Ethan había repasado mentalmente su discurso varias veces antes de llegar a la casa de sus padres. Sabía que la noticia los tomaría por sorpresa, pero esperaba que lo manejaran con calma.
O al menos, con la mayor calma que fuera posible.
Después de todo, no era algo que se pudiera soltar así como así.
"Por cierto, mamá y papá, ¿se acuerdan de Brooke? Bueno, resulta que tenemos una hija de cuatro años. Sí, cuatro. Sí, me enteré ayer."
Por eso, en cuanto se sentaron a la mesa y se sirvieron las bebidas, Ethan respiró hondo y decidió ir directo al punto, pero con sutileza.
—Tengo algo que contarles...
Su padre dejó su copa de vino sobre la mesa con un gesto solemne y asintió con decisión.
—Siéntete en confianza, Ethan. Estábamos esperando esta charla.
A su lado, su madre asintió con emoción contenida, entrelazando las manos sobre la mesa.
Ethan frunció el ceño y miró a Jonathan, buscando respuestas. Su hermano se encogió de hombros, igual de confundido.
—¿Qué charla estaban esperando?
Su padre tomó la palabra con la misma gravedad con la que habría anunciado que la familia estaba al borde de la ruina.
—Ethan, queremos que sepas que te amamos tal como eres. Nada de lo que nos digas cambiará eso.
Su madre le tomó la mano con ternura.
—No tienes nada de qué avergonzarte, cariño. Siempre lo sospechamos, pero queríamos que nos lo dijeras cuando estuvieras listo.
Ethan los miró desencajado.
—¿Qué es lo que sospechan?
Su madre le dedicó una sonrisa de infinita comprensión.
—Ethan, sabemos que eres gay. Y está bien.
Jonathan, que hasta ese momento había estado bebiendo tranquilamente, escupió un sorbo de agua y soltó una carcajada ahogada.
Ethan parpadeó varias veces, esperando que en cualquier momento alguien dijera "es broma", pero nadie lo hizo.
—¿Qué? ¡No soy gay! ¿Qué les hizo pensar eso?
Su madre ladeó la cabeza, incrédula.
—Es la única explicación razonable que encontramos para que terminaras con Brooke.
—¿Es en serio? —preguntó, arrugando el ceño.
—¡Era perfecta! —exclamó su madre, levantando las manos—. Inteligente, trabajadora, simpática, hermosa, amable…
Ethan gruñó, no necesitaba que enumeraran todas las cualidades de su exnovia, a quien se arrepentía de haber dejado.
—Y nunca presentaste a otra mujer antes ni después de ella —añadió su padre.
Jonathan, incapaz de contenerse, se reía tanto que apenas lograba respirar.
—Bueno, bueno, ¿entonces qué era lo que nos ibas a contar? —preguntó su madre, aún con escepticismo.
Ethan cerró los ojos un momento, buscando paciencia. Y en ese momento decidió que no había espacio para sutilezas.
—Que acabo de enterarme de que tengo una hija.
Silencio.
Se podía escuchar el sonido del reloj de pared marcando los segundos.
Su madre parpadeó.
Su padre parpadeó.
Jonathan soltó una carcajada aún más fuerte y se agarró el estómago.
—Bueno —su madre aclaró la garganta, volviendo a tomar su mano—, esto sí que no lo vimos venir.
—Pero lo importante es que te apoyamos —añadió su padre, tras un largo trago de vino—. Sin importar con quién y cómo hayas decidido tener esta hija.
Ethan rodó los ojos con frustración.
—¡No soy gay! Tuve a mi hija con una mujer, de la forma convencional.
Más silencio.
Su madre lo miró fijamente.
—Aún no descartemos del todo la teoría —acotó su padre.
Jonathan casi se cayó de la silla de la risa.
Ethan se reclinó en su asiento y exhaló, dándose por vencido.
—Ava. Se llama Ava —soltó finalmente—. Y apenas me enteré ayer.
Su madre parpadeó varias veces, como si su cerebro estuviera tratando de procesar la información.
—¿Ava? —repitió en un susurro.
Ethan asintió, sintiéndose un poco más relajado ahora que la verdad estaba sobre la mesa.
—Tiene cuatro años. Y es hija de Brooke.
El silencio que siguió fue tan intenso que hasta el reloj de la pared pareció detenerse.
De repente, su madre dejó escapar un sollozo y se llevó ambas manos a la boca.
—¡¿De Brooke?! —exclamó con voz entrecortada antes de echarse a llorar.
Su padre frunció el ceño y lo miró.
—Déjame ver si entendí bien. Brooke estaba embarazada cuando la dejaste.
Ethan sintió una gota de sudor frío en la nuca.