El Espia

CAPITULO IV

GOLDEN GATE

—¿Te estás enloqueciendo? —le gritó Alex a Michael.

—Fue una orden de Annie y la voy a cumplir a cabalidad; tengo que deshacerme de este chino de mier…

—Pero esa no es la mejor manera. En este puente pueden ver cuando lo tiremos al agua y las autoridades nos llegarán inmediatamente. —le decía Alex a su compañero, mientras caminaban por el paso peatonal del puente Golden Gate, llevando casi a rastras a Yang, el amigo chino de W.

La gente que pasaba cerca de ellos, los miraba con intriga y sospechaban que algo estaba pasando con el hombre asiático, sin embargo, Michael les devolvía una mirada amenazante, y a quienes no se intimidaban, les mostraba el arma que tenía metida entre los pantalones, con lo cual ahuyentaba a cualquiera que se acercara a ellos.

—Ningún policía nos molestará hasta que hayamos cumplido nuestra misión, la jefa ya se encargó de eso —respondió Michael a su compañero, para poder tranquilizarlo.

Ya estaban cerca del punto medio del puente Golden Gate. Mientras tanto, Yang hacía un gran esfuerzo por huir, pero su condición física no le ayudaba para nada; estaba muy débil a causa de los golpes recibidos horas antes. Sin pensarlo, los planes iniciales del chino habían cambiado totalmente: pasó de ser un aliado de Annie, a un enemigo mortal; igual o peor que W y por tal motivo, al llegar a la ciudad de San Francisco, Annie le había pedido a su mejor hombre, Michael, que se deshiciera de Yang, sin importar cómo. Michael, en su fiebre macabra, se le ocurrió una idea que había leído en un libro años atrás y que siempre había querido hacer: lanzar a una persona desde el puente del Golden Gate.

—Esto es un error, yo no tengo nada con W, fui el que lo atrapó en Noruega, no entiendo por qué quieren matarme— les decía con la voz entre cortada por falta de aire Ming Yang, mientras lo llevaban de rodillas al punto medio del puente.

—Eres un traidor y a los traidores hay que acabarlos. Pensaste que no nos íbamos enterar de tu farsa: eres amigo de W y lo ibas a ayudar a escapar cuando llegáramos a Estados Unidos—le dijo Michael mientras seguía llevando a la fuerza al hombre asiático.

Al llegar al punto medio del puente, justo en un balcón donde se puede ver el vasto mar que rodea la bahía de San Francisco y a lo lejos se dibuja la Isla de Alcatraz; Michael y Alex soltaron al chino y lo recostaron contra la baranda del puente. En ese momento, pasó muy cerca una patrulla de policía, disminuyendo la velocidad porque algo parecía raro… Cuando se percataron quién estaba allí, siguieron su camino como si nada estuviera pasando. Con esto, Michael ya estaba seguro que su jefe había hecho su parte y que podían acabar de una vez por todas con el chino.

—Solo te lo voy a decir una vez Ming, móntate en la baranda del puente y lánzate; no quiero darte un balazo y que caigas muerto al mar; me daría mucho placer verte caer en picada y saber que el agua hará el resto —dijo Michael, mientras veía que su compañero se alejaba un poco del balcón.

—Como tu digas Michael, pero te advierto que no fue buena idea haberme traído a este lugar para matarme. Espero no te pese en la conciencia esa decisión —le respondió Yang.

Ming Yang comenzó a subirse a la baranda del puente y se quedó de pie, sosteniéndose de una cuerda que estaba amarrada; su respiración agitada y las manos sudorosas le hacía perder estabilidad, pero no estaría dispuesto a saltar. Mientras Michael le gritaba insistentemente que se lanzara al vacío, las personas que iban en sus vehículos, frenaban para ver a aquel hombre que quería tirarse desde el puente. Se armó un caos vehicular y muchas personas empezaron a acercarse al lugar. Michael sacó de su pantalón el arma que traía consigo y empezó a apuntar a todo aquel que quisiera acercarse.

—Un paso más y les vuelo los sesos. Dejen que este pobre hombre acabe con su miserable vida —gritaba Michael.

El chino seguía de pie en la baranda y no se atrevía a saltar, entonces Alex le dijo a su compañero que lo empujara, ya que habían llamado mucho la atención y en cualquier momento la policía haría presencia nuevamente. Michael al ver que Yang no quería hacerle caso, se acercó a él y en el momento que le intentó dar un golpe en los pies para desestabilizarlo, una bala penetró el cuerpo de Michael, exactamente perforando el hombro derecho y haciendo que tuviera que tirarse al suelo, gritando de dolor. Alex, inmediatamente se acercó a su compañero a socorrerlo y a protegerlo de otro atentado.

—¿Estás bien? ¿Qué paso? ¿De dónde nos están disparando? —Preguntaba Alex mientras apretaba la herida de su compañero con fuerza, para poder detener la hemorragia.

—No sé qué paso, pero debemos irnos inmediatamente de aquí, somos un blanco fácil para cualquier tirador experto —contestó asustado Michael.

En el mismo instante que Michael intentó empujar al chino, un tirador ubicado en una colina cercana al Fort Baker, le dio un disparo certero en el hombro. Aquel francotirador era W que estaba esperando el momento preciso para poder salvar a su amigo de las manos enemigas. Yang, antes de que Michael lo tocara, se sujetó de la cuerda y saltó; sabiendo que su amigo W haría el resto. Con lo que no contaba Yang, era que la cuerda no era muy resistente y que se rompería al momento de saltar.

 

36 horas antes

—¿Fuiste tú? asesino, te mataré con mis propias manos—gritaba enfurecida Carol mientras miraba con odio al mexicano.

—¿De qué estás hablando mocosa? ¿Qué le pasa a tu compañera? —preguntó Rubentino a Walter, sin entender por qué Carol lo estaba amenazando.




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