El final de este amor

6

 

¿Es temblor? ¿Qué sucede? ¿Estoy en medio de una pesadilla? ¿Madre? ¡Oh Dios, qué es esa luz brillante! ¡¿Estoy muerta?! No, no, no puedo estar muerta. ¿Dónde demonios estoy? Todo está oscuro. Vuelvo a sentir que todo tiembla, vibra... ¿Qué mierda pasa? ¿Madre, me estas jugando una mala broma? Si es cierto, lo estas logrando... Me detengo, el rugido proveniente de un animal salvaje, me paraliza. ¿Ahora si me voy a morir? ¿Es en serio vida mía? ¡Déjame vivir un poco más! No importa si me empujas para caer al suelo y rasparme las rodillas cien veces más, déjame, por favor...

¡AHHHHHHHHHH! ¡ESTOY MUERTA! ¿MADRE? DIOS, ESTOY MUERTA.

Abro los ojos, que chocan con la fuerte luz del sol, vuelvo a cerrarlos hasta poder acoplarme a los reflejos de la ventana. Me toco de manera rápida todo el cuerpo como si tuviera miles de bichos comiéndome.

Resoplo, relajándome.

—Solo fue una pesadilla, solo fue un susto.

Mi cuerpo se sobresalta al escuchar el abrir de la puerta bruscamente. La silueta de mi madre, con pijama de flores, un rostro pálido del susto junto a un cabello revuelto echando mechones por todos los ángulos, me deja pasmada. Tengo mi boca muy abierta que un poco más y mi mandíbula cae al suelo, mis ojos se agradan tanto que temo que se salgan de su sitio.

Mi madre camina en pasos apresurados al entrar a la habitación, continúo sin moverme, ni pestañeo. Me toma el rostro verificando que todo este en orden, sus labios se mueven, pero no logro escuchar su suave voz. Observo como su mano izquierda se eleva en el aire para luego chocar contra mi mejilla... ¿Qué demonios?

Como si el golpe hubiera servido, mi audición ha vuelto, mi cuerpo reacciona y mi voz alarmada sale a flote.

—¡Eso dolió, mamá! —me quejo, acariciando mi mejilla. Dirijo mi mirada al rectangular espejo del armario, que me muestra mi actual escenario: tengo una marca roja plasmada en mi pobre mejilla, la mano de mi madre es un poco grande, un poco más y me daba en el rabillo de mi ojo.

—¿Estás bien, hija? —su mirada de preocupación me hace olvidar la fuerte cachetada que me ha dado.

—Si —sigo acariciando mi mejilla —, solo fue una pesadilla un poco extraña.

—Capaz comiste muy tarde, mi niña —aclara, llevando sus manos a mi desastroso cabello —. Estas un poco sudada —afirma, tocando mi frente húmeda.

—Me daré un baño de inmediato —le aseguro, sacándome las sabanas de encima.

—Es lo apropiado, después apestas como un zorrillo —disimula una mueca de asco.

—Yo jamás apesto —ataco, frunciendo mis labios.

—Ajá, ¿Qué te crees? ¿Un perfume?

Ruedo los ojos mientras ella suelta una risilla burlona. Unos de los hobbits de mi madre es fastidiarme hasta agotar sus energías. Por eso, le he recomendado millones de veces que se consiga un buen hombre, según ella no lo encuentra, pero... ¿Cómo lo va a encontrar si no lo busca?

—Iré a bañarme, mamá.

Asiente con su sonrisa ladeada, me indica que va a darse un baño para luego hacer mi desayuno favorito —así paga sus deudas de: "hoy hastiaré a mi linda hija"—, le aseguro que deseo bastante, porque mi estomago soporta mucha comida. Sale de la habitación meneando sus caderas de una forma muy exagerada, niego con mi cabeza, riendo de sus ocurrencias.

Me pongo de pie, estiro mi cuerpo sacando toda la pereza que alberga, me hago una coleta mal hecha; me pongo mis pantuflas y me dirijo al baño, cepillo mis dientes, hago mis necesidades básicas, boto mi pijama al tacho de ropa sucia. Me adentro a la ducha, dejo caer el agua fría sobre mi cuerpo, es el momento donde cierro mis ojos, centrándome en el silencio para buscar paz.

Minutos después, una toalla de color celeste envuelve mi cuerpo, mi cabello húmedo gotea causando un charco de agua que se desliza por mis pies, maldigo, yendo en busca de un trapo para secar. Agarro el conjunto de vestimenta que usare el día de hoy.

Una parte de la música de Katy Perry titulada como: Dark Horse, se empodera del ambiente, avisándome que hay una llamada entrante, estoy segura de la personas que cambió  el sonido de llamada. Doy unos cuantos pasos, estiro mis manos rápidamente, recogiendo el teléfono que estaba al filo de la cama a punto de caerse, respiro hondo ante el susto y contesto sin ver el causante de la llamada.

Aubrey: ¿Hola?

—¿Aubrey? —aquella voz ronca, me hizo acomodarme en la cama, sentándome en el centro de la misma.

—¿Nick? —inquiero como si no supiera que es él, el infiel.

Nick: ¿Puedo hablar contigo, por favor? Sé que necesitas una explicación.

Emplea un tono de súplica.

Quiero gritarle miles de cosas impropias y groseras que pasan ahora mismo por mi mente, pero no lo hago, eso es hacerme un reverendo daño.

Aubrey: Por supuesto, lo último que merezco es una explicación, Nick Swift.

Suspira agotado, quedándose en silencio.

Aubrey: ¿Deseas que te prepare una taza de té y te entregue una hojita para que me escribas una carta, mientras te regalo una mirada enamoradiza?

Nick: ¿Eso quieres?

Aparto el teléfono, llevo una almohada a mi boca, doy un fuerte grito, necesito desahogar mi enojo, es un tonto.

Aubrey: Nota el sarcasmo, joder.

Nick: Lo siento, no estoy para eso, Aubrey. Permíteme darte la explicación —hace una pausa —. Lo hare en persona, no por aquí.

Aubrey: perfecto, envíame la ubicación del lugar por mensaje.

Nick: Listo, esper...

Dejo de escuchar su voz a través de la línea, ¿Por qué? Porque cerré la llamada al igual como él lo hizo la vez pasada.

—Todo se cobra, alimaña —susurro, moviendo mi cabeza de un lado a otro, mientras camino como una modelo sexy y segura de si misma.




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