El Final Del Cuento De Hadas

02

Los monstruos son reales. Se disfrazan de humanos y a veces, se disfrazan de amor.
 

5 años atrás 
 


Estábamos en el parque con Francesca, mi hija, celebrando su cumpleaños número 11. Yo estaba sentada en una banca viendo a mi hija jugar con los demás niños, me alegraba tanto verla tan feliz. Sabía que haría esto y mucho más por ella. Aunque debo de admitir que me ponía un poco nostálgica saber que mi bebé ya no era tan bebé, que iba creciendo.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos, que no me di cuenta cuando ella se acerco a mi

—Mami—me miró con ojitos de borrego

—¿Qué quieres?—me reí. Siempre que me ponía esos ojitos es porque quería algo

—Siempre piensas lo peor de mi. ¿No puedo simplemente venir a decirte lo mucho que te amo y cuánto deseo un helado en estos momentos?—solté una fuerte carcajada

—Si serás pícara eh—ella se encogió de hombros—Vale, pero no hay una heladería cerca Fran—dije tratando de ver si había una

—Hay un hombre por allá vendiendo conos de helado—me sonrió

—Ah, o sea que ya lo tenías todo más que previsto—le sonreí

—Siempre hay que estar lista para la ocasión, ¿no?—me dijo haciéndome reír. Que hija me tocó. 

—Vale, pero...—no estaba muy segura de dejarla sola.

Si, ya sé, por más que fuera en el mismo parque donde se encontraba el hombre, no estaba segura de dejar a mi hija sola. Tenía un presentimiento, y como dice mi madre, mejor prevenir que lamentar, ¿no?

—Me quedo aquí, te lo juro por lo que más quieras. Además me enseñaste bien, cualquier persona que veo que se me acerca con extrañas intenciones grito, sino cualquier cosa grito lo más fuerte y voy corriendo hacía ti—me sonrió inocente—anda ma ¿si? Es que estoy jugando, por fis

—Mmm bueno. Pero cualquier cosa vas hasta mi Francesca. Y te lo digo en serio—no se si estaré haciendo bien 

—Si mami, tranquila. Quiero de chocolate—me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo para seguir jugando

Fui hasta el heladero, pero había una mini fila de tres personas. Por suerte no estaba demasiado lejos de Fran y justo donde estaba parada tenía una vista panorámica de ella. 

Si ya sé, parezco una madre obsesiva y controladora. Pero es que no se que podría llegar hacer si algo le ocurriera.

—Buenas tardes señorita ¿qué gustos desearía?—volví a la realidad cuando el hombre me atendió 

—Hola, sí..—le sonreí—..quisiera uno de chocolate y uno de durazno por favor—le volví a sonreír, cosa que esta vez el hombre me devolvió la sonrisa 

—Serían 2 dólares—le entregué el dinero, y me dio los helados—Aquí tiene. Muchísimas gracias 

—No, gracias a usted, que tenga un buen día—le sonreí y me dirigí nuevamente hacía dónde estaba mi hija

Estaba caminando tranquilamente, cuando de repente vi algo raro de lejos. Mi hija estaba en el suelo, al parecer se había caído y un hombre estaba al lado suyo. No sé porqué, pero sentí un escalofrío correr por mi, no me daba buena espina.

Apure el paso, prácticamente trote hasta ellos intentando de no tirar los helados y cuando estuve cerca de ellos, el hombre levantó la mirada y me vio. Quedé helada y no sé si por su atractivo nunca antes visto o por su mirada extrañamente fría.

Me agaché a la altura de Fran sin dejar de verlo. Luego vi a Fran y a su pierna toda raspada

—¿Estás bien mi amor? ¿Qué ocurrió?—le pregunté dándole su helado

—Si, estoy bien. Estaba corriendo y me tropecé sin querer—me sonrió, yo miré al hombre y volví a mirarla y ella entendió mi indirecta—y éste amable caballero se acercó a preguntarme cómo estaba y a darme una servilleta para limpiar mi pierna que estaba sangrando

—En ese caso, muchas gracias señor... —miré al hombre y le sonreí extendiéndole la mano. 

Me devolvió la sonrisa aceptando mi apretón de mano. Volvió mi escalofrío. Pero no sabría decir si era de los buenos o de los malos

—Caleb. Caleb Evans. ¿Y usted es..?—me dio una sonrisa seductora

—Mi amor, ve a jugar ¿si?—miré a Fran. No quería que esté presente mientras este hombre encantador me coqueteaba

—Claro—se levantó y medio renga fue a seguir jugando con su helado. Por eso la amaba, nada la detenía a ser feliz

—Ahora si, disculpa mi descortesía. Mi nombre es Sarah, Sarah Vancouver—le sonreí

—Uf, creí que te habías molestado porque me había acercado a tu hermana—se rió Caleb. Lo miré con una sonrisa

—No digamos que me encantó la idea, por qué vamos, eres un extraño, pero aún así gracias—ambos nos dirigíamos hacia la banca donde antes estaba sentada

—¿Así qué eres de esas hermanas controladoras y obsesionadas?—preguntó viéndome a los ojos. Aún sus ojos me daban una impresión rara

—Permíteme corregirte, es mi hija—pude ver el asombro en su cara—y si, soy bien psicópata. Bueno no, mentira, pero si soy bastante protectora. Es mi única hija, no puedo no serlo. Aunque de por sí, creo que por más que tuviera más hijos aún así sería síper protectora—me reí y él se rió conmigo. Tenía una risa tan bella. Hace tanto no decía algo así respecto a un hombre 

—¿Tu hija? Wow, jamás lo hubiera creído pareces muy... Joven. Disculpa, sé que esto jamás se le pregunta a una mujer pero, ¿cuántos años tienes?—me vio comer mi helado. Porque sí, yo lo comía, no lo iba a desperdiciar

—28 años, ¿y tú?—pregunté viéndolo mientras me limpiaba los labios con una servilleta

—¿Yo qué, señorita Vancouver?—preguntó con una sonrisa en su rostro. Una sonrisa muy linda, a decir verdad

—Pues ya que me deja preguntar, ambas—me miró confundido—su edad y si tiene hijos—me encogí de hombros

—¿Hijos? No, pero no me desagradaría. Y edad, tengo 30 años. Todo un adolescente a penas—dijo petulante y con un tono de sarcasmo, cosa que me hizo reír

—Claro, y yo apenas por hacer mi fiesta de dulces 16, ¿no?—ambos nos reímos y vi a Fran acercarse a nosotros



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En el texto hay: romance, misterio y drama, dolor y odio

Editado: 15.02.2020

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