegue de la puerta y venga a probarse un vestido?

Raven parpadeó. 

—¿Para qué?

—Su cena, por supuesto. 

—¿Cena?

—Tiene una cena con el amo esta noche. 

No había olvidado su situación como prisionera de un monstruo, pero tampoco imaginó ir a cenar con él como cualquier otra invitada. De hecho, habría esperado torturas. Negó con la cabeza. 

—No voy a ir. 

—El amo lo ordena —repuso Lexi—, y no puede desobedecer. 

—Yo también puedo decidir. 

—Usted aceptó hacer todo lo que él ordenara cuando decidió quedarse aquí, señorita. Recuerde su trato. 

Se preguntó cómo sabía Lexi de lo ocurrido con el demonio, sin embargo la respuesta era clara: Era un fantasma. Podía escabullirse sin que lo notara, y escuchar conversaciones en secreto, claro que aquella situación no era ningún secreto, todo lo contrario, había sido un escándalo. Lo había hecho por su padre, y gracias a eso él debía estar a salvo. Tenía que preguntárselo, saber que su sacrificio no había sido en vano, que no entregó su libertad para el monstruo y que este haya echado a Cliff a los lobos. 

Accedió, a lo que Lexi se puso a trabajar en ella. Primero reemplazó la ropa que llevaba con un bonito vestido verde hoja de manga larga, acompañado de un collar de plata sencillo, zapatos de tacón verde oscuro. Cepilló su cabello y lo recogió en un peinado enredado sin dejar ni un mechón suelto; Raven se negó a ponerse maquillaje, aún así Lexi pintó sus mejillas de un color rosa muy tenue que daba vida a su rostro. No podía negarlo, se veía bonita.

Lexi la condujo hacia la planta baja entre pasillos y salones hasta dar con el comedor. Una extensa mesa rectangular para doce personas se posicionaba en el centro, en la cabeza estaba él. No había tomado ni un bocado por haberla esperado, en cuanto entró (pues Lexi había desaparecido) la miró de arriba a abajo con sus ojos bicolor. 

—Se ve muy hermosa. 

Raven esperaba que las sombras provocadas por el fuego de la chimenea hubieran ocultado su sonrojo. Era diferente la forma en que lo decía, nada similar a como lo decía su padre, mucho menos cuando se lo recalcaba Colton. Sintió un escalofrío cuando lo vio ponerse de pie y yendo hacia ella, sus alas arrastraban en el suelo. 




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