El gran dilema

Capítulo 11: La ex

Emily ató los cordones de sus converse con parsimonia. Buscó un pantalón un talle más grande en su guardarropa y se lo puso torpemente, insultándose por la previa estupidez de colocarse el calzado primero, pero sintiendo cierto alivio al no tener que padecer la paranoica opresión en su estómago.

Aunque intentaba convencerse de que no estaba embarazada, todavía conservaba aquel miedo de herir ese algo que podría encontrarse ahí. Ya sea un bebé o el desayuno.

Se acomodó una blusa verde agua y sobre la misma una chamarra color natural, con una capucha lo suficiente grande como para hacerle sombra en el rostro cuando se entregara a un largo viaje de autobús.

Tomó la gran mochila, metiendo en ella su cámara profesional y el trípode portable, colgándosela a la espalda.

Desconectó el iPhone del cargador y le mandó un último mensaje a Ian George.

«Museo Getty, que Mina no lo olvide»

Guardó el teléfono en el bolsillo de la chamarra y, poniéndose en puntas de pie, consiguió los auriculares que había sobre la heladera.

—¿Ya te vas? —cuestionó Antoine saliendo descalzo de su cuarto, las ojeras que se delineaban profundas bajo sus ojos reflejaban las no dormidas noches que había pasado de fiesta en fiesta.

—Sí, volveré antes de que anochezca —respondió Emily caminando hacia la puerta.

—Bien, por la noche comeremos en casa de Danton.

Emily entrecerró los ojos, dudosa de lo que acababa de oír;

—A mí no me dijo nada.

Lo cierto era que no le hablaba desde la premier. Ninguno de los dos había cruzado un mensaje ni por asomo.

—Me puso «trae a Emily» —afirmó el hombre dejándose caer en el sofá completamente despatarrado.

—Está bien —simuló una sonrisa satisfecha, ofreciéndole un suave gesto de despedida antes de retirarse.

Emily se castigó por las emociones que la embargaban, pero no quería ver a Danton. Verlo implicaba pensar en todos los malos acontecimientos que se habían dado en cuestión de días y que aún no terminaba de procesar del todo.

Verlo era recordar que le había escrito que lo amaba, pero que por cobardía y pura duda, no lo había mandado.

Si no se atrevía a decirle que lo amaba, luego de tres años juntos, ¿cómo le diría que creía estar embarazada?

—No lo estoy —chilló de la nada, poniéndose roja como un tomate al percatarse que las puertas del ascensor se habían abierto y que varios de sus vecinos esperaban frente a ella para arribarlo.

Los saludó con un tímido asentimiento y salió a los trompicones del lugar.

La parada de autobuses quedaba apenas a tres cuadras de su edificio. Miró a ambos lados y se colocó la capucha para luego acomodar los diminutos cascos dentro de sus orejas. Entregándose un poco al placer adormecedor de Morrissey.

La parada estaba desolada y casi de igual manera el autobús se encontraba semi desierto. Escogió uno de los últimos asientos en solitario y se perdió en el soundtrack que la música le proporcionaba a todo el paisaje que atravesaba su ventanilla.

Llegar al museo Getty duraba una hora de viaje en bus. Allí no había mucha gente, lo usual para un lunes en pleno horario de trabajo y escuela. Emily caminó con lentitud por la imponente y maravillosa entrada del museo con la idea de ingresar y esperar a Mina y sus amigas en un lugar más cálido. Sin embargo no fue necesario, apenas su pie tocó el cordón que bordeaba la vereda del mismo lugar, la mano de Mina se apropió de su hombro, deteniéndola sobre sus pies para hacerla girar.

—Hola, Min...

—Lo siento, de verdad lo siento, no sabía que ella vendría, las demás la invitaron y nos trajo y quiere sacarse fotos...

—Tranquila, Minnie, no sé de qué estás hablando —intentó apaciguarla Emily palmeándole los altos hombros

La joven apretó los labios y dos segundos después supo de lo que está misma hablaba; en el grupo de modelos que acompañaban a la chica esa tarde, la que encabezaba la marcha, esbelta y pausada, era nada más y nada menos que la mismísima Sevin Cinnie.

—¡Hola! —chilló una de las chicas, tenía un corte pixie que enmarcaba sus delicadas facciones, haciéndola lucir bonita—. ¡Soy Kaci!

—Emily —respondió la aludida intentando no hacer contacto visual con la ex novia de Danton.

—Hola, Emily, yo soy Sasha —respondió una pelirroja plagada de perfectos y voluminosos tirabuzones, la misma señaló a Sevin, haciendo que la chica inevitablemente tuviera que posar sus ojos sobre ella—. Y esta de aquí es...

—Me conoce —intervino Sevin en un tono indescifrable, dibujando una sonrisa incómoda—. Créeme que lo hace.

Mina se removió nerviosa con su entrecejo rubio arrugado de preocupación. Sus ojos no podían parar de pedir perdón.

—Oh, ¿ya te ha sacado fotos? —preguntó la chica del corte pixie, a lo que Sevin sonrió de costado, sin siquiera dignarse a observarla, estaba muy ocupada midiendo a Emily.

—No son fotos lo que ella me sacó —comentó mordaz, ofreciéndole una expresión concisa pero cargada de resentimiento.

Sevin no lo había olvidado, no lo dejaría pasar y Emily lo sabía a la perfección.

—Mejor ya entremos —chilló Mina tomándola a ella y a la modelo pixie del brazo, arrastrándolas al interior del museo mientras hablaba de cosas que veía y le parecían lindas.

Emily supo que sería un día extenuante e interminable.

.. .. .. ..

Las sesión duró casi una hora y media, el jardín central de Getty le confirió una excelencia especial a cada imagen, incluso a las sacadas a Sevin, quien aunque era pésima como persona, no era tan mala como modelo. Sabía mejor que las otras que luz o pose la favorecía, que posición del rostro hacía que sus ojos rasgados resaltaran y que movimiento de hombros era el apropiado para acentuar su delgadez.

La extraña tensión no dejó de girar, y un par de mordaces comentarios se colaron en el aire de vez en cuando, haciendo que el momento se volviera más incómodo que si hubiesen estado peleando directamente.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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