Todo empezó una mañana, cuando el gato caminaban por la banqueta, un hombre se le acercó. Este tenía puesto un abrigo y un sombrero.
Tomó al gatito con sus dos manos y le dio de tomar un extraño líquido fosforescente. El sabor del líquido era dulce y le gustó demasiado.
Depués el señor lo dejó en el suelo y se dio a la fuga.