El gordo mas hermoso

Capítulo 2. La ciudad.

Por culpa de la estafa del distribuidor de víveres, el singular par. Emprendió un viaje en búsqueda de explicaciones, el cual no les tomo mucho tiempo, ya que el pueblo donde habitaban se encontraba en las cercanías de la ciudad.

En el camino, los ojos de los transeúntes, se centraba en Cetis y Godwin. La joven era hermosa, con rasgos más finos que los elfos. Raza que es conocida por sus hombres atractivos y preciosas mujeres. Cabello dorado, con grandes risos, una piel blanca y suave sin ninguna imperfección evidente, su cara; con dos grandes ojos, tan azules como el cielo y tan puros como el agua, los cuales se encontraban resguardados por finas pestañas; largas y doradas, eran las características, que acreditaban la belleza de la joven. No hace falta decir que, a sus 11 años, aún no presentaba la sensualidad de una mujer. Pero si una gran dignidad, sus modelas y forma de andar no perderían contra ningún noble, tal vez hasta eran superiores. Y Godwin, realmente no hay mucho que decir, todo se debía a su enorme estatura y horripilante apariencia.

Después de pasar las puertas de la ciudad. Siguieron y siguieron por los distintos puestos, algunos de comida, otros de ropa y chucherías, hasta que, por fin, llegaron a su destino. Un edificio de 3 pisos de altura, más llamativo que los demás. Por sus grandes puertas con hermosos tallados, chapados en plata, y las lujosas decoraciones de sus paredes blancas.

Al entrar uno de los guardias, equipado, con una armadura simple, de cota de malla, y espada en su cintura. Los detuvo para preguntar.

—¿Qué necesitas pequeña? —dijo el guardia, ignorando por completo la existencia de Godwin.

—Necesitamos hablar con tu jefe. Surgieron algunos problemas, con la entrega de suministros al orfanato —respondió la joven, con un tono tranquilo.

Este tipo de situaciones era normal, la gente ignoraba a Godwin. Lo hacían tan comúnmente, que si un día, alguien le hablase al joven, este en lugar de alegrarse se asustaría.

—El orfanato, entiendo. Pasen por favor.

A continuación, caminaron por diversos pasillos, y de ahí a habitaciones, cada una con mercancía diferente a la anterior. Ropa, comida, armas y hasta esclavos..., se podían ver al pasar los cuartos. Al final de la travesía, se encontraron con una hermosa puerta, que parecía estar hecha de oro.

—Señor Bronson, dos niños del orfanato han venido a verlo. Dicen tener algunos problemas, con la entrega de suministros.

—Jojojo, entiendo, entiendo. Adelante —dijo Bronson, con gran calma y una risa un tanto espeluznante.

Al pasar las puertas doradas, se encontraron con una hermosa habitación, con lujosos ornamentos hechos de metales preciosos, partes de bestias salvajes (cuernos y cabezas), algunas armas colgadas en las paredes y hasta personas de diversas razas enjauladas. Y en medio del lugar, un hombre de mediana edad, regordete y calvo que, pese a su graciosa figura, emanaba un aire intimidante.

—Buen día, pequeños, ¿cuál es el problema del que hablan? Nuestra compañía, nunca ha cometido errores —cuestiono Bronson, con gran arrogancia.

—Buen día señor Bronson, el error es simple. Tal parece que, en lugar de lo acordado, nos dieron rocas en su lugar, supongo que fue algún error. ¿O me equívoco? —respondió Cetis, al mismo tiempo que colocaba una pequeña piedra en el escritorio del señor.

—Como dije antes. No cometemos errores. El porqué de las piedras, es justo lo que compraron, mejor dicho, alcanzaron. Los precios han subido, así que. Supongo, que es fácil de entender hasta para unos huerfanitos como ustedes —menciono Bronson, sin alguna pizca de compasión, con una sonrisa llena de codicia en sus labios y un enorme desprecio en sus ojos.

—Ya veo, usted no piensa seguir con el contrato —dijo Godwin, el cual había pasado desapercibido, con notable enojo. Apretando fuertemente sus puños y rechinando sus dientes.

Al ver al gigante, el cual no había notado, a pesar de su enorme tamaño. Bronson empezó a sudar un poco, él sabía lo fuerte y difícil que sería detener al joven, si este comenzaba algún alboroto. Sus pérdidas serían enormes, sólo en su oficina se encontraban una gran cantidad de objetos raros e invaluables.

—Vamos Godwin, no hay necesidad de ser tan agresivo. El señor Bronson, está a punto de solucionar el problema. ¿Verdad? —dijo Cetis, amablemente, logrando tranquilizar al muchacho. Para después mirar con gran arrogancia a Bronson.

—Si..., ya sabes pensaba que podíamos llegar a un nuevo acuerdo. Para esto necesitó ver el contrato, a fin de lograr una situación que nos favorezca a ambos.

—Me parece razonable, aquí tiene. ¿Es todo lo que necesita? —dijo Cetis, al mismo tiempo que entregaba una gran hoja de papel a Bronson, la cual tenía dentro de su mochila.



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En el texto hay: aventura peligro y accion, romance, amor

Editado: 04.10.2018

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