Era miércoles y Ciro y yo no habíamos vuelto a hablar o, mejor dicho, ni siquiera nos habíamos visto.
Me encontraba en mi habitación ya que había faltado ese día debido a que me enfermé.
~No sólo me ignora sino que también me contagia~ pensé mientras me sonaba la nariz.
De nuevo vinieron a mi mente los recuerdos de ese lunes, esos sentimientos que descubrí, esa duda que aclaré, ese beso...
Me recosté en la cama y me cubrí la cara con una almohada.
-¡¿Por qué mi madre me hizo tan estúpida?! - Grité
-No me eches la culpa a mí y deja de hablar sola. - Dijo mi madre entrando a la habitación con un tazón con duraznos en almíbar. Aunque no me gustan mucho las cosas dulces, los duraznos en almíbar son una excepción, y más si estaba enferma, creo que tienen un sabor especial.
-¡¿Eh?! ¡¿Estabas parada detrás de la puerta?! – Cuestioné dejando caer la almohada al piso.
-No. Sólo entré en el momento justo. Te traje duraznos. Tengo que trabajar, ¿estarás bien? - Preguntó dejando el tazón en la mesita de noche.
-¿Por qué no habría de estarlo? - Respondí cortante.
Mamá suspiró - Algún día tendrás muchos problemas a causa de esa actitud.
-Ya los tengo. - Dije en voz baja tomando el tazón.
Mamá me observó unos minutos.
-Hablaremos de "eso" cuando vuelva.
-¿Hablar de qué? - Pregunté confundida.
-De nada.
-Mamá...
-Adiós. - Dijo dejándome con la palabra en la boca.
-¡¿Por qué nadie me puede hablar claramente?! - Grité de nuevo con exasperación.
Me quedé mirando el tazón y empezé a recordar de nuevo.
~"Me gustas. Y mucho."~
~¿De verdad le gusto?~
~Quizás sólo lo dijo para que yo no esté triste.~
~Eso tiene sentido, ya que me ignora.~
~Pero, técnicamente el único día que puede haberme ignorado fue el martes, ya que nos vimos el lunes y hoy miércoles falté a clases. Además, puede que el martes no haya salido de su casa porque seguía enfermo.~ Pensaba mientras revolvía los duraznos.
~¿Y si lo besé mal? Para empezar, ¿cómo se besa bien?~ Cerré los ojos con fuerza ante este último pensamiento. Sentía mucha vergüenza.
Cuando los abrí me di cuenta de que había triturado todos los duraznos.
Suspiré – Cassiel, ¿qué te pasó? Antes no te ponías así. Antes no te preocupabas por cómo besabas. Antes, no tenías amigos. Antes estabas sola. Antes no estabas enamorada. - Me dije a mí misma. Era obvio que algún día mi vida iba a cambiar, estaba consciente de ello, pero no esperaba que fuera tan repentino. Era como esas cosas que sabes que van a pasar pero nunca estás del todo listo, como la muerte. - Quizás morí y no me di cuenta.
Dejé los duraznos en la mesita, de tanto pensar se me había ido el hambre, además de que estaban todos revueltos.
Apenas dejé el tazón mi celular comenzó a sonar.
Era un número desconocido, así que dude en responder, pero al final lo hice.
*¿Hola?*
*¿Cass?*
Esa voz y ese apodo sólo podían provenir de alguien...
*¡Ciro!* Grité.
*Trata de no romper mis tímpanos ¿Por qué tan emocionada?* Preguntó Ciro riendo.
*¿Será porque la última vez que te vi casi te mueres?* Respondí con ironía.
Ciro río nuevamente *No me iba a morir. ¿Y cuándo fue la última vez que nos vimos? ¿El sábado? ¿El jueves? ¿El mes pasado?* Bromeó.
*Ciro, fue el lunes.*
*¿Ah sí? Habría jurado que pasó más tiempo. Ya ni me acuerdo como eres.*
*¿A dónde quieres llegar?* Pregunté un poco hastiada pero feliz de hablar con Ciro.
*Quiero verte* Dijo firmemente.
Mi corazón dio un vuelco.
*No puedo. Estoy enferma.* Dije muy a mi pesar. Claro que quería verlo, pero me daba vergüenza que me viera en este estado.
*Tú viniste a verme aún cuando yo estaba enfermo.*
*Pero yo no lo sabía.*
*No me importa. Voy a ir igual.*
*¿Eh? Ciro espera...*
*...*
Antes de que pudiera decir algo más, Ciro colgó.
-¡¿Que acaso él y mi madre son hermanos o algo así?! - Grité mirando al techo.
Suspiré pesadamente y me levanté.
Quería arreglarme lo más rápido posible.
Me bañé con agua sin calentar y salí. Me apresuré a buscar ropa más o menos adecuada pero antes de que hiciera algo, el timbre sonó.
