El general Sam

Capitulo VI

Al llegar a mi cuarto, el capitán me dejó suavemente en un sofá de la estancia, diciendo

      -  Déjame y te ayudo a limpiarte las heridas, amor.

      - Déjame bañarme primero, además no es necesario utilizar las palabras “amor”, “cariño”, cuando no hay nadie alrededor

     - ¿Por qué?

     - Porque si no hay nadie, no hay razón para prodigarnos falso cariño

    - A mí me gusta, nunca había llamado a nadie así, déjame disfrutarlo un poco más.

    - No me digas, que no llamaste así a las chicas con las cuales has salido.

Y al terminar de formular la pregunta, vi duda en su rostro, fuera lo que fuera a decir era mentira.

   - Sí, pero solo a algunas para que lo sepas.

   - Venga, ¿cuantas novias has tenido?

   - Muchas, muchas - dijo, mientras se frotaba la parte de atrás del cuello, un signo de estrés, el cual había visto y reconocido antes.

   - Mentira, tú nunca has tenido novia.

   - Y tú tampoco, entonces ¿quién eres para juzgarme?

   - ¿Quién dijo que yo no he tenido novio?

  - No es necesario que alguien lo dijera, porque casi se atragantaste al pronunciar la palabra novio.

  - Pero eso es un problema de pronunciación, no una confirmación de no haber tenido una relación antes, pero ahora terminamos de hablar de eso - dije, mientras me dirigía al baño.

Entre al baño, y me desnude, entretanto pensaba como nadie me había llamado de forma cariñosa antes de Andrew, como nunca había dormido con nadie, como nadie me había abrazado cuando lloraba o cuando había tenido una pesadilla, como nunca alguien había sido mi soporte para nada, pero todo eso, a pesar de necesario de alguna forma, tenía una razón para no tenerlo, enamorarse era no pensar racionalmente pensar en eso, novio, prometido, matrimonio, era desear algo imposible.

 

Empecé a lavar mi cuerpo, mis pies, piernas, abdomen, mucho más marcado y fuerte que en la mayoría de los soldados, mis prominentes senos, de los cuales nadie respetuoso notaba bajo el nombre de presentación general Sam; desde los inicios, por mi tipo de combate, la rapidez en respuesta, ataque y ejecución, fue extendiéndose rumores hasta las tierras más lejanas de Aqtar y en los países vecinos, sobre el tipo de pelea y más, lo nunca mencionado fue el sexo del general, algo de lo cual me sentí honrada, y de lo cual me reí mucho al ver el rostro de los combatientes extranjeros dispuestos a retar al grandioso general Sam, y me reí aún más cuando, en menos de cinco movimiento ya tenía una daga o un cuchillo en sus gargantas, amaba ese sentimiento de poder, orgullo, confianza en mis propias habilidades, en mis estrategias, de ver al enemigo de rodillas frente a mí, bueno retóricamente hablando, me gustaba ganar desde pequeña, y no iba a empezar a perder ahora, por esa razón y muchas más, cada día me levantaba a correr, meditar de vez en cuando, entrenar, para cada día ser mejor en todo, para ser orgullosa merecedora del título general, algo de lo cual nunca pude alcanzar, porque no dependía solamente de mí, fue ganarme el respeto de mis hombres, podía pelear mejor que ellos, salvarles la vida, y demás, pero nunca pude ser un respetado general para ellos, yo era solamente un par de tetas y culo, que trabajaba con ellos, lo pensaban antes, hace diez años y lo piensan ahora, el único diferente es el capitán Hiro, con el cual debíamos hablar seriamente.

 

Al terminar de lavar concienzudamente mi cuerpo, como lo hacía usualmente después de momento, días o semanas duras emocionalmente, enrollé una toalla alrededor de mi cuerpo y salí, pero me sorprendió ver el desayuno servido en la estancia y él mirando todo lo dejado por mi mucama para la limpieza de las heridas, no sin antes esta le indicará el lugar de los tónicos; al verme empezó nuevamente

   - Como raro tú en toalla

  - Jaja que bueno que vayas sabiendo como soy en realidad

  - Ven, te limpio las heridas

  - Claro - me senté frente a él cerrando los ojos, esperando a que me curará las heridas.

  - ¿No me ayudas a escoger cuál?

  - Vamos, yo confío en ti

 - Vale, pero yo no confío en mí, así que mira y dime cual no quiero matar a mi querida novia

 - Bueno- dije mientras abría los ojos - el verde primero, después el azul y por último el transparente.

  - Eso ya es algo - empezó a aplicarme con sumo cuidado cada uno de los tónicos indicados, pero lo realmente sorprendente fue sentir el aire de su cálida boca en mi cara, en un intento de disminuir el tiempo de adaptación del tónico en la piel.



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En el texto hay: muertes sangrientas en la oscuridad, amor, odio

Editado: 04.08.2019

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