-Hola, Ciro.
La sorpresa era notable en la cara de Ciro. Y no era para menos. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y más aún, que le sonreía.
Pero creo que la que más se sorprendió fui yo. Era la primera vez que le sonreía a alguien de verdad. No por ser amable ni por querer quedar bien ni tampoco por intentar ser simpática, sino porque lo sentía, porque de verdad me hizo feliz verlo ahí parado frente a mí.
En ese momento, sin embargo, me sentí muy estúpida así que solo seguí caminando. Al pasar por su lado nuestras manos se rozaron y mi corazón se aceleró tanto que hasta yo misma me asusté. Procuré no mirarlo y seguí caminando, pero su voz me detuvo.
-¿Puedo acompañarte? Si quieres, claro.- Preguntó Ciro mirándome directamente a los ojos, cosa que me incomodó. Bajé la mirada y asentí levemente.
Caminabamos en silencio como la otra vez, pero esta vez era más raro, al menos para mí.
-¿Qué hacías a esta hora sola en la calle?- Preguntó Ciro.
-Estaba en el parque con unos compañeros de la escuela.
-¿En serio? ¡Genial! Sabía que solo tenias problemas de comunicación.- Dijo riendo y dándome una suave palmada en la espalda.
-Ellos me invitaron porque...- Me quedé callada. Metí la pata. No podía decirle el porqué de la invitación de esos chicos. Solo haría la situación más incómoda para ambos.
-¿Porque...?- Preguntó Ciro sacándome de mis pensamientos.
-Porque querían ayuda con unas tareas.- Fue la mejor excusa que se me ocurrió y rogué porque Ciro me creyera.
~No me va a creer. Estoy segura.~
-Ah, solo era eso. Entonces como agradecimiento te invitaron al parque, ¿no?
Lo miré con la boca un poco abierta por unos segundos.
~Gracias; no sé qué deidad se encargó de formar el cerebro de este individuo, pero gracias por hacerlo tan estúpido.~
-Sí, exactamente. Aunque no terminó tan bien.
-¿Por qué?
-Discutí con una de las chicas del grupo.
-¿Por qué discutieron?
~Si hablamos de estúpidos yo le voy ganando.~ Me golpeé mentalmente a mi misma por haber metido la pata nuevamente.
-Porque me llamó antisocial.- Esperaba que se tragara esa mentira también. Pero esta vez no fue así.
-Yo te llamo antisocial todo el tiempo. Es más, te he dicho cosas peores, te he seguido a tu casa, te obligué a salir conmigo, te inventé un apodo, hasta compré la última copia del libro que querías.- Dijo mientras se contaba los dedos de las manos.- Tienes seis razones para odiarme.
-Hasta ahora.- Dije con una sonrisa pequeña, pero visible.
-No pretendo darte más.
-Eso espero. ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro.
-¿Qué hacías a esta hora solo por aquí?
Ciro río. Tal vez pensó que estaba siendo irónica.
-¿De qué te ríes?- Dije seriamente. No estaba siéndolo.
-De nada. - Dijo mirando hacia otro lado.
-¿Y bien? ¿Qué hacías?
-Ah, trabajo por aquí cerca. En un café a cuatro cuadras de aquí.
-Tres.- Lo corregí.- Sé donde es.
-Amo que me corrijas.- Dijo Ciro con una sonrisa.
-¿En serio?
-No.
Reí. Apenas lo hice me tapé la boca con una mano ya que siempre había odiado mi risa. Ciro me miró y también se río. Al verlo reír sonreí nuevamente.
Es extraño para mí encontrarme conversando tan tranquilamente de cosas sin sentido con un desconocido y, más extraño, estar disfrutándolo. Por primera vez me sentía cómoda con alguien.
Por fin llegamos a casa, nos despedimos de forma normal y cuando estuve a punto de entrar a mi casa mi di cuenta de que Ciro estaba volviendo por donde habíamos venido. Mi cara se torno totalmente roja de vergüenza por no haberlo notado antes; cuando ambos nos encontramos íbamos en direcciones opuestas, sin embargo él se ofreció a acompañarme hasta mi casa y luego, por lógica, debería caminar de vuelta hacia su casa, sin contar que podría vivir aún más lejos, se le haría tarde y hacía mucho frio, y ni siquiera le di las gracias. Aunque nada de eso importa porque antes de darme cuenta, Ciro ya había desaparecido.
~Realmente es rápido.~ Pensé entrando finalmente a casa. Se me hacía difícil no pensar que Ciro podría pensar que soy una maleducada, ni siquiera podía mandarle un mensaje ya que ninguno tiene el número del otro. Además esperaba que no viviera tan lejos porque podría enfermarse. No es que me importara.
~¿O sí?~
-¿Cassiel?- La voz de mamá me sacó de mis pensamientos.
-Hola, mamá.- Respondí en un tono cansado mientras dejaba mi bolso y mi abrigo en un sofá.
-¿Por qué llegas a esta hora?- Cuestionó. Aunque no parecía estar enojada.
-Perdón. Unos compañeros me invitaron al parque. Hablando de eso, muchas gracias, ahora todos piensan que el chico con el que me obligaste a salir es mi novio.- Dije sarcásticamente.
-¿Y no lo es?- Preguntó con fingida inocencia. Yo solo la miré con enojo y me fui directamente a mi habitación.
-¿No vas a comer? Hice pollo frito.
-Odio el pollo.- Dije mientras cerraba la puerta. Me molesta mucho que mi propia madre no sepa nada sobre mí. Y eso de que si Ciro era mi novio solo lo empeoraba.
~¿Por qué ponen tanto interés en ese chico?~
Apagué la luz, me recosté en mi cama y prendí una lámpara de lava de color azul que mi hermano me había regalado en mi primer cumpleaños después de que papá y él se mudaran. Claro que todos sabíamos que quien lo pagó fue mi padre, pero él la eligió.
Me quedé mirando las luces en el techo y luego cerré los ojos, intenté repasar todo lo que había pasado en el día. Aunque recordaba todo lo visto, parecía que solo algunas frases se habían grabado en mi memoria.
~"No sabíamos que eras novia de Ciro"; "No está acostumbrada a hablar con antisociales"; "¿Por qué saliste con él?".
No quería pensar en lo que me habían dicho esas chicas, me incomodaban, me aturdían.
~"¡Hola, Cass!"~ Abrí los ojos rápidamente y me quedé observando el azul de las luces.
Ese azul era muy parecido al color de ojos de Ciro. Sentí como mi cuerpo se relajaba ante este pensamiento y me encontré a mi misma sonriéndole a la lámpara.
Es extraño. Todo es extraño.