Finalmente, el profesor encontró una puerta que parecía conducir de regreso al mundo real. Con todas sus fuerzas, abrió la puerta y emergió en la mansión abandonada una vez más. Se dio cuenta de que había escapado de las garras del espejo, pero también sabía que no podría olvidar jamás la experiencia vivida. Con el corazón lleno de miedo y sabiduría, Alejandro Rios abandonó Macondo, dejando tras de sí la mansión y su espejo maldito.
A medida que Alejandro dejaba atrás la mansión abandonada, una sensación persistente de inquietud se aferraba a su espíritu. Sabía que la experiencia en el espejo había despertado fuerzas oscuras que podrían perseguirlo en cualquier momento. Decidió que no podía mantener este descubrimiento oculto y se propuso investigar a fondo el origen y los efectos del misterioso espejo.