El espejo de obsidiana

Capítulo 14

—¡Tengo que volver!

Alarmado, José Leonardo trató de incorporarse. El movimiento súbito le provocó un punzante dolor de cabeza y un vértigo incontrolable. Se recargó en el respaldo y se cubrió el rostro con las manos para dispersar el malestar.

—Yoltic está en problemas, ¡tienen que enviarme de regreso!

No hubo respuesta.

A diferencia de otros trances, no encontró rastro alguno de Elena, Daniel o Lucha. La sala, iluminada únicamente por un par de velas a punto de extinguirse, estaba desierta y la puerta de la casa entreabierta. Afuera, en el pórtico, escuchó la voz de dos personas.

Caminó hacia la puerta, recargándose en los respaldos de los muebles para no caer. Algunas sillas rechinaran bajo su peso e interrumpieron la conversación en el pórtico. Escuchó los pasos de alguien acercándose y, a los pocos momentos, Daniel apareció en la entrada.

—¿Qué carajos haces aquí? ¿Cómo te regresaste?

Su amigo no tenía el temple jovial y ligero que lo caracterizaba. Por el contrario, sus ojos brillaban con inquietud y hasta algo de miedo.

—Pues como las otras veces, ¡qué estupideces dices!

—No, ésta no fue tu tía. Estábamos… ocupados. Pinche cabrón, nos enviaste al chupacabras del demonio para sacarnos un pedo.

¿Qué?

Las noticias impactantes hicieron que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

—Te vas a joder más de lo que ya estás.

Daniel se acercó para ayudarlo a sentarse en el sillón. Lucha y Elena entraron a la casa seguidas por el extraño anciano de los amuletos, el hombre llamado Usa. Su tía se acercó a él y presionó la palma de su mano contra su frente, mientras sentía su pulso.

—Estás muy débil, m’hijito. No sé por qué te regresaste tu solito, pero no te cayó nada bien. No quiero que te me vayas a enfermar…

—¡Que estoy bien! Por favor, díganme qué carajos pasó.

Lucha intercambió una mirada silenciosa con Usa. El anciano asintió en silencio.

—Bueno, como quieras. Por lo menos déjame ir por algo para que te recuperes mientras Elena y Daniel te cuentan.

Su tía desapareció detrás de la puerta de la cocina. Usa examinó la sala con cuidado y, después de convencerse de algo, salió de nuevo al pórtico, cerrando la puerta tras de él.

—Y a ti que te daba mala vibra el ruco ése —dijo Daniel a Elena.

—¡Ya sé! Créeme que no vuelvo a decir nada mal de él. Al contrario, voy a echarle la mano, después de lo que hizo por nosotros es lo menos que le debemos. Mi mamá tenía razón; no quiero ni imaginarme qué hubiéramos hecho sin él…

—¿Podrían decirme de una buena vez qué diablos pasó?

José Leonardo interrumpió su plática desperado.

—Esto de viajar en el tiempo te está amargando, güey. Ya, tampoco me eches ojos de pistola —dijo Daniel mientras se sentaba en el sillón frente a él—. Estábamos aquí, echándola, esperando para seguir con el chisme cuando, de la nada, tu tía se empezó a poner bien pálida y se puso la mano en el pecho. Yo me dije ‘a ésta ya le dio el patatús por culpa de Sepúlveda’. Le ayudé a Elena a recostarla en el sillón y en eso nos dimos cuenta que había algo raro. Mira, ¿ves esa esquina de allá? —preguntó señalando a la izquierda del comedor, debajo de la ventana. José Leonardo asintió—. Pues, fue como si de repente las sombras se juntaron hasta que formaron un chupacabras de dos metros.

—Nos quedamos en shock —dijo Elena— y luego, de la nada, la cosa ésa sacó dos ojos esmeralda en la parte de arriba…

—¡Puta! Los tres nos cagamos. La cosa esa primero se quedó en la esquina, como echándole un ojo a la casa. Luego empezó a flotar hacia la sala. Tu tía empezó a gritar no sé qué madres de que no te fuera a coger y sacar del trance…

—Te hubiera matado, m’hijo —Lucha salió de la cocina cargando una taza en la mano—. Los trances no son un juego, regresar de uno es una cosa muy delicada. Si el ente te despertaba así sin más, hubiera roto el hilo con el presente y te hubieras quedado vagando en el tiempo. Por eso me preocupa tanto que hayas despertad tú solo, ¡no es normal!

—Nada de esto es normal —murmuró su sobrino

José Leonardo tomó la taza y dio un sorbo, preparado para el sabor amargo y agrio del extraño brebaje.

—¿Y luego? ¿Cómo detuvieron al ente?

Nosotros no pudimos —dijo Elena—. Prendimos más velas, mi mamá dijo algunos encantamientos, le acercamos los talismanes, incluso tratamos de hacer una barricada con el sillón. No sirvió de fregada la cosa nada. Estaba ya parado junto a ti cuando, de repente, entró corriendo Usa. El ente le echó ojos de púdrete y empezó a hacer un ruido raro…

—Estaba rugiendo —dijo Daniel—, parecía un pedo que sacan a huevo del antro.

—El viejillo se acercó y le vació un frasco de como polen de colores. El ente empezó a pegar de gritos hasta que se quedó paralizado y se desapareció.

—Usa tiene más habilidades y dones de los que dice —explicó Lucha—. Nos explicó que en un sueño supo que nos atacarían y por eso vino sin importarle que fuera muy tarde. Nos salvó el cuello a los cuatro, sobre todo a ti, m’hijo.



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En el texto hay: misterio, humor, aventura

Editado: 18.08.2024

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