El fracaso de Katty Thomson.

Capítulo 4:

El lunes por la mañana tenía una buena resaca en mucho tiempo, sin embargo, recordaba en su totalidad los hechos de la noche anterior. Tomé mi bata de baño, quité el pestillo de la puerta dispuesta a prepararme un café. Esquivé a los cuatro chicos tirados en el piso, me tomó cinco minutos mi cargado café negro anti-resaca. Me robé un cigarro de menta de la mesita de café para sentarme con comodidad en el balcón.

 

— Buenos días — saludó aquella voz ronca y adormilada, me estremecí — veo que robaste uno de mis cigarrillos.

 

Le sonreí levemente — sí quieres, agarra algo de café. Así estamos en paz.

 

— Te tomaré la palabra— los pinos que se alzaban a lo lejos, me traigan algunos recuerdos. Solté un suspiro lleno de alivio, actualmente me encontraba bien, eso era lo importante — ¿Te llama la atención el bosque? — arrastró la silla para sentarse a mi lado con su propia taza de café y cigarro.

 

— Me trae algunos recuerdos — murmuré tomando algunos sorbos.

 

— Dentro de unos días iremos acampar, Aby vendrá — su seguridad llamó mi atención.

 

— Dudo que papá la deje — masculle malhumorada ¿Mi hermana pequeña sola en ese bosque con un montón de chicos? Ni loca.

 

— Tenemos que hacer una investigación para la clase que compartimos en la universidad, se nos hará tarde y acamparemos. Tu padre dijo que sí — me soltó una sonrisita traviesa.

 

— Iré — aquella afirmación hizo que mis vellos se erizaran.

 

Abrió sus ojos, sorprendido — ¿En serio? — asentí, frunció el ceño — tu hermana dijo no toleras estar en el bosque.

 

— Odio estar ahí — contesté con pesadez — pero nunca dejaría que vaya sola.

 

— ¿Por qué?

 

— Es peligro — contesté cortante.

 

— Disculpa si te incomode — sus ojos cafés me vieron arrepentidos.

 

Sacudí la cabeza — no te preocupes — contesté con una sonrisa sincera.

 

— ¡Oh, aquí están! — gritó más fuerte de lo necesario, llevaba una bata de baño y una mascarilla verde ¿No le daba vergüenza con los chicos? Se sentó con nosotros, ahora eran tres tazas de café anti-resaca sobre la mesa — ¿De qué hablan? — la sonrisa pícara me hizo incomodar.

 

— Sobre el hecho de que vas al bosque, a acampar, sola, sin decirme nada — gruñí, mirándola con los ojos entrecerrados. Se encogió de hombros.

 

  • Papá me dio permiso, es solo una tarea y pasaremos la noche ahí, nada más.

 

  • Iré contigo.

 

Abrió los ojos, indignada — ¡Nunca puedo hacer nada sola! — reprochó — además, tú le tienes miedo al bosque y si papá me dejó ir, no puede ser tan peligroso.

 

Golpee fuerte la mesa haciéndolos saltar — Deja tu maldita malcriadez, Aby. Irás conmigo o no vas, punto. Ese lugar es sumamente peligroso.

 

Su mirada temerosa me hizo relajarme, podía alterarme con facilidad ese lugar, y más cuando miles de escenarios pasaban por mi cabeza con mi hermanita incluida en ellos. Correrían menos peligro conmigo ahí — Está bien — dijo algo molesta, solté un suspiro.

 

  • Chicas, hay un tal Jake en la puerta — dijo Edward, medio dormido.

 

  • ¡¿Qué?! — gritaron ambas, corriendo hacia la puerta.

 

Un chico de complexión delgada esperaba apoyado del marco, traía unos jeans gastados y un suéter negro de cuello alto. Su mirada ámbar, se clavó en mí — ¿Jake? ¿Qué haces aquí?

 

  • Necesito hablar contigo — su sonrisa suave, me hizo estremecer. Mi corazón latió adolorido.

 

  • Claro, mi habitación está al fondo, a la derecha. Tiene un poster de Twice la puerta.

 

Se carcajeo, saludando brevemente a mi hermana. Pasando de largo — ¿qué coño, Katherine? ¿Tu habitación?

 

  • ¿Recuerdas el chico qué me ayudó?

 

Su boca de abrió — ¿Es él? — asentí — bueno, ve. Confío en ambos mientras no quiera juntarme con su hermano.

 

Le di un beso en la mejilla — No es así, ya verás.

La mirada de Iván se clavó en mí, era intensa como si tratara de decirme algo. Me despedí de todos con la mano, aclarando que nos veríamos luego. Cuando entré a mi habitación, Jake roncaba en mi cama. — ¡Jake, estúpido, despierta! — lo llamé tirándole un cojín. Se levantó con la baba pegada al cachete.

 

  • Sigues siendo igual de cruel — se quejó, limpiándose el rastro de saliva.

 

  • Tú sigues durmiéndote en cualquier lado en menos de cinco minutos — me burlé, sonrió.

 

  • Te ves sana y feliz — la calidez de sus ojos me ponía nerviosa.

 

  • Lo estoy, tengo mis días, pero soy feliz — me senté a su lado, colocando el cojín en mis piernas cruzadas — ¿qué haces aquí, Jake?

 

Pasó saliva — Estuve tanto tiempo sin verte, preocupado por tu bienestar. Cuando me fui del orfanato, no pude dormir tranquilo hasta que mi padre me permitió regresar. Luego de eso, me mandaron a estudiar y levantar el negocio en Suramérica, volví hace algunos meses.

 

  • ¿Sabías qué había sido adoptado por los amigos de tus papás? — negó.

 

  • Fue una sorpresa total encontrarte, aunque haya sido de aquella manera. Le insistí a tu madre para que me diera tu número de celular, me costó como no tienes idea.

 

  • Ella llamó para preguntarme, le expliqué brevemente quien eras.

 

  • Oh, eso explica porque me dio tu dirección — reímos.




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