Entré en pánico. Había olvidado lo rápido que Ciro podía caminar. No me quedó otra opción que ponerme uno de mis pijamas viejos, ya que el que tenía antes estaba recién lavado.
El pijama era rosado con estampado de estrellas celestes. Estaba compuesto por un pantalón largo y una blusa de tirantes que me quedaba bastante ajustada. Fue entonces que me di cuenta de que ciertas "zonas" de mi cuerpo habían crecido notablemente.
Aún tenía el pelo mojado, pero ya no había tiempo de nada. La tormenta ya había llegado.
Me dirigí hacia la puerta y la abrí. Contuve la respiración al ver a Ciro, principalmente al ver su sonrisa.
-A decir verdad te ves mucho mejor que yo cuando estas enferma.
-Gracias - Contesté sonrojada.
-Aunque no significa que no te veas como un desastre. - Bromeó
~Ugh~ Pensé, aunque ya estaba acostumbrada a sus comentarios inofensivos/ofensivos. -¿Que no tienes clases?
-Mí clase organizó un viaje hoy pero como está semana tuve un ataque mis padres no me dejaron ir. - Dijo Ciro mientras entraba a la casa.
-¿Quien te dio permiso de entrar?
-¿Quien me lo impide?
No dije nada. A veces era muy listo.
Cerré la puerta y guié a Ciro hasta la sala.
-Te diría que te sientas como en tu casa, pero es obvio que desde un principio te sentiste así. - Dije sarcásticamente.
Ciro sólo sonrió. Pero esa sonrisa era distinta a la que yo conocía. Está sonrisa me ponía los nervios de punta y me hacía querer golpearlo en la cara. Así que antes de hacer eso preferí ir a la cocina por algo de beber y unos duraznos para mí.
Volví a la sala donde Ciro estaba sentado. En la sala había dos sillones: uno grande y otro pequeño. Ciro había dejado su abrigo en el sillón pequeño. Era obvio que quería que me siente a su lado. Suspiré y me senté, dejando el vaso de Ciro y mi tazón en la pequeña mesa que había en el centro. Cuando me senté me percaté de que Ciro me miraba.
Lo miré extrañada, hasta que me di cuenta de lo que estaba mirando.
-¡Deja de verme! - Grité mientras lo golpeaba en el hombro.
-¡Ah! ¡Lo siento! No pude evitarlo. Es que pensé que serías más plana.
-¡¿Qué?! - Grité aún más furiosa.
-¡No! ¡No quise decir eso! - Ciro no dijo nada más y solo tomó los duraznos de la mesa.
-¿Que estás haciendo? - Cuestioné.
-¿Mmm? - Respondió Ciro con medio durazno en la boca.
-Esos son mis duraznos.
-Podemos comer los dos, ¿no? - Preguntó inocentemente al terminar de tragar.
-No. Son sólo míos. - Contesté como si fuera una niña.
Ciro río, hasta que se dio cuenta de que hablaba en serio. –Por favor, no seas infantil.
-No soy infantil. Dámelos. - Extendí la mano para quitarle el tazón, pero Ciro lo alejó a tiempo.
-¿Qué edad tienes? - Preguntó él alejándome.
-17 ¿Y? - Respondí estirándome más sobre él.
-Pues, ya madura.
-No quiero.
-No seas egoísta. - Dijo alejándome una vez más.
-No soy egoísta. Ahora dámelos, son míos.
-¿Ves? Eso se llama egoísmo. Te propongo un trato. - Dijo poniéndose de pié.
-No.
-Sí.
-No.
-Sí.
~¿De nuevo esta situación, Cassiel?~ Suspiré. -¿Cual es el trato?
-Si me besas te daré los duraznos. - Dijo sonriendo inocentemente, aunque ya sabía que no era tan inocente como aparentaba.
Permanecí sentada y ambos nos quedamos en silencio, hasta que Ciro se llevó otro pedazo de durazno a la boca.
-Bien. Lo haré.
-Perfecto. Acércate.
-¿Ni siquiera puedes venir tú?
-Es cierto. - Dijo Ciro al tiempo que dejaba el tazón en la mesa y se sentaba a mi lado.
Ciro suspiró. -Si supieras todo lo que me estoy imaginando con solo mirar tus pechos. - Dijo de repente.
Volteé a verlo toda sonrojada y lista para golpearlo de nuevo pero me vi interrumpida por Ciro, quien me besó apenas volteé.
~Es listo. Muy listo.~ Pensé mientras llevaba mis manos al cabello de Ciro, quien me acercaba aun más a su cuerpo.
Al separarnos no quedamos mirándonos a los ojos un rato, entonces decidí hablar...
-Entonces, ¿qué somos?
Ciro no respondió. Sólo me abrazó y susurró tímidamente en mi oído...
-¿Quieres ser mi novia?
Solté una pequeña risa ante la actitud infantil de Ciro.
-Sí. Si quiero.