El inicio de mi historia se remonta a una época completamente distinta a la actual, antes de la creación de la Dimensión de Los No Marcados, antes de que el primer Gremio de Magia fuera conformado. Mi historia comienza en una época en la cual ninguna Dimensión se encontraba unida la una con la otra, estoy hablando de tantos años atrás que no podrías dimensionarlo.
La tierra donde nací era una dominada por Dragones, nosotros nos alzábamos como la raza más poderosa de todas. Al igual que los Humanos en la actualidad, dividíamos nuestro planeta según Límites, en el caso de ustedes serían lo equivalente a Países.
En uno de los Límites, de nombre Ughstee, nació un Dragón que a primera vista no demostraba nada en especial a excepción de sus relucientes escamas de un blanco perfecto, sin embargo para los Sabios de dicho Límite aquel recién nacido era alguien a quien esperaban desde hace generaciones.
Desde que abrí mis ojos por primera vez fui recibido entre canticos de alegría y rostros repletos de esperanza.
—¡Ha nacido, finalmente ha nacido el enviado del Ser Superior! —exclamó el Sabio Magno.
Con aquella frase mi vida comenzó.
Durante mi niñez no tuve contacto con otros Dragones de mi edad, solo me rodeaban servidumbre y Sabios de Ughstee.
En aquella época me inculcaron una serie de relatos los cuales anticipaban mi nacimiento.
Los relatos del mundialmente reconocido Sabio Yheggna El Pensante, son una serie de 456 pergaminos los cuales narran la llegada de un cambio, si bien son fabulas las cuales tienen cierta unión entre todas aunque algo inconsistentes, los Sabios De Las Siete Cumbres lograron descubrir que aquellas fabulas escondían una profecía. Dicha profecía se puede resumir de la siguiente manera:
Cuando la noche más oscura se transforme drásticamente en una luz esperanzadora, será la señal que dará inicio al cambio.
Las penumbras que atormentan nuestras almas serán erradicadas de raíz debido a que nuestras plegarias han sido escuchadas.
El creador de todo, el Ser Superior, enviará una fracción ínfima de su alma para que él nazca. Ese nacimiento ocurrirá en la decimoquinta noche iluminada por la luz del Ser Superior. Su nacimiento será único, solo él eclosionará de su Huevo entre las llamas más rojizas que nunca antes han aparecido en nuestro mundo, él será quien logre derribar las barreras que el Ser Oscuro impuso sobre nosotros. Su destino es liderarnos para llegar a las tierras de Nidgenm, de esta manera alcanzaremos el descanso y paz eternos que tranquilizarán nuestra almas.
Dichosos sean quienes puedan presenciar su nacimiento, aunque también significará que el Ser Oscuro hará todo lo posible con tal de eliminar a nuestro salvador. La lucha entre el Ser Superior y el Ser Oscuro llegará a su fin, y solo uno se alzará victorioso.
Como fue descrito en la profecía, cierta noche ocurrió algo que espantó a la mayoría, sin embargo para quienes conocían la profecía fue algo que inundo sus almas de un gozo absoluto.
La tétrica noche cambió súbitamente cuando una luz sofocó la oscuridad. Posándose en lo más alto del cielo nocturno de la Capital nuestro Límite, una pequeña pero centellante esfera palpitaba haces de luces de tonalidades blanquecinas, no era el Huevo Del Primer Dragón el cual siempre acompaña a la noche, era algo más. Luego de algunos segundos dicha esfera comenzó a expandirse hasta cubrir nuestro cielo por completo.
Luego de aquel evento transcurrieron 8453 días y el mismo fenómeno volvió a repetirse, aunque en esta ocasión la reacción de quienes lo observaron fue completamente distinta, se arrodillaron debido a que la profecía era dominio de todos los habitantes de nuestro Límite.
Temiendo a que los Cabecillas de otros Límites intentaran apropiarse del futuro enviado del Ser Superior, decidieron ocultarlo recelosamente al resto del mundo.
Generación tras generación esperaron ansiosamente la próxima noche iluminada, hasta que finalmente llegó la decimoquinta.
Tal como fue anunciado en la profecía del Sabio Yheggna El Pensante, mientras la decimoquinta noche iluminada transcurría, uno de los huevos que habían reunido de todos los rincones de Ughstee comenzó a experimentar algo extraño, un aro de fuego lo envolvió y se alzaron columnas de fuego de un rojo vibrante. No cabía la menor duda, él era el enviado.
De esta manera ocurrió mi eclosión, entre festejo y gritos de alabanzas.
Han transcurrido varios años y finalmente puedo ser considerado un Dragón el cual está nada de alcanzar la madurez, solo nueve días más y podré alzarme en vuelo junto a los demás, para así probar mi valentía al surcar los Acantilados de Los Susurros Ahogados.
—Buenos días Gran Vuldar, tenemos su primera comida lista para que pueda comenzar su preparación —dice mi Cuidador Principal.
Abro mi ojos lentamente, como siempre me tienen todo preparado. No solo mi Cuidador Principal me recibe en mi habitación del palacio, varios miembros que están a cargo de mi cuidado se encuentran con su hocico tocando el suelo.