DÍA 1
MELLYNG - LAS VEGAS
-Comenzo a llover, al principio levemente, después llovió con una fuerza terrible y Jason, Weyland, Sean y Scott eran prisioneros en su propia comisaría, detenidos por la incesante lluvia que los encerró, como a ratas, en aquella mañana de invierno. En la comisaria, la deseperación abultaba más que sus propios cuerpos.
- Llevamos una semana en esto - destacó Morales lanzando la carpeta de pruebas contra la pared más cercana que había - y tan solo vamos por detrás.
Los cuatro se encontraban sentados en coro, Scott en el suelo apoyando la cabeza a una mesa, Weyland en una silla de oficina con respaldo giratorio, Sean tumbado en suelo lanzando una grapadora al aire y atrapándola múltiples veces y Jason escribiendo con fuerza en su cuaderno mientras, a su vez, observaba el panorama.
- Eso es cierto, - se pronunció Scott - Vais un puto paso por detrás de él.
- Lo primero, tu también estás en el caso - dijo Jason levantando la mirada de su papel y boli - Y lo segundo. Ese tipo va una maratón delante de nosotros, no tenemos nada a lo que agarrarnos, ningún hilo del que tirar y en el caso de que alguien lo tenga, ese alguien es a quien buscamos, ¿no opinais lo mismo?
Todos menos Weyland asintieron, este se sumió pronto en sus pensamientos y se perdió en su propio cuerpo, el cual ya no le pertenecía, pues ese no era él.
HOSPITAL SAINT MARTÍN - CHICAGO
-Esos, aún sombríos, pasillos inspiraban terror e incitaban a la mayor locura que puede existir. La sangre aún podía olerse y penetraba por
- ¡Por dios señorita Murkoff! ¿Se encuentra bien? - rugió Simon agarrándola del brazo izquierdo mientras se volvía hacia Val, el cual había comenzado a gritar también.
- ¡¿Pero que cojones ha sido eso?! - golpeó su muslo izquierdo - Se suponía que vuestra única puta misión era que entrase sana y salvo. - se dirigió a su equipo - Quiero a ese capullo bien encerrado y ya hablaré con vosotros gilipollas.
Roger alzó la cabeza y dijo:
- ¿Quién era ese tipo?
- Rick, Rick Dalton. Ese es su nombre - dijo entonando bien alto Simon mientras asentía con la cabeza lentamente.
Roger volvió a descender su mirada y enfundó sus manos en los bolsillos de su pantalón.
- Mierda... - después de una larga, pero para nada incómoda, pausa Corey continuó - Sentimos lo de Mónica. Yo apenas la conocía, pero se lo que es perder a alguien al que quieres.
- Si, ya - respondió Angela bastante indiferente - Vamos a ponernos manos a la obra.
El día fue largo pero final y afortunadamente acabó: Angela fue a la habitación 57 del hospital y vio el paquete, pero no lo abrió. El día siguiente iría a la comisaría y vería, por primeravez, que contenía aquella caja. Analítica se puso, también, manos a la obra y llevaron a cabo un profundo proceso de investigación, pero no sacaron ninguna prueba concluyente, ni procedente de las cajas ni del propio cuerpo de Mónica
La habitación fue limpiada y clausurada y el cadaver de Mónica ahora reposaba en uno de los miles de laboratorios privados con investigadores, también, privados puestos al mando.
Ni Simon, ni Angela ni si quiera Roger ni Val hablaron con la inspectora directamente y fue por eso por lo cual, el equipo, decidió mandarla a su casa para que descansase.
En esa casa estaban, tan solo, ella y su madre la última vez que se vieron, al menos con vida. Ahora se encontraba allí sola, sabiendo que su madre, lo único que la mantenía cuerda, había sido asesinada, y que la persona que intentó matarla y la violó estaba tan cerca de ella...
Pasó su mano por la muñeca y la acaricio suavemente, aún notaba los dedos de Rick penetrando en su piel, pero ¿los notaba por qué la había agarrado la muñeca esa misma mañana o por qué la agarró en aquella habitación de hotel?
No tenía ni puta idea.
El día fue largo, fue duro y no habían salido del hospital ni entrado a la comisaria y, como no, no había abierto la caja, ni visto las imágenes. Ni tampoco la cinta VHS.
Mañana sería un día aún más largo y cruel con la inspectora. Se echó en la cama y consiguió dormirse diez minutos antes de que sonase su despertador.
DÍA 2
RESIDENCIA DEL COMISARIO JEFE WEYLAND - MELLYNG
-No estaba recostada sobre su cómodo y cálido colchón en su habitación, ni su mujer Aitana le abrazaba por detrás. Tampoco olía a rosas como su dormitorio solía oler, cuando abrió los ojos se percató de que no estaba en su dormitorio. Algo pinchaba en su espalda: Weyland estaba retumbado sobre un montón de paja, que él mismo apiló días previos, en su granero al lado de su jardín. Hacía frío y no recordaba haber pasado la nochee en aquel pajar, a decir verdad, no recordaba nada en absoluto.
Le fue difícil pero, al final, logró incorporarse. Era temprano pero, aún así, si hubiera estado en su dormitorio, a esas horas, el despertador habría retumbado en la habitación y el se hubiera despertado quizá antes de lo que lo hizo aquella mañana.
La sangre se dejaba ver desde el establo donde él estaba, ya podía temerse lo peor y comenzó a temblar de pánico, corrió lanzado hacia la sangre y tropezó con ella dejándose caer. Intentó levantarse de nuevo pero la imágen que vió al fondo del granero hizo que tropezara y cayera de nuevo. Comenzó a gritar cuando se sorprendió al encontrar su propia Magnum en el bolsillo trasero del pantalón. Corrió hacia donde Aitana, su mujer, y sus dos hijas se encontraban fallecidas en el suelo desangrándose por un agujero de bala en la cabeza.
Se lanzó hacía a ellas cuando tan solo estaba a un metro y agarró a Aitana por la nuca.
- ¡No! Cariño, no - se lamentaba.
Algunas lágrimas caían de sus ojos hacia el suelo y otras, simplemente, se deslizaban por su rostro en busca de consuelo mientras ahora agarraba a su hija menor de la cabellera. Lloraba mientras gritaba y gritaba mientras lloraba. Se maldecía así mismo pues una voz, que bien claro sabía que no era suya, en su cabeza no paraba de repetir:
Editado: 30.06.2020