El fracaso de Katty Thomson.

Capítulo 3:

El domingo por la mañana, todo estaba mucho más calmado, solíamos discutir de esa manera gracias las decisiones de nuestro padre.

 

— Lamento todo lo que dije ayer — levanté la vista de mi portátil para ver cómo me tendía una rebana de cheesecake de limón. Mi favorito.

 

— Lo sé, no era necesario — la abracé tratando de calmar su angustia.

 

— Soy una malcriada — sollozó.

 

— No lo eres, solo te falta seguridad.

 

— Tú me das seguridad — me guiñó el ojo.

 

— Tonta — estaba sonrojada — ¿Aún haremos esa reunión?

 

— Por supuesto — sonrió — no creo que papá venga.

 

Negué — Tardará al menos, tres días.

 

— ¿Qué debería comprar?

 

— ¿Cuántos son?

 

— Tres chicas y cinco chicos.

 

— ¿Todos de ellos toman?

 

Asintió — También fuman y comen como marranos, pero son chicos excelentes.

 

— Confío en ti — guardé la tarea mientras terminaba mi postre — debemos ir de compras.

 

— Puedes invitar al tal Jake — sugirió bailando sus cejas.

 

— Ni de chiste.

 

— 0 —

 

Dos horas después, terminaba de arreglarme para ir de compras. Un vestido sencillo blanco con unas vans y una coleta, sin maquillaje. Tomé mi bolso para encontrarme con Aby sentada en el sofá, ya lista, jugando con su celular. Llevaba unos shorts, camisa azul y converse negras. Me puse mis gafas de sol negras.

 

— ¿Vamos? — asintió tomando sus cosas y saliendo del apartamento.

 

— ¿Vamos en auto?

 

Lo pensé por un momento — Sería más fácil, debemos cargar muchas cosas.

 

— Genial, no me aparecía caminar.

 

En cuestión de minutos, llegamos a el supermercado más cercano. Entramos a la tienda agradecidas por el aire acondicionado — ¿A dónde primero?

 

— Alcohol.

 

Fuimos a la sección de licores, metí una botella de ron, dos de vodka, una sabrosa llamada coconut, la cual era más suave para nosotras — siento que no alcanzará.

 

— Pensaba lo mismo, deben tomar a montones.

 

Puse dos más de ron y otra de coconut, era divino — sabes que no debes tomar en exceso — advirtió.

 

— Lo sé, es una bebida suave.

 

Al contrario del ron barato que tomaba a montones.

 

Tomamos algunas gaseosas, golosinas, cosas para comer, cigarrillos de frutas y menta. Me estremecí al ver a Iván delante de nosotros — ¡Iván! — chilló Aby haciendo que el chico volteara a vernos, tuve la enorme necesidad de esconderme detrás de mi hermana.

 

— ¡Aby! — sonrió — ¿Katty?

 

— Oh, Hola Iván — saludé con timidez.

 

— ¿Se conocen? — preguntó sorprendida.

 

— Terapia — respondimos al mismo tiempo.

 

— Oh, tiene sentido ¿Irás a la reunión más tarde?

 

Pasó a pagar sus cigarrillos — No estoy muy seguro.

 

— Ve — pedí en susurro. Me moví detrás de la espalda de mi hermana, sintiéndome pequeña.

 

— Está bien — aceptó con una sonrisa.

 

— Siguiente — gruñó el cajero.

 

— Nos vemos — se despidió Aby, agite mi mano.

 

— Adiós.

 

Comenzamos a pasar las cosas mientras la morena aún me miraba sorprendida — ¿Cómo es qué todos le suplican a Iván para que vaya y vienes tú con una sola palabra haces que acepte, sin dudarlo?

 

Me encogí de hombros — No tengo ni idea.

 

Terminamos de realizar las compras para luego dirigirnos a casa a limpiar todo, demoramos alrededor de dos horas. Estaba agotada — ya sé porque odio tener amigos — estaba tirada en el piso con el cabello pegado a su rostro debido al sudor.

 

Reí desde el sofá — al menos tienes amigos.

 

— Calla — bufó — le he hablado bastante a mi grupo sobre ti, seguro Iván sabía quién eras cuando nos vio juntas.

 

— Seguro.

 

— Les he mostrado fotos de nosotras, pero siempre sales medio escondida.

 

Rodé los ojos — Odio tomarme fotos.

 

— Solo eres muy tímida.

 

Mire la hora en mi celular, casi las seis de la tarde — ¿A qué hora vienen?

 

— Cerca de las ocho y media, mañana todos tenemos clases.

 

Bufé — me siento tan anormal quedándome en casa todo el tiempo.

 

— Quizás podamos hablar con papá para que te integres tipo semipresencial — sugirió.

 

— No creo que acepte.

 

— Podemos aprovecharnos de su sentimiento de culpabilidad por lo de la cena.

 

— ¿Eso no es demasiado?

 

— Nah.

 

— Llamaré a mi psicóloga mañana temprano, antes de hablar con papá.

 

— Genial — dejó su celular en la mesita de café, levantándose — deberíamos arreglarnos.

 

Asentí, siguiendo su camino por el pasillo.

 

— 0 —

 

Me coloqué un jeans tiro alto, una blusa suelta con pequeñas sandías y converse negras. Mi rebelde melena estaba debidamente planchada haciéndola manejable, me apliqué rímel, delineador y labial rojo. Hice una mueca, debería sacarme un flequillo.

 

Empecé a arreglar la barra de desayuno con algunos vasos y aperitivos, me tire en el sofá para poner algo de música — ¿cómo me veo?

 

El pantalón entallado resaltaba a la perfección sus piernas y caderas, una hombrera negra con volados, sandalias planas. Su cabello rizado y algo de gloss — Te ves genial.

 

La puerta sonó, eran las ocho en punto. Alguien llegaba temprano — ¡Ethan, puntal como siempre!

 

Un chico de mediana estatura y ojos verdes entró a la sala — ¡Tú debes ser Katherine!




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