Desperté desorientada, ahogué un grito asustada por no reconocer nada ¿acaso él...?
Me tendió la taza junto con la pastilla — le avisé a tu hermana, pensé no decirle hasta que despertaras, pero está lloviendo muy fuerte.
Pasé la pastilla, suspiré al sentir el suave té de manzanilla recorriendo mi cuerpo — está bien, le explicaré bien luego.
Sonrió — Al parecer la lluvia tardará un poco — se levantó — ¿quieres comer algo?
Mi estómago gruñó en respuesta, lo miré avergonzada — creo que sí — respondí tímida.
Miré mis medias negras, me encogí de hombros para ir detrás de él. La casa no era muy grande, la sala era pequeña, conectada con la cocina y la entrada, el baño en único pasillo y otra puerta por donde entraba claridad, se veía el torrente de agua, solté un suspiro, tardaría un poco en aclarar.
Se asomó por el muro — vale, iré adelantando.
Cerré la puerta con pistillo, mi cara se veía demacrada debido a la gripe, me aferré a la encima ¿Por qué tenía que estar en la misma universidad? ¿Cuándo demonio había regresado de Suiza? ¿Por qué entre todas las personas en el mundo debía ser Derek? Me recogí las mangas del suéter para poder refrescarme, estaba en casa de un desconocido, pero, aun así, Iván me transmitía una paz sumamente tentadora. Salí del baño con lentitud, me sentía algo desgastada. Noté que escuchaba una música, era jazz, un suave sonido que salía de los parlantes llenándome de calidez — Buen gusto — comenté acercándome un poco a la barra de desayuno. Volteó a verme con una linda sonrisa, tenía un delantal de gatitos — Lindo delantal — me burlé un poco.
Busqué con la vista el sillón, solté un chillido — ¡Tienes un gato!
Lo vi con el ceño fruncido — Pobrecita.
Me acerqué con lentitud, para mi sorpresa la gatita soltó un tierno maullido para treparse por mis jens — ¡Corunda, no hagas eso! ¡Maleducada! — regañó apuntándonos con un cucharon.
Tomé a la gatita en brazos para hacerle mimitos — eres una señora.
Bajé a la gatita para deslizarme en el sillón y la manta, suspiré con gusto, decidí no encender la televisión y disfrutar de la música. Corunda se deslizo debajo de la manta para arrullarse en mi pecho — Tu casa es mi cálida, adoro esta paz.
Abrí los ojos para encontrarme con su rostro serio — Mi abuela decía lo mismo.
Mi estómago se encogió — Lo siento.
Mis ojos se cristalizaron — vaya, eso debió ser hermoso.
Se encogió de hombros — Cocino sabroso. Los chicos y Aby, suelen pedirme que les lleve comida.
Empezó reír a carcajadas — Te lo dije, cocino de maravilla.
Negó — soy gordo, negro y feo, doy asco.
Me incliné para darle un golpe en la cabeza — Primero que seas gordo, no quiere decir que seas feo o asqueroso, segundo, no eres negro, eres moreno, tercero, no eres feo. Tienes un rostro muy lindo — terminé de decir sonrojada.
Tenía dos opciones hacerme la desubicada o decir la verdad a medias — Fue alguien que me hizo mucho daño en el pasado.
Me destruyo la vida y el espíritu.
Bajé la mirada, apretando el tenedor con fuerza — Sí y otras cosas más.
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Editado: 12.06.2